domingo, septiembre 27, 2020

Repensar el Comercio Internacional (Nota 1: Un cambio ético)

 




Hemos vivido una dictadura dogmática que ha impuesto una falacia de comercio libre, en circunstancias que las dos terceras partes del comercio mundial ocurre entre empresas relacionadas; las políticas públicas de fiscalización están menguadas intencionadamente; los criterios de carácter sanitario o ambiental han sido transgredidos en forma recurrente. Para pensar en un debate que organice un comercio exterior chileno diferente, es preciso incorporar al conocimiento y a la formación de los técnicos y profesionales, un lenguaje diferente, que dé cuenta de realidades alternativas de comercio que han sido vetadas por los intereses dominantes.

 

Por 5 décadas hemos vivido un comercio internacional basado en un corporativismo extractivista, depredador y concentrador de la riqueza. Como subsistema de un orden mundial enclavado en relaciones de dominación, el comercio y el turismo se han desarrollado desde los países centrales, a través de gigantescas corporaciones que tienen en común una estrategia de imperio, que busca ocupar espacios, derrotar a los competidores y llegar a dominar planetariamente, estando entre los tres mejores, el Top 3. Chile, como país laboratorio del neoliberalismo, con un régimen dictatorial que limitaba las libertades públicas, la sindicalización y todo lo asociativo que sonara o se pareciera a comunismo, implantó a partir de 1973 un capitalismo salvaje que, aparentemente, ha tocado fondo por la desigualdad insostenible que conlleva.

 

En ese marco y añadiendo una concentración de los medios de comunicación de masas, esta sociedad mediática, globalizada, de mercados planetarios, se sumió en una apertura irrestricta de la economía, una permisividad en lo ambiental y mantención de subsidios a los grupos económicos, generando una economía extractiva en lo minero, forestal, acuícola, agrícola, que obtuvo preferencias en el comercio mundial mediante la negociación de un abanico de acuerdos comerciales, tratados de libre comercio, acuerdos de asociación política y de complementación económica, que abrieron espacios a un conjunto de productos de exportación tradicional que, en su mayoría son materias primas, semielaborados, en general commodities.

 

El gran tema de la crisis mundial que hemos venido atravesando, es cómo podemos reconvertir el modelo extractivista que agota nuestros recursos naturales no renovables, dejando pasivos ambientales por todo el territorio, como zonas de sacrificio, para adecuar a Chile a escenarios de economías cerradas, enfrascadas en la supervivencia, priorizando los medios de pago, asumiendo por último, un retorno al nacionalismo económico, en el cual exista un desarrollo estratégico de mantenerse como Estado soberano en un clima de beligerancia, de guerras comerciales, de recomposición geopolítica de la economía mundial.

 

Quiero hacer una reflexión sobre los tiempos que corren en materia de comercio internacional y turismo. He cumplido, en lo personal, 50 años de vida profesional, en la Academia, el Servicio Público, la Consultoría y como Autor en estas materias, y creo que es urgente repensar, en forma participativa, el comercio que hemos vivido, sus asimetrías, para generar próximas políticas públicas acorde con los nuevos tiempos políticos de la sociedad chilena, la región latinoamericana en que estamos inmersos y el contexto global. Es importante incorporar al debate no sólo aspectos de diagnóstico, sino ideas para una gestión país, en este mundo diferente que nos tocará asumir. Adecuar el know how a tiempos de incertidumbre.

 

Hemos vivido una dictadura dogmática que ha impuesto una falacia de comercio libre, en circunstancias que las dos terceras partes del comercio ocurre entre empresas relacionadas; las políticas públicas de fiscalización han sido limitadas intencionadamente; los criterios de carácter sanitario o ambiental han sido transgredidos en forma recurrente. Para pensar en un debate que organice un comercio exterior chileno diferente, es preciso incorporar al lenguaje y a la formación de los técnicos y profesionales, un lenguaje diferente, que dé cuenta de muchas realidades alternativas de comercio, que han sido vetadas por los intereses dominantes.

 

En este primer artículo, creo que será necesario recuperar conceptos que se empezará a usar, a medida que avancen políticas más nacionalistas, tales como, salvaguardias, cuotas o contingentes, licencias previas. Se deberá recuperar el comercio compensado, las barter houses, las joint ventures entre compradores y exportadores, los consorcios y cooperativas, los clúster asociativos que articulen sectores con criterios de ayuda mutua y no de explotación o ley del gallinero.

 

Se viene un cambio ético y tendremos que conversar de colaboración, de asociatividad en múltiples ámbitos, de cooperativismo. Existen experiencias de Comercio Justo, de promoción a través de Cámaras y Universidades, de distintas formas de cooperación para conquistar mercados en colaboración, con contrapartes de tamaño comparable. Vivimos esa experiencia en el Centro Interamericano de Comercialización, agencia de la OEA y la Fundación Getulio Vargas de Brasil, entre 1980 y 1995. En la imperante lógica del capitalismo salvaje, hay que defenderse de la competencia desleal, de los monopsonios, de las colusiones, de la corrupción, del dumping, de las prácticas gansteriles.

 

Comenzar a hablar de nuevas confianzas, de precios donde no sea la especulación lo que prime sino las relaciones justas y equitativas de largo plazo. De una Banca Ética, con parámetros de elegibilidad que favorezcan los proyectos comunitarios o cooperativos. Todo lo que apunto conlleva una profunda reingeniería ética, para sacarnos de encima los ventajismos, envidias, usuras, corruptelas, y todo aquello que enturbia o arruina proyectos bien inspirados.

 

Lo que señalo no es una utopía, es aprender a convivir en forma distinta, saliéndonos de la lógica de los abusos y del revanchismo, que internalizamos como costumbre, agachando el moño y siendo más abusadores cuando se da la oportunidad de tener una pizca de poder. La ética debe significar que no podemos seguir siendo el que abusa del prójimo ni el que resigna su dignidad como un esclavo sonriente.

 

En el planeta, somos miles de millones que amamos la paz y el comercio colaborativo que apunte a erradicar la pobreza y respetar la naturaleza. Las relaciones económicas internacionales deberán construirse a partir de comunidades que se complementen con contrapartes, en buena fe, un ánimo de respeto y reciprocidad. Ideas para seguir conversando.

 

Hernan Narbona Veliz, Periodismo Independiente, Septiembre/2020.

 

 

 



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