viernes, abril 05, 2024

Detengan la cínica Guerra


¡Detengan la barbarie!

Como un bien común, que a veces no atesoramos debidamente, la paz es esa capacidad de salir de nuestras casas, cada día con un nuevo afán, trabajando para pagar nuestros compromisos, para comprar en el mercado, para educar nuestros hijos, disfrutar de algún café de risas y sueños, en algún recodo de amistad, y volver por la tarde al regazo, con los seres queridos y encontrarlos vivos, alegres. Es la vida en paz, una situación de simplicidad que se parece al amor. Esa paz que anhelan muchos pueblos destrozados por la guerra y por quienes se estremece hoy la conciencia humana.

Es lo que le han arrebatado al pueblo palestino, a los miles de niños que han nacido y muerto en una pesadilla. Los palestinos que solo han aspirado a ser reconocidos y respetados como un Estado soberano, exigiendo que se cumpla la Resolución 181 de 1947, que dividió a Palestina en dos Estados, Israel y Palestina. Dicha resolución ha sido irrespetada persistentemente por el sionismo expansionista, que ha ido ocupando con sus colonos esos espacios, buscando la dominación total de Gaza y Cisjordania. Lo que está sufriendo el pueblo Palestino en la franja de Gaza es el exterminio metódico de su población, con decenas de miles de muertos, la mitad de ellos niños, y cerca de dos millones de desplazados a la frontera sur con Egipto. Israel ha pretendido defender y justificar los bombardeos indiscriminados en “el derecho a autodefensa”, luego de los ataques del 7 de octubre 2023. El gobierno sionista, sustentado en la tesitura teocrática de una guerra santa como pueblo elegido, ha ocultado su interés profundo de ocupar y anexar todo ese territorio para hacerse de los recursos gasíferos del litoral de Gaza, para así convertirse en el proveedor de gas a Europa, generando una ruta alternativa de suministros a lo que sería la ruta de la seda que ha venido implementando China a través de Euro-Asia.

La Guerra Cínica

Estamos en una Guerra extendida, donde Rusia está luchando en Ucrania contra una OTAN que ha buscado cercarla. Con la conducción mesurada de un Vladimir Putin frío, que ha contenido sus acciones militares para acotarlas al territorio de Ucrania. Por otro lado, en el Medio Oriente, el Mar Rojo, hay una escalada, con Israel demoliendo Gaza y Yemen torpedeando navíos con cargas para o desde Israel. Éste atacando el Consulado de Irán en Siria, enseguida, el anuncio de represalias. Una vorágine de incertidumbre cruza el mundo. Conflictos y belicosidades múltiples, la masacre terrorista de la sala de conciertos Crocus City Hall, la respuesta rusa de castigar a los autores intelectuales...

Una guerra cínica que también es mediática. Se la llama guerra híbrida, donde son milicias, grupos o ejércitos mercenarios los que actúan por cuenta y orden de los Estados, sin que exista una declaración formal de guerra. En una mirada a este instante mundial, se observa que los campos bélicos en Ucrania, Siria, el Líbano están siendo el laboratorio de ensayo de armas de enorme poder. Sin llegar al arma nuclear, es tal la efectividad de los misiles hipersónicos y de los drones, que todas las concepciones clásicas de la guerra convencional deben estar hoy en revisión; como también las aristas de la guerra cibernética, que se ha venido desplegando con uso de tecnologías de punta.

Frente a estos escenarios apocalípticos, sin embargo, es probable que el peso político de la superpotencia emergente, China, con la alianza creciente que constituyen los BRICS, probablemente, disuada a las élites de Occidente, de seguir buscando mantener el sistema unipolar de dominación mundial generado en 1947 y, quizás, se frene la escalada y entremos a un sistema multipolar de relaciones internacionales, sin un hegemón que imponga un orden neo colonial y la paz de los sepulcros, sino un sistema multipolar, más equitativo, con un nuevo orden mundial. Es probable que, mediante un equilibrio relativo entre fuertes poderes militares disuasivos, se llegue a la cordura de una paz basada en esa conciencia de riesgo de autodestrucción global.

Como humanidad, hemos presenciado impávidos un genocidio, mientras la cortina de humo de las cadenas occidentales, ha intentado frenar y ocultar el clamor de los pueblos: ¡Detengan la barbarie!

La ONU ha demostrado ser inútil, precisamente porque en ella ha existido la ficción de igualdad jurídica entre los Estados, pero, en el Consejo de Seguridad se refleja el orden de pos segunda guerra mundial, donde las potencias vencedoras se reservaron el derecho a veto, impidiendo una mínima acción internacional, que frene los bombardeos de Israel sobre Palestina. Sobrepasando todos los límites del Derecho Humanitario, Israel ha resistido la reciente Resolución que ordenó un Alto al Fuego y ha asesinado a voluntarios que entregaban ayuda de alimentos a los desplazados palestinos al sur de Gaza.

Por una Cultura de la Vida

Lejano a ese infierno, cerré los ojos y me trasladé al horror de Palestina y sentí, estremecido, la dialéctica perversa de las guerras genocidas, sin respeto a templos, hospitales ni escuelas. Un genocidio que ocurre con esa agresividad amoral e impersonal de un juego de video, sin declaraciones diplomáticas previas, como ataque preventivo, para que los pueblos tildados como enemigos, algún día, eventualmente, no vuelvan a levantarse en armas y agredir a su opresor.

La cultura necrofílica versus la cultura de la vida. Para entender la profundidad del dolor que sufren los civiles en esta guerra cínica, que nos llena de imágenes aterradoras, he mirado mi ciudad, Valparaíso, con su colorido, con sus afanes cotidianos, con sus habitantes superando infortunios. Y me la imaginé, por un instante, ardiendo, con grandes columnas de humo, bombardeados sus hospitales, sus iglesias, sus colegios; sin energía, sin agua, envuelta en una enorme catástrofe, con sus universidades y su puerto destruidos, con drones asesinando a hombres, mujeres y niños, por ser potenciales enemigos. Frente a nuestros ojos ha venido transcurriendo este conflicto, mientras la industria armamentista se congratula por sus facturaciones y es cómplice del genocidio y busca más espacios donde provocar guerras y seguir su próspero negocio. Con una crueldad exacerbada, con asimetrías profundas, gente común y corriente es masacrada, la instantánea comunicación nos va mostrando la escalada y la guerra es la coronación de la muerte, asolando esperanzas, con sus vicios, sus mentiras, con violaciones a niñas y mujeres, con ejecuciones sumarias, sembrando odio por dinero, con torturas, con hambrunas colectivas, pestes y gigantescos desplazamientos de población. Los traficantes de armas y los mercenarios (sociedades anónimas que venden sus servicios de muerte) lucran de la logística bélica y como es necesario usar drogas para incentivar la barbarie, la disponen a sus anchas. La guerra no es contra un enemigo uniformado, se desarrolla soterrada, sin una declaración formal, es una simple carnicería contra la población civil, donde todos pasan a ser peligrosos, con la lógica asesina de prevenir males mayores, los civiles somos un mero daño colateral. No valen los Convenios de Ginebra para los prisioneros de guerra, no habrá Corte Internacional de Justicia para los genocidas, el Derecho se pierde entre montañas de cadáveres, consecuencia de las maniobras de bombardeo y tierra arrasada. La guerra de hoy es peor que lo imaginable.

Ante la escalada del horror y ante una inminente conflagración mundial, los pueblos debemos mantener una voz activa por la paz frente a la ley de la selva imperante. Roguemos que no sea demasiado tarde.

Valparaíso, 5 de marzo 2024

Hernán Narbona Véliz, Una mirada libre a nuestro entorno