martes, abril 20, 2010

Tiempo para respirar


Tiempo para respirar

Ø       Cuando escribo esta crónica estoy enfrente a una hermosa playa blanca donde se distinguen tramos de color verde. Pero no es vegetación, es una playa que acumuló durante 50 años los relaves de la minería pública de Chile, en un daño ambiental irreversible.

La vorágine de información que bombardea el entorno del individuo, va generando una sensación anímica altamente contagiosa, diferente al miedo, pero cercana a él,  que se traduce en la actitud obsesiva de estar informado hasta la saciedad, en un vicio urbano contemporáneo, incentivado por quienes lucran con esta predisposición hacia lo virtual, y que, de alguna manera, evidencia la soledad del hombre, la necesidad de comunicarnos, el desamparo y la conmoción sufrida frente a situaciones inevitables.

Reconozco padecer esta tendencia hacia las redes, pero sin caer en lo obsesivo, valoro las potencialidades de la conectividad y las relaciones afectivas que ella permite, por encima de distancias y fronteras. Cuando el contexto está plagado de amenazas, cuando venimos saliendo de un cuasi cataclismo, siguiendo el pulso a las convulsiones telúricas de un planeta que parece tener escalofríos, que expele sus fumarolas gigantes y oscurece los cielos, uno percibe la levedad del ser, la vulnerabilidad de nuestras sociedades afirmadas con alfileres a un ínfimo trozo de historia.

Por ello propongo un silencio necesario, callar y observar los acontecimientos más allá de los titulares fugaces de las redes, propongo un silencio profundo como necesidad de sobrevivencia.

Los destinos del planeta se ven presionados por el vellocino de oro. Los poderes económicos que orbitan espacios que están por encima de las naciones, nos imponen sus intereses y así el capitalismo de la globalización es responsable en estos momentos críticos de no frenar las acciones contaminantes que pueden destruirnos.

Por ello es necesario remecer la conciencia universal y así se está produciendo la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio y Derechos de la Madre Tierra, en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, con una amplia convocatoria a dirigentes sociales representativos de una gran diversidad político religiosa, con el denominador común de elevar la voz para exigir correcciones mundiales frente a los desastres que la humanidad va enfrentando en forma alarmante a nivel del globo.

Los medios de comunicación oficiales casi no mencionan estas acciones de la civilidad mundial que rechaza el sistema depredador vigente. Quizás los días de paralización del tráfico aéreo que han vivido los países europeos y Estados Unidos, como consecuencia del volcán Eyjafjöll ubicado en Islandia, sirvan para remecer al hemisferio norte haciéndoles entender los límites a que se ha llegado con el modelo capitalista actual. En Bolivia, en el altiplano, se vive una cita contestaria para darle un respiro al planeta.Un espacio para meditar, orar y reflexionar; para desplegar acciones desde la sociedad civil hacia los gobiernos, desde las naciones menos desarrolladas del planeta a los niveles decisores que tienen la capacidad de evitar que se siga destruyendo la naturaleza. El tiempo se acaba. Las condiciones estelares con aumento de la radiación solar frente al debilitamiento de la atmósfera de protección del planeta, están alterando el clima, provocando fenómenos extremos, tales como las tormentas que destruyeron las favelas de Río de Janeiro o las lluvias de granizos que se vio hoy en Buenos Aires.

Es necesario un momento de silencio global. Para pedir perdón a la madre tierra por los abusos cometidos.
Chañaral, Martes, 20 de Abril de 2010



Una mirada libre a nuestro entorno

sábado, abril 03, 2010

El cinismo político y sus costos


El cinismo político y sus costos

Las cúpulas de la Concertación presentan una patética actitud de soberbia, queriendo explicar lo inexcusable, incapaces de asumir que están sufriendo una derrota que ellos mismos provocaron.

Parecen no entender que las malas prácticas se fueron acumulando hasta reflejarse en el voto castigo que los desalojó del poder.

Parecen no asumir que el rechazo a su gestión, al centralismo, a la sectaria actitud de las cúpulas, a los operadores políticos rentados, a las corruptelas instaladas en muchas áreas de la gestión pública, son las causas de su desalojo.

Olvidan las primarias truchas, olvidan los escándalos de corrupción que siguen apareciendo. Olvidan el trato que dieron a las víctimas del régimen militar. Olvidan su incapacidad para tocar el modelo heredado y parecen no hacerse cargo de los errores de gestión, como Transantiago, Ferrocarriles.

No quieren asumir que  la derrota no fue culpa de los díscolos o los descolgados, sino de quienes hicieron del poder un botín compartido de manera sectaria y no un instrumento legítimo para trabajar tras un modelo distinto de sociedad, por las grandes mayorías que en algún minuto representaron y a las cuales dieron la espalda. Como dieron la espalda a la dirigencia social de los ochenta, a los medios de prensa que abrieron cauces a la democracia, situación que hoy lamentan por la precariedad comunicacional en que hoy se encuentran.

Es evidente que en materia de ideas sobre sociedad, hay una gran mayoría ciudadana que podríamos entender como la clase media, que no aspira a modelos colectivistas, sino que apuesta a un modelo social de mercado que esté enmarcado en una doctrina liberal individualista, que ha sido la doctrina oficial que no tuvo contrapesos, ya que la clase política de centro izquierda fue incapaz de proponer un referente distinto.

Hay sectores medios que se asumen como más progresistas, que tratan de corregir el capitalismo depredador y concentrador, promoviendo una sociedad de economía mixta, articulada en torno a un Estado Regulador y Fiscalizador de mayor peso, que permita una mejor distribución de los costos y beneficios de la economía. También están los que colocan el acento en un Estado Benefactor, que corrija las inequidades con subsidios directos a los sectores más vulnerables. En general, la clase media añora un Estado que funcione correctamente, que se modernice, que preste servicio sin discriminación, que sea creíble y confiable.

En general, los sectores medios son los que con mayor lucidez quieren una gestión pública transparente y efectiva. Es decir, que se clarifique el destino de los impuestos que ellos pagan y que los encargados del gobierno rindan cuentas de su gestión. Estos sectores medios han sido los que paulatinamente, en el correr de los veinte años, fueron alejándose de la política para ensimismarse en sus problemas cotidianos. De ese divorcio entre la sociedad civil y la política dan cuenta los resultados obtenidos por la Concertación en la última elección.

En los gobiernos de la Concertación, de los idearios libertarios que se aunaron para el Plebiscito de 1988, se pasó gradualmente a alianzas estratégicas con agentes económicos nacionales e internacionales y el discurso de los políticos de la concertación fue perdiendo consistencia. El tráfico de influencias, la colusión de intereses, el aprovechamiento de los partidos de sus espacios de poder, fueron desvirtuando la esencia de la coalición gobernante.

Cuando fueron sorprendidos y emplazados ante la justicia por las máquinas instaladas para la corrupción, la reacción fue propia del cinismo político, ya que enarbolaron las mismas normas irrespetadas que formaban parte del sistema republicano, para exponerlas como nuevos compromisos por la transparencia. La inconsecuencia, el doble discurso, fue el estilo imperante.

La Concertación resultó permeable y funcional a la influencia de las grandes Corporaciones; como evidencia de esto estuvieron los contratos de Concesiones, leoninos para el Estado y los ciudadanos usuarios.

El despotismo cínico de la Concertación fue vestirse de socialistas, pero actuar en los hechos como eslabones de un sistema global altamente concentrador de la riqueza. Fue el cinismo en política, legislar por una parte para reparar a los exonerados políticos por el daño patrimonial causado al ser removidos por el régimen militar, y luego incumplir lo que dice la ley, violando sus derechos adquiridos y repartiendo pensiones mínimas que violentaban el espíritu de la ley. Cinismo político que significó abrir la Comisión Valech y colocar un silencio de 50 años respecto a sus conclusiones, limitando a las víctimas actuar ante la justicia para denunciar a sus victimarios.

Fue cinismo político hablar de gobierno ciudadano y de participación, cuando las decisiones cruciales se tomaban de espaldas al pueblo, de manera inconsulta y a puertas cerradas, o bien se generaban inoperantes y gigantescas comisiones que conducían a vías muertas, mientras los hechos consumados favorecían a aquellos poderes que usaban conspicuos lobbistas, quienes tenían fácil acceso a palacio, recurriendo a vínculos cultivados en épocas de revolución y exilio. Es lo que se repitió desde la revuelta de los pingüinos y se vio en el apoyo testarudo a proyectos que tenían un extendido rechazo social y ambiental

Por todo lo expuesto, por esa gran masa de chilenos que se automarginó de la política, por los que exploraron una alternativa diferente que los interpretase con mayor sintonía, la Concertación perdió el gobierno. Así se vio venir en las elecciones municipales, cuyos resultados cualquier político no obcecado habría leído con lucidez.

Y perdió porque no pasó el filtro que puso la ciudadanía: la probidad y la transparencia. El sentimiento mayoritario de chilenos que rechazan la corrupción, venga de donde venga, y que por ende rechazaron, con un voto de omisión o abstencionismo, el relativismo moral y el cinismo político que mostró la Concertación, cuesta abajo en la rodada.


Atacama, sábado, 03 de abril de 2010


Una mirada libre a nuestro entorno