viernes, enero 15, 2010

Nada volverá a ser igual


Hace veinte años la civilidad movilizada recuperó la democracia por la fuerza del sufragio, después de 16 años que le fuera arrebatada por el golpe de Estado de 1973. Esa civilidad había elevado un sueño de país, recuperar la libertad y la dignidad arrebatadas. Su sensibilidad política tenía raíces históricas en los Frentes Populares o en la Revolución en Libertad. El corazón progresista de esa civilidad tiene una visión social que maduró tras largos años de represión, persecución, muerte y exilio.
Sin embargo, los tentáculos del sistema heredado de la dictadura fueron aplacando sus ansias de democratización y cayó en  nuevas alienaciones, el consumismo exacerbado y el hedonismo.

Con los miedos de la transición encima y el ruido de sables en la trastienda, las cúpulas partidarias ignoraron metódicamente a los líderes sociales, por ser conflictivos y críticos.

Esa desmovilización y despolitización de la ciudadanía significó que los noventa fueran una década perdida en materia de avances democráticos, un costo patético de la transición.

En el primer año del gobierno de Michelle Bachelet, una nueva generación, adolescentes y púberes de la secundaria, los pingûinos,  remeció el sistema. Luego fueron los empleados fiscales, la ANEF. En estas elecciones ese pueblo concertacionista comenzó a agitarse con una fuerza centrífuga, que partió con el enorme error de negar primarias abiertas. Una reacción interna sacudió a la coalición oficialista, denunciando las malas prácticas en que cayeron esos grupos sectarios que por 20 años han controlado el poder al interior de los`partidos de la Concertación. Esa reacción se expresó en la primera vuelta presidencial del 13 de diciembre.

Frente a la emergencia de poder perder el gobierno y enfrentar la probabilidad de que la Presidenta que ha logrado la mayor popularidad tuviera que entregar la banda presidencial a Sebastián Piñera, en las últimas dos semanas la Concertación recurrió al ADN progresista de la mayoría de los chilenos, ese 55% que sumaron en la primera vuelta Jorge Arrate, Marco Enríquez Ominami y Eduardo Frei. Hoy tras la candidatura de Frei el progresismo ha logrado movilizar sus mayores reservas.

De ganar Frei el domingo, no tendrá ese período de gracia que se le concede a los nuevos presidentes. Tendrá la presión tajante del pueblo concertacionista que lo habrá elegido con una serie de condiciones, compromisos de profundización democrática y un abordaje decidido de deudas sociales, políticas y ambientales que la concertación mantiene con su propia gente.

ME-O ya anunció que organizaría una oposición crítica, exigiendo cambios cualitativos en la forma de hacer política. La derecha en una quinta derrota reaccionará negando la sal y el agua, tratando de boicotear las reformas. No será fácil y el único recurso democrático será mantener al pueblo concertacionista movilizado en función de grandes cambios de fondo, como lo serían una AFP pública, una reforma tributaria, una modernización del Estado que haga más eficiente el gasto social.

Si gana Piñera, será el término de la Concertación y se producirán nuevos referentes de centro izquierda o de un liberalismo socialdemócrata, que competirán por dirigir la oposición a su gobierno. La UDI  le aportará a un eventual gobierno de derecha, esas bases populares que ese partido supo arrebatarle a la Concertación por negligencia de sus cúpulas que se miraron el ombligo por largos años. El Partido Comunista ha sido el único partido que supo mantener sus vínculos con la gente en las poblaciones.

De cualquier forma, se ha cerrado un ciclo. Hay cadáveres políticos caminando. Hay facturas a diestra y siniestra que causarán heridas profundas. 
Estamos viviendo el inicio del Bicentenario. A partir del domingo por la noche, ya nada será igual.
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Atacama, sábado 16 de enero de 2010.


Una mirada libre a nuestro entorno

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