¡Detengan la barbarie!
Como un bien común, que a veces no
atesoramos debidamente, la paz es esa capacidad de salir de nuestras casas,
cada día con un nuevo afán, trabajando para pagar nuestros compromisos, para
comprar en el mercado, para educar nuestros hijos, disfrutar de algún café de
risas y sueños, en algún recodo de amistad, y volver por la tarde al regazo,
con los seres queridos y encontrarlos vivos, alegres. Es la vida en paz, una
situación de simplicidad que se parece al amor. Esa paz que anhelan muchos
pueblos destrozados por la guerra y por quienes se estremece hoy la conciencia
humana.
Es lo que le han arrebatado al pueblo palestino, a los miles
de niños que han nacido y muerto en una pesadilla. Los palestinos que solo han aspirado
a ser reconocidos y respetados como un Estado soberano, exigiendo que se cumpla
la Resolución 181 de 1947, que dividió a Palestina en dos Estados, Israel y
Palestina. Dicha resolución ha sido irrespetada persistentemente por el
sionismo expansionista, que ha ido ocupando con sus colonos esos espacios, buscando
la dominación total de Gaza y Cisjordania. Lo que está sufriendo el pueblo
Palestino en la franja de Gaza es el exterminio metódico de su población, con
decenas de miles de muertos, la mitad de ellos niños, y cerca de dos millones
de desplazados a la frontera sur con Egipto. Israel ha pretendido defender y
justificar los bombardeos indiscriminados en “el derecho a autodefensa”, luego
de los ataques del 7 de octubre 2023. El gobierno sionista, sustentado en la
tesitura teocrática de una guerra santa como pueblo elegido, ha ocultado su
interés profundo de ocupar y anexar todo ese territorio para hacerse de los
recursos gasíferos del litoral de Gaza, para así convertirse en el proveedor de
gas a Europa, generando una ruta alternativa de suministros a lo que sería la
ruta de la seda que ha venido implementando China a través de Euro-Asia.
La Guerra Cínica
Estamos en una Guerra extendida, donde Rusia está luchando en
Ucrania contra una OTAN que ha buscado cercarla. Con la conducción mesurada de
un Vladimir Putin frío, que ha contenido sus acciones militares para acotarlas
al territorio de Ucrania. Por otro lado, en el Medio Oriente, el Mar Rojo, hay
una escalada, con Israel demoliendo Gaza y Yemen torpedeando navíos con cargas
para o desde Israel. Éste atacando el Consulado de Irán en Siria, enseguida, el
anuncio de represalias. Una vorágine de incertidumbre cruza el mundo. Conflictos
y belicosidades múltiples, la masacre terrorista de la sala de conciertos
Crocus City Hall, la respuesta rusa de castigar a los autores intelectuales...
Una guerra cínica que también es mediática. Se la llama guerra
híbrida, donde son milicias, grupos o ejércitos mercenarios los que actúan por
cuenta y orden de los Estados, sin que exista una declaración formal de guerra.
En una mirada a este instante mundial, se observa que los campos bélicos en
Ucrania, Siria, el Líbano están siendo el laboratorio de ensayo de armas de
enorme poder. Sin llegar al arma nuclear, es tal la efectividad de los misiles
hipersónicos y de los drones, que todas las concepciones clásicas de la guerra
convencional deben estar hoy en revisión; como también las aristas de la guerra
cibernética, que se ha venido desplegando con uso de tecnologías de punta.
Frente a estos escenarios apocalípticos, sin embargo, es
probable que el peso político de la superpotencia emergente, China, con la
alianza creciente que constituyen los BRICS, probablemente, disuada a las
élites de Occidente, de seguir buscando mantener el sistema unipolar de
dominación mundial generado en 1947 y, quizás, se frene la escalada y entremos
a un sistema multipolar de relaciones internacionales, sin un hegemón que
imponga un orden neo colonial y la paz de los sepulcros, sino un sistema
multipolar, más equitativo, con un nuevo orden mundial. Es probable que, mediante
un equilibrio relativo entre fuertes poderes militares disuasivos, se llegue a
la cordura de una paz basada en esa conciencia de riesgo de autodestrucción
global.
Como humanidad, hemos presenciado impávidos un genocidio, mientras
la cortina de humo de las cadenas occidentales, ha intentado frenar y ocultar
el clamor de los pueblos: ¡Detengan la barbarie!
La ONU ha demostrado ser inútil, precisamente porque en ella ha
existido la ficción de igualdad jurídica entre los Estados, pero, en el Consejo
de Seguridad se refleja el orden de pos segunda guerra mundial, donde las
potencias vencedoras se reservaron el derecho a veto, impidiendo una mínima
acción internacional, que frene los bombardeos de Israel sobre Palestina.
Sobrepasando todos los límites del Derecho Humanitario, Israel ha resistido la
reciente Resolución que ordenó un Alto al Fuego y ha asesinado a voluntarios
que entregaban ayuda de alimentos a los desplazados palestinos al sur de Gaza.
Por una Cultura de la Vida
Lejano a ese infierno, cerré los ojos y me trasladé al horror
de Palestina y sentí, estremecido, la dialéctica perversa de las guerras
genocidas, sin respeto a templos, hospitales ni escuelas. Un genocidio que
ocurre con esa agresividad amoral e impersonal de un juego de video, sin
declaraciones diplomáticas previas, como ataque preventivo, para que los
pueblos tildados como enemigos, algún día, eventualmente, no vuelvan a
levantarse en armas y agredir a su opresor.
La cultura necrofílica versus la cultura de la vida. Para
entender la profundidad del dolor que sufren los civiles en esta guerra cínica,
que nos llena de imágenes aterradoras, he mirado mi ciudad, Valparaíso, con su
colorido, con sus afanes cotidianos, con sus habitantes superando infortunios.
Y me la imaginé, por un instante, ardiendo, con grandes columnas de humo,
bombardeados sus hospitales, sus iglesias, sus colegios; sin energía, sin agua,
envuelta en una enorme catástrofe, con sus universidades y su puerto
destruidos, con drones asesinando a hombres, mujeres y niños, por ser
potenciales enemigos. Frente a nuestros ojos ha venido transcurriendo este
conflicto, mientras la industria armamentista se congratula por sus
facturaciones y es cómplice del genocidio y busca más espacios donde provocar
guerras y seguir su próspero negocio. Con una crueldad exacerbada, con
asimetrías profundas, gente común y corriente es masacrada, la instantánea
comunicación nos va mostrando la escalada y la guerra es la coronación de la
muerte, asolando esperanzas, con sus vicios, sus mentiras, con violaciones a
niñas y mujeres, con ejecuciones sumarias, sembrando odio por dinero, con
torturas, con hambrunas colectivas, pestes y gigantescos desplazamientos de
población. Los traficantes de armas y los mercenarios (sociedades anónimas que
venden sus servicios de muerte) lucran de la logística bélica y como es
necesario usar drogas para incentivar la barbarie, la disponen a sus anchas. La
guerra no es contra un enemigo uniformado, se desarrolla soterrada, sin una
declaración formal, es una simple carnicería contra la población civil, donde
todos pasan a ser peligrosos, con la lógica asesina de prevenir males mayores,
los civiles somos un mero daño colateral. No valen los Convenios de Ginebra
para los prisioneros de guerra, no habrá Corte Internacional de Justicia para
los genocidas, el Derecho se pierde entre montañas de cadáveres, consecuencia
de las maniobras de bombardeo y tierra arrasada. La guerra de hoy es peor que
lo imaginable.
Ante la escalada del horror y ante una inminente
conflagración mundial, los pueblos debemos mantener una voz activa por la paz frente
a la ley de la selva imperante. Roguemos que no sea demasiado tarde.
Valparaíso, 5 de marzo 2024
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