sábado, marzo 24, 2007

!Detengan Santiago, Chile lo exige¡




Detengan Santiago, Chile lo exige…
Hernán Narbona Véliz
periodismo.probidad@gmail.com

CUANDO LAS INEQUIDADES del modelo neoliberal en que se ha movido el país por más de 30 años, se reflejan en una capital insoportable, que segrega a los pobres, los envía a poblaciones periféricas, pero los requiere como servidumbre para el estatus de vida de los acomodados;

Cuando el Estado por 17 años ha quedado entregado a tecnocracias que desconfían de la población organizada;

Cuando los diseños realizados a costos millonarios entre cuatro paredes, se desmoronan por errores de cálculo, por falta de competencias en la materia, pero combinada esa inoperancia con la soberbia que obnubila el sentido común;

Cuando aflora la evidencia violenta de la marginalidad en una urbe que ha crecido en anarquía, a merced de decisiones populistas, en donde el cálculo electoral y el mantenimiento del poder, han pesado más que la visión de Estado;

Cuando ese populismo ha conllevado una corrupción indesmentible, que se ha traducido en la colusión de intereses entre los agentes privados y los funcionarios que debían adjudicar y fiscalizar esas obras públicas;

Cuando esa herencia perversa cae sobre los nuevos equipos de gobierno con un mandato de silencio;

Cuando los nuevos responsables del tema deben
enfrentar a una comunidad explosiva, que está cansada del mal trato, de la improvisación, de los contratos leoninos, de los cobros que se exigen pero que no son retribuidos por los servicios anunciados y comprometidos;

Cuando, en resumen, cunde el descreimiento en la gente;

Cuando van mostrándose las debilidades de una megalópolis que concentra la riqueza, pero deteriora cada vez más la calidad de vida de las mayorías;

Cuando el Estado no es capaz de reaccionar como tal, coherentemente, para asumir las riendas de los servicios fallidos, rompiendo las cadenas de fuerza de la subsidiariedad que le impuso el régimen militar;

Cuando la falta de voluntad política y el inmovilismo para corregir el sistema neoliberal, hace que, a 18 años de asumidos los gobiernos de la Concertación, se siga manteniendo una filosofía liberal y tecnocrática, que mantiene una discursiva de izquierda, pero actúa con mayor dogmatismo que la propia derecha;

Cuando se le teme a la sociedad organizada, se escamotea la participación social efectiva y crítica;

Cuando las regiones deben subsidiar las inequidades estructurales de un país que perdió el rumbo del desarrollo;

Cuando se nota la falta de ideas, de visión de largo plazo para corregir las situaciones heredadas;

Cuando nadie es capaz de auditar con transparencia la calidad de las obras entregadas en concesión por los gobiernos anteriores, porque ello involucraría tocar intereses poderosos y reconocer acciones impropias que aún están pendientes en la justicia, entrando a la cuasi impunidad por el camino de la prescripción;

Cuando quienes tienen voluntad de servicio público
quisieran actuar frente a la profunda crisis con acciones de fondo;

Cuando ya se agotó el tiempo para las especulaciones electoralistas;

Cuando ha quedado al descubierto que las malas decisiones y el personalismo del gobierno anterior son una secuela de proyectos mal manejados, poco transparentes y de dudosa eficacia, es hora de sincerar esa historia reciente para poder tener la chance de enmendar la plana;

Cuando los chilenos tenemos claro que los vicios heredados por el gobierno de Michelle Bachelet, disimulados por conveniencias políticas, son el peor lastre que haya tenido que cargar jamás un gobierno;

Cuando la caída del Transantiago arrastró a hitos faranduleros, mediáticos e insustanciosos a la altura del unto, lo que evidencia que la gente se cansó de ser manipulada por los medios oficiales;

Cuando los voceros ya nada tienen para argumentar;

Cuando sólo cabe admirar el estoicismo del Ministro Espejo que ha debido dar la cara y cargar con un proyecto con errores de diseño que no fueron de su responsabilidad y que hacían del Transantiago un proyecto de pizarrón, que resultó lleno de vicios, sin recibir la inversión necesaria y , por ende, predestinado al fracaso;

Cuando es necesario, de una buena vez, auditar los contratos de las concesiones de autopistas, de los recorridos de buses, de los servicios informáticos que no funcionaron, para identificar públicamente los responsables; para saber quien negoció contra el interés fiscal, aquellas condiciones leoninas que han dejado al Estado en una posición de debilidad y desprotección frente a la debacle, profundizando la debilidad política que existe para decidir con la mayor energía medidas de fondo;

Cuando por esta acumulación de errores políticos, por la falta de energía fiscalizadora, el país se enfrenta a la situación caótica de hoy en Santiago, la capital de Chile y cuyo próximo derrotero parece signado por el caos social, si es que no se asume la dimensión profunda del problema.

Visto desde las regiones, esto parece ser la caída evidente de un modelo concentrador con pies de barro. Un antes y un después, que debiera motivar al Estado a fijar políticas que favorezcan el traslado de industria y población a las provincias.

Santiago no resiste más, porque Chile ya no resiste más el modelo neoliberal. El mercado va de contramano con el sentido común: nos sigue inundando de automóviles en una capital colapsada. La sociedad chilena está a un paso de una hecatombe social, tal como la que ocurrió en París, cuando los jóvenes marginales las emprendieron contra el símbolo mismo del individualismo y la inequidad: el automóvil.

En pro de un Chile fuerte, un Estado fuerte, que sea capaz de corregir los tema de fondo y reorientar rumbos. Es de esperar que la Presidenta Michelle Bachelet decida, a partir de esta crisis profunda y de una vez por todas, cambiar su gabinete, cortar amarras del mal gobierno de Lagos y marcar rumbos de cambio, como una verdadera estadista.

Chañaral, sábado, 24 de marzo de 2007







Una mirada libre a nuestro entorno

sábado, marzo 10, 2007

Transantiago, el glorioso retorno de los SAPOS



Transantiago, el glorioso retorno de los SAPOS
Hernán Narbona Véliz
periodismo.probidad@gmail.com


ERAN ESOS PERSONAJES urbanos que gesticulaban en medio de las calles, esquivando los buses, subiendo y bajando sobrecorriendo de las pisaderas, avisando a los chóferes a cuantos minutos iba de su antecesor. Estos trabajadores que se instalaban en algunas esquinas con sus relojes control y que recibían de cada bus unas pocas monedas, esos trabajadores que se las ingeniaban para aprender un oficio urbano lleno de riesgos, integraban la geografía de personajes callejeros típicos, junto a los cantores populares y los vendedores ambulantes. Pero de pronto, los sorprendió la mentada modernidad.

El Transantiago propuso sustituirlos por los GPS, ese software de control satelital de flujos que pueden mapear electrónicamente una flota vehicular para ir dirigiéndola desde las centrales. Pero, la realidad mostró que esos objetivos no se han logrado, que alguien incumplió compromisos contractuales. Que hay 2300 GPS y debieran funcionar 5600. Que los contadores de pasajeros en muchos buses no están funcionando, que ha habido demoras de los operadores y que todo ello se ha traducido en una situación desesperante para la gente, que amenaza con convulsionar la megalópolis santiaguina.

Es una realidad de esta puesta en marcha del Transantiago que el Metro ha colapsado en horarios de punta, que se ha conocido con vergüenza de país que existen depravados operando y que han agregado inseguridad a los desplazamientos de mujeres y niños. Una actitud solapada e inescrupulosa de degenerados anónimos que aprovechan la multitud para realizar tocaciones a mujeres. La reacción ciudadana frente a esos individuos debe ser drástica para que se realicen arrestos civiles cuando se les detecte.

En ese escenario de cambio profundo que remece la capital, el sistema vuelve los ojos de nuevo a estos apuntadores de tráfico, esos trabajadores que transitaban en la precariedad laboral, ganando del monedero de los buses que controlaban. Yo los bauticé como Supervisores Administrativos de Procesos Operativos, SAPOs, y hoy a la distancia, aplaudo ese reconocimiento humano que se ha dado hoy a su presencia urbana.

La calidad de vida de una ciudad, la reducción de la contaminación, el lograr que la capital no colapse, exige responsabilidad de los privados que se comprometieron a que los sistemas funcionaran. Y dentro de los ajustes que implica empujar un plan de este tipo, resulta por decir lo menos simpático, en medio de un clima tenso, ver que esos SAPOs volverán a integrarse al sistema, para seguir dando ese servicio pequeño pero crucial para que las flotas alcancen una máxima eficiencia.

A un año de gobierno, la Presidenta Bachelet debe tomar la conducción personal de un proyecto que ha puesto en jaque a la Concertación a quien se la acusa de una actitud displicente frente a un problema de Estado, que requiere el concurso de todo el Gabinete. Desde las regiones el reclamo es instantáneo, pues el monstruo del centralismo sigue absorbiendo los recursos como un barril sin fondo, lo cual, en definitiva profundiza inequidades estructurales de un país que ha crecido a contramano del desarrollo humano. Hay problemas cruciales en las provincias, pero el Transantiago se lo traga todo. No por nada, la capital tiene 5 millones de electores y es donde se seguirá decidiendo el destino político del país, aunque a los regionalistas no nos guste para nada.

Pero, tratando de sumar una mirada de optimismo a este complejo tema, podemos encontrar una lección humana en el rescate que se ha hecho de los SAPOs que parecieron estar condenados a la desaparición. Porque la realidad ha demostrado lo contrario: si en una transformación de la envergadura de este proyecto de modernización del trasporte público, se necesitan liderazgos tenaces, casi heroicos, como el que representa el Ministro Sergio Espejo, así también se requieren los aportes sencillos y silenciosos de quienes como los SAPOs ayudan a ordenar el flujo de buses en las grandes ciudades. Bien por ellos.




10 de marzo de 2007




Una mirada libre a nuestro entorno