Parece increible, pero cierto.
Ha cundido la temeraria sensación de que la crisis de los mercados de valores mundiales no nos tocará. Embaladas en la fiesta patria larga de este año, las personas no alcanzan a visualizar el grave riesgo de estas turbulencias.
El dólar ha subido y vuelto a bajar. El desconcierto cunde y la Presidenta de Chile fustiga a la codicia ante la Asamblea de Naciones Unidas, exigiendo más control sobre los mercados, cuestion que significa postular una reforma de fondo al rol de los bancos centrales en los mercados de valores. La irresponsabilidad de la banca que concedió créditos que resultaron incobrables, fue fruto de la ambición que rompe el saco.
El rescate que ha ensayado el gobierno de Estados Unidos, enfrenta hoy los frenos del Congreso y las expectativas se acrecientan y el petróleo ha vuelto a pegar un salto alcista.
Chile y sus AFP tienen fondos y títulos colocados en los mercados bursátiles del hemisferio norte y una pérdida de valor impactará sobre los ahorros previsionales de millones de afiliados.
¿qué deben hacer las familias para prevenir una pérdida de sus patrimonios?
¿qué medidas apuntan a paliar el precio excedido de energía y dividendos de la clase media?
¿cómo frenar la especulación que agudiza la crisis?
Las grandes masas, esa chusma inconsciente de la que hablaba Arturo Alessandri Palma, se verán afectadas en sus ingresos, en su poder adquisitivo y en su calidad de vida. A los más pobres les llegarán medidas de asistencia y ellos celebrarán el dieciocho chico sin percatarse de esa globalización que impera por encinma de nuestra realidad. Los sectores más informados tienen mayor claridad de su situación y deben pagar todos los costos, sin ninguna ayuda.
Es el momento de frenar, aprender a comprar, refinanciar las deudas, buscar alternativas frente a los especuladores.
Quizás una buena oportunidad para impulsar una mayor asociatividad de los consumidores y una participación efectiva de los ciudadanos.
Una mirada libre a nuestro entorno
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