Hemos vivido una dictadura dogmática que
ha impuesto una falacia de comercio libre, en circunstancias que las dos
terceras partes del comercio mundial ocurre entre empresas relacionadas; las
políticas públicas de fiscalización están menguadas intencionadamente; los
criterios de carácter sanitario o ambiental han sido transgredidos en forma
recurrente. Para pensar en un debate que organice un comercio exterior chileno
diferente, es preciso incorporar al conocimiento y a la formación de los
técnicos y profesionales, un lenguaje diferente, que dé cuenta de realidades
alternativas de comercio que han sido vetadas por los intereses dominantes.
Por 5 décadas hemos vivido un comercio internacional
basado en un corporativismo extractivista, depredador y concentrador de la
riqueza. Como subsistema de un orden mundial enclavado en relaciones de
dominación, el comercio y el turismo se han desarrollado desde los países
centrales, a través de gigantescas corporaciones que tienen en común una
estrategia de imperio, que busca ocupar espacios, derrotar a los competidores y
llegar a dominar planetariamente, estando entre los tres mejores, el Top 3.
Chile, como país laboratorio del neoliberalismo, con un régimen dictatorial que
limitaba las libertades públicas, la sindicalización y todo lo asociativo que
sonara o se pareciera a comunismo, implantó a partir de 1973 un capitalismo salvaje
que, aparentemente, ha tocado fondo por la desigualdad insostenible que
conlleva.
En ese marco y añadiendo una concentración de los medios
de comunicación de masas, esta sociedad mediática, globalizada, de mercados
planetarios, se sumió en una apertura irrestricta de la economía, una
permisividad en lo ambiental y mantención de subsidios a los grupos económicos,
generando una economía extractiva en lo minero, forestal, acuícola, agrícola,
que obtuvo preferencias en el comercio mundial mediante la negociación de un
abanico de acuerdos comerciales, tratados de libre comercio, acuerdos de asociación
política y de complementación económica, que abrieron espacios a un conjunto de
productos de exportación tradicional que, en su mayoría son materias primas,
semielaborados, en general commodities.
El gran tema de la crisis mundial que
hemos venido atravesando, es cómo podemos reconvertir el modelo extractivista
que agota nuestros recursos naturales no renovables, dejando pasivos
ambientales por todo el territorio, como zonas de sacrificio, para adecuar a
Chile a escenarios de economías cerradas, enfrascadas en la supervivencia,
priorizando los medios de pago, asumiendo por último, un retorno al
nacionalismo económico, en el cual exista un desarrollo estratégico de
mantenerse como Estado soberano en un clima de beligerancia, de guerras
comerciales, de recomposición geopolítica de la economía mundial.
Quiero hacer una reflexión sobre los tiempos que corren
en materia de comercio internacional y turismo. He cumplido, en lo personal, 50
años de vida profesional, en la Academia, el Servicio Público, la Consultoría y
como Autor en estas materias, y creo que es urgente repensar, en forma
participativa, el comercio que hemos vivido, sus asimetrías, para generar
próximas políticas públicas acorde con los nuevos tiempos políticos de la
sociedad chilena, la región latinoamericana en que estamos inmersos y el
contexto global. Es importante incorporar al debate no sólo aspectos de
diagnóstico, sino ideas para una gestión país, en este mundo diferente que nos
tocará asumir. Adecuar el know how a tiempos de incertidumbre.
Hemos vivido una dictadura dogmática que ha impuesto una
falacia de comercio libre, en circunstancias que las dos terceras partes del
comercio ocurre entre empresas relacionadas; las políticas públicas de
fiscalización han sido limitadas intencionadamente; los criterios de carácter
sanitario o ambiental han sido transgredidos en forma recurrente. Para pensar
en un debate que organice un comercio exterior chileno diferente, es preciso
incorporar al lenguaje y a la formación de los técnicos y profesionales, un
lenguaje diferente, que dé cuenta de muchas realidades alternativas de
comercio, que han sido vetadas por los intereses dominantes.
En este primer artículo, creo que será necesario
recuperar conceptos que se empezará a usar, a medida que avancen políticas más
nacionalistas, tales como, salvaguardias, cuotas o contingentes, licencias
previas. Se deberá recuperar el comercio compensado, las barter houses, las
joint ventures entre compradores y exportadores, los consorcios y cooperativas,
los clúster asociativos que articulen sectores con criterios de ayuda mutua y
no de explotación o ley del gallinero.
Se viene un cambio ético y tendremos que conversar de
colaboración, de asociatividad en múltiples ámbitos, de cooperativismo. Existen
experiencias de Comercio Justo, de promoción a través de Cámaras y
Universidades, de distintas formas de cooperación para conquistar mercados en
colaboración, con contrapartes de tamaño comparable. Vivimos esa experiencia en
el Centro Interamericano de Comercialización, agencia de la OEA y la Fundación
Getulio Vargas de Brasil, entre 1980 y 1995. En la imperante lógica del
capitalismo salvaje, hay que defenderse de la competencia desleal, de los
monopsonios, de las colusiones, de la corrupción, del dumping, de las prácticas
gansteriles.
Comenzar a hablar de nuevas confianzas, de precios donde
no sea la especulación lo que prime sino las relaciones justas y equitativas de
largo plazo. De una Banca Ética, con parámetros de elegibilidad que favorezcan
los proyectos comunitarios o cooperativos. Todo lo que apunto conlleva una
profunda reingeniería ética, para sacarnos de encima los ventajismos, envidias,
usuras, corruptelas, y todo aquello que enturbia o arruina proyectos bien
inspirados.
Lo que señalo no es una utopía, es aprender a convivir en
forma distinta, saliéndonos de la lógica de los abusos y del revanchismo, que
internalizamos como costumbre, agachando el moño y siendo más abusadores cuando
se da la oportunidad de tener una pizca de poder. La ética debe significar que
no podemos seguir siendo el que abusa del prójimo ni el que resigna su dignidad
como un esclavo sonriente.
En el planeta, somos miles de millones que amamos la paz
y el comercio colaborativo que apunte a erradicar la pobreza y respetar la
naturaleza. Las relaciones económicas internacionales deberán construirse a
partir de comunidades que se complementen con contrapartes, en buena fe, un
ánimo de respeto y reciprocidad. Ideas para seguir conversando.
Hernan Narbona Veliz, Periodismo Independiente,
Septiembre/2020.