Reflexiones
para el Debate Ciudadano.
Este verano
está transcurriendo en un clima confrontacional, maniqueo y fundamentalista,
que impide debates serios del tipo de sociedad que los chilenos debemos darnos.
Sin entrar a discutir de los orígenes y causas de este clima belicista, cabe
anotar que la ciudadanía movilizada nunca ha estado en guerra, pero sí tuvo que
escuchar del Presidente Piñera una declaración de guerra y una sostenida
política que ha centrado la energía en reprimir y desinformar, con todo el peso
de los medios oficiales de comunicación, de propiedad de los grupos económicos
y financiados por una generosa propaganda gubernamental. Sólo gracias al
fenómeno de las redes sociales y las diversas expresiones de periodismo
independiente, es que se logra un relativo contrapeso a la propaganda oficial.
La campaña
del terror busca asustar a las masas en función de una falacia. Una nueva
Constitución llevaría al caos económico, a la pérdida de los logros de Chile en
la experiencia del neoliberalismo. Se caricaturiza con un comunismo que se
apropiaría de los patrimonios de las personas, que el Estado lo concentraría
todo, que empeoraría la calidad de vida de las personas.
Tengo 50
años de vida profesional y en esa trayectoria he sido Consultor Internacional
de Naciones Unidas, el BID, ALADI y de OEA, apoyando la implementación de
políticas públicas de promoción de inversiones y exportaciones, modernización
aduanera y organización de consorcios, cooperativas y joint ventures de
Exportación, en numerosos países de América Latina y el Caribe. Paralelamente,
trabajé como Académico en la Escuela de Gobierno y Gestión Pública de la
Universidad de Chile, desarrollando programas de fortalecimiento de la
Cancillería en materia de Negocios Internacionales. Integré al final de los 80
los equipos económicos que buscaban desarrollar la Segunda Etapa del Proyecto
Exportador y fuimos profesionales que vimos frustrados numerosos proyectos de
industrialización de materias primas, por la realidad de los acuerdos cupulares
de la clase política, que abrazó el modelo heredado de la dictadura y, lo que
es peor, lo profundizó y lo hizo más inhumano, privatizando el agua, entregando
las riquezas mineras a grupos internacionales, celebrando privatizaciones o
concesiones de empresas públicas, como puertos, carreteras, sanitarias.
La
imposición de una doctrina económica concentradora de la riqueza, cuyas
consecuencias han quedado en evidencia en el estallido social de octubre,
significó endiosar al mercado irracionalmente, toda vez que las experiencias
capitalistas del mundo desarrollado tienen todas la participación reguladora y
fiscalizadora del Estado, el cual, en mayor o menor grado, se ocupa de fijar
planes de desarrollo con la energía privada, pero enmarcándola en necesarias
normas y ejemplares sanciones en caso de incumplimiento de las mismas.
Creo
interpretar a la gran mayoría de los que critican este sistema por inhumano y
corrupto, al señalar algunos parámetros que responden a la campaña del terror,
como ideas fuerza que darían forma a relaciones económicas de mayor equidad y
sustentabilidad en visión de Estado y de largo plazo.

La
ética de la sociedad que se busca recuperar, implica reglas de conducta, de
decencia, en lo público y lo privado. La
planificación participativa e indicativa significa desconcentrar poder público
en los espacios territoriales regionales y comunales, para que, terminando con
el presidencialismo actual y el centralismo que hace que todo se decida en la
capital, permita generar obras de infraestructura, en coinversión de agentes
económicos privados, nacionales e internacionales, con el Estado.
El
Estado debe ser responsablemente quien planifica con la participación de la
sociedad civil y las cámaras empresariales los planes de desarrollo. El Estado debe Regular con Transparencia las relaciones de colaboración
público-privada, sacándoles todos los vicios que han venido corrompiendo su
funcionamiento expedito y eficaz. La participación de la gente en los proyectos
no sólo debe ser de información, sino también de fiscalización y auditoría, de
manera que no existan nunca más sobreprecios en obras públicas que vayan al
enriquecimiento ilícito de políticos y funcionarios de turno, porque eso
arruina el mercado, traiciona la leal competencia y lleva a la concentración de
la riqueza en los peores delincuentes que se haya conocido, los que se coluden
en impunidad para abusar de las grandes mayorías.
El
Estado debe ser un Fiscalizador efectivo, es decir
que actúe con eficiencia en los recursos y eficacia en los resultados, para lo
cual se debe dotar de mayor autonomía a los entes fiscalizadores, tales como
SII, Aduanas, Contraloría General de la República, Superintendencias, Servicio
de Salud, SAG, Ministerio Público. En la actualidad, sufrimos un Estado débil
que, sin recursos adecuados, es normalmente frenado en sus fiscalizaciones por
la acción de los lobistas y los grupos de presión.
Si se
recupera el rol fiscalizador del Estado, se podrá frenar la evasión fiscal, las
condonaciones escandalosas que logran del Fisco, las grandes empresas. El corazón de la crisis ética que es causa del mayor descontento
popular, está en este punto. Queremos un Estado que sancione con rigor a los
corruptos, como en Alemania, Estados Unidos o Escandinavia. Los agentes
económicos deberán entender que se terminó la plata dulce y que Chile empezará
a fiscalizar en serio a empresas privadas y públicas.
El
Estado debe promover la Dignidad Social, corrigiendo
el populismo asistencialista que se ha aplicado con criterios clientelistas en
el modelo vigente. La entrega de bonos como se realiza hasta ahora, perpetúa
las condiciones de dependencia de quienes son estratificados como pobres en las
fichas sociales. Una promoción integral de las comunidades debe generar la
responsabilidad individual y colectiva para la solución de los problemas,
fomentando acciones cooperativas que sean sustentables y que se conjuguen con
educación gratuita y salud garantizada para las familias. Las acciones de
colaboración significa organización de los barrios como un estilo permanente de
civismo y ayuda mutua, que potencie la iniciativa y la innovación en materia
social. Se deberá fortalecer la inversión en los establecimientos productivos
de mediana y pequeña empresa. Se devolverá al BancoEstado su rol clásico, como
banca pública de desarrollo, que permita regular las tasas de mercado.
Las
empresas públicas del Estado, como Codelco, Enami, ENAP o BancoEstado, dejarán
de ser ghettos autónomos y privilegiados y su
objetivo será atender al bien común, con remuneraciones justas, pero que no
signifiquen asimetrías enojosas, respecto al trato laboral del resto de la
Administración del Estado.

La
economía mixta será un capitalismo ordenado a través de una regulación y
fiscalización permanente del Estado y la sociedad civil y sus organizaciones
sociales, con capacidad estatal para emprender proyectos que el país requiera,
ya sea en forma directa o en coinversión con inversionistas privados, pero
siempre con transparencia y rendición de cuentas. La clave es que nadie quede
fuera de la fiscalización cruzada y la mirada fiscalizadora de la prensa libre
y la sociedad civil.
Se
deberá crear el Defensor del Pueblo, OMBUDSMAN, que actúe como la Defensoría del Pueblo en diversos ámbitos, como
Salud, Educación, Mercado Financiero, Libre Competencia, Vivienda.

Una economía
de mercado con estos equilibrios impedirá que existan acciones impropias de los
grupos económicos. Lo cual significa erradicar la delincuencia que nos ha
abusado por décadas.
Motivos
de fondo para sumarse al APRUEBO NUEVA CONSTITUCIÓN Y CONVENCIÓN CONSTITUYENTE,
EL 26 DE ABRIL
Hernán
Narbona Véliz, Periodismo Independiente, 12 de febrero de 2020
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