domingo, noviembre 15, 2009

Te invito a la Revolución




Te invito a la Revolución



Reflexiones sobre la sociedad actual. Los medios de comunicación masivos, la política, el marketing, etc. Con gran sarcasmo el autor analiza el lugar que tendría hoy una invitación a la Revolución.

Fue una de esas ideas que te llegan de madrugada. Como acuñando una respuesta trascendental, pensando en prospectiva sobre cada variable que permitiría refundar una nueva utopía progresista. Animal político, al fin y al cabo, aspiraba a remover los tiempos perdidos y reemplazar el desencanto -que se cuela por los ojos como una espina constante- por un mensaje que apueste a los bríos transformadores de la juventud.

La frase me despertó con una dosis de increíble optimismo: te invito a la Revolución. Según la Real Academia Española (creí prudente refrescar la memoria para las personas que olvidaron el término), “Revolución” es “Cambio rápido y profundo en cualquier cosa”. Pero, me quedé pensando, ¿sería convocante una invitación como ésta?

Imaginé que los que están habituados al marketing político, post-régimen militar, ofrecerían para esta invitación su propuesta comunicacional, para “reposicionar imagen”. Lo que no se difunde no existió, es una de sus máximas. Luego vendría el presupuesto para lanzar la Revolución: muestreos, encuestas, focus group, diagrama, arte, impresión, gigantografías, medios, cuñas publicitarias, videos clip, pintores de muros, engrudadores de afiches. Promotoras, pósters, llaveros, calcomanías para los automovilistas, marketing directo telefónico, sitio web, mailing personalizado, compra de bases de datos de todos los segmentos que interese para la campaña... Es cosa seria colocar en el imaginario colectivo un producto como “la Revolución”.

Sobre todo si el léxico tiene tantas connotaciones encontradas, tantos apellidos e interpretaciones. No es lo mismo que convocar a un casting o invitar a un desnudo masivo con Túnik. Además, acá no serían sólo los evangélicos los que saldrían a realizar contra manifestaciones. No faltaría el abogado trasnochado – como yo lo estaba - que invocando decretos secretos aplique la Ley de Seguridad Interior al sustantivo Revolución, antes que se haga verbo y se torne peligroso.

Y yo quería sólo retomar literalmente el sueño en medio de la madrugada. Te invito a la Revolución. Pero el asunto seguía complicándose ante las implicancias de la sociedad mediática. Alguien sugeriría volcar la revolución a un reality show, donde los revolucionarios desplegaran sus propuestas de cambio en un espacio que contara con la interactividad a través de los celulares. Total unos 50 mil llamados diarios de mensajes desde el celular producen una suculenta facturación; una verdadera alcancía con un millón de chanchitos electrónicos y manuales, conectados al monumental bolsillo de las multinacionales, que colocan su plataforma para practicar esta comunicación masiva.

Por ese lado, comienza a hacerse interesante la idea de la Revolución... Sin embargo, se necesitarían actores bien parecidos y los revolucionarios dueños de la idea deberían ser sometidos a una previa liposucción y cirugía reparadora. Varias horas de gimnasio supervisado y tendríamos a los revolucionarios preparados para caminar con su pretendida revolución por la sociedad mediática. Finalmente, vendría la captación de sponsors. Como se trata de una idea con reminiscencias fuertes en la población que bordea los 50, debería buscarse la participación de alguna compañía de seguro que ofrezca jubilación anticipada y una firma tipo “parque del consuelo” o algo parecido. Pero, si la Revolución buscara motivar a los jóvenes, no hay caso, se debería diseñar un spot con un fondo axé y fuertes mensajes referidos al placer sexual.


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Artículo publicado el Año 2002 en Política y Actualidad, Universidad del Salvador Buenos Aires y en el Gran Valparaíso.
Una mirada libre a nuestro entorno

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