Volver a creer: la política desde lo social
A
escasas tres semanas del plebiscito del 25 de octubre y a 32 años del
Plebiscito de 1988, el escenario político es de una coalición oficialista que
logra unirse y, además, extiende sus cazabobos, por los medios que controla,
instalando sus quintacolumnas para dividir, confundir, desinformar, mentir. Del
otro lado, la desunión que irrita. El individualismo neoliberal ha calado
hondo.
Todo
el poder mediático del poder se coordina con eficacia para distraer del foco
principal a la ciudadanía. Los partidos instrumentales, desprovistos de
propuestas programáticas, se dan vueltas en su propia dinámica electoralista,
ensimismados en cuidar sus maceteros de poder para persistir o surfear las
turbulencias en ciernes.
Lo
patético de esta constatación es que las redes sectarias, pactos de silencio y
encubrimientos a sus corruptelas, construidas con un cínico pragmatismo,
parecen mantenerse intactas, como hilos que hacen funcionar una anquilosada
marioneta. Los que mueven esos hilos son parte estructural del sistema que se
aspira cambiar. Son el problema.
Los
emplazamientos a la unidad desde las organizaciones sociales tampoco conforman
una voz armónica, siendo más bien un gran griterío, un hablar todos juntos, sin
intentar al menos escucharse. Importa quien gana cámaras, en un egocentrismo que
atenta contra la unidad de propósitos. Gritar, manifestar, sirve para ser
opositores, pero no para gobernar. Ser gobierno exige ordenarse, porque no
somos montonera, no podemos correr todos detrás de la pelota, si hacemos una
comparación futbolera.
El
poder se complace de la división que observa en el movimiento social y tolera
esa ola de expresiones que circulan minuto a minuto por las redes sociales. A
ello agrega sus fake news y una inundación de coloquios paralelos, más una
franja que nadie ve.
Mientras
ello ocurre, los partidos políticos de una imaginaria oposición han sido
incapaces de resignar sus cálculos cortoplacistas para tratar de recoger, hacer
suyas y reflejar las demandas de la ciudadanía. Como bien lo ha dicho el
Senador Alejandro Guillier, los políticos están pensando en los 4 años y lo
importante es el proceso constituyente, que nos marcará por 40 años. "Hay
más progresismo en la sociedad civil que en el parlamento"
Hay
una crisis de confianza que cruza la sociedad chilena, y eso complica el
acercamiento colaborativo de las diversas agrupaciones, todos caen en el juego
de la duda respecto a lo que escuchan, tratando de adivinar en los otros,
segundas intenciones. Desde esta tribuna hemos postulado un conjunto de
principios para vertebrar un diálogo programático. La Mesa Coordinadora por los
DDHH de Valparaíso publicó un Manifiesto Constitucional, pero falta un
liderazgo que ordene la energía dispersa, si se quiere resultados de fondo y no
un mero desahogo. La oportunidad de cambio se debe asumir con un compromiso
genuino.
La
falta de un liderazgo aglutinante se hace sentir,
Chile está arrastrando décadas de abusos y de una forma clientelista de hacer
política, un placebo de democracia. Y, cuando hace falta aunar visiones para un
país más humano, las comunidades que no creen en los políticos en ejercicio,
salvo contadas excepciones, vuelven sus ojos a líderes sociales que estén
avalados por su consecuencia e integridad.
Ha
sido el caso de la candidatura del vocero de MODATIMA, el ingeniero agrónomo,
Rodrigo Mundaca, que tiene décadas luchando por la recuperación del agua y la
defensa del medio ambiente.
Con
espaldas internacionales, Mundaca representa la esperanza de los territorios de
una participación efectiva y una nueva forma de hacer política. Quizás por
ello, el Frente Amplio ofreció su alero para que sea el candidato a Gobernador
por Valparaíso, porque esa alianza con un movimiento social de gran legitimidad
le hace bien a este grupo que se ha deteriorado como fuerza distinta, al caer en
las mismas malas prácticas de los partidos tradicionales. Aunque tenga que
asumirse como una alianza necesaria para poder competir, lo real es que Rodrigo
Mundaca tiene su fuerza propia porque responde a lo que la gente espera de sus
representantes populares.
Líderes
en quien se pueda creer y entregar un mandato, sabiendo que rendirán cuentas y
que no traicionarán a sus mandantes. Una luz de esperanza en medio del
desconcierto ético que se vive en toda la institucionalidad. Líderes que no
sean discursivos, que practiquen sus dichos y que exista evidencia de su integridad.
Líderes sin tejado de vidrio, ni financistas emparentados con el dictador.
La
construcción de una plataforma unitaria es un tema de ética, una hoja de ruta
que la sociedad civil debe fijar para que los constituyentes la cumplan. Porque
en este orden de ideas, la civilidad, el pueblo de a pie, no va a dar un cheque
en blanco para sufrir de nuevo la traición y la frustración que sufrimos
después que, supuestamente, recuperamos la democracia.
La
sociedad civil está por la determinación soberana de trabajar con personas que
provienen del pueblo común y comparten los sueños de justicia social, porque
han sufrido en carne propia la desigualdad y levantado la voz por esas causas
populares. No se va a equivocar de nuevo, eligiendo a los mismos de siempre,
aquellos que han profitado de la situación imperante. Los que hablan con la
izquierda y cobran con la derecha.
En
este tiempo urgente unámonos con consciencia critica, sumémonos detrás de
líderes sin tejados de vidrio, honestos y consecuentes. Votemos Apruebo
+Convención Constitucional, cerrando filas, codo a codo, enarbolando principios
básicos que conformen un sueño colectivo, para recuperar las confianzas y
generar la necesaria unidad de acción, desde el pueblo soberano.
Hernán
Narbona Véliz, Periodismo Independiente, 04.10.2020
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