Estamos en medio de un gran cambio que nos exige abrir la mente y cambiar los paradigmas con que leíamos nuestra sociedad. Las relaciones internacionales, las locales y las personales han sido remecidas por la combinación de pandemia más crisis económica y social. Se advierte el fin del modelo de capitalismo salvaje y depredador, en el cual se normalizó el abuso y la desigualdad.
El
individualismo ha sido también destructor de la cooperación y la buena
vecindad. El sálvese quien pueda, que marcaba el estilo winner, va de salida,
porque sobrevivir a la pandemia y la desprotección de un Estado al servicio de
una minoría dominante, ha exigido volver al colectivo, a la auto ayuda, a la
colaboración, a la gratuidad que se expresa en trabajar por un barrio, por una
ciudad, por una región.
Esa
mirada nos ha hecho abrir caminos para un país distinto. Se ha extendido como
una gran ronda por la vida, porque hay que sobrevivir y salir jugando,
caminando codo a codo hacia un país decente, en el que recuperemos las confianzas,
rotas por la corrupción desvergonzada que se ha conocido por décadas y en
impunidad.
Soplan
aires de cambio en América Latina y la gran palanca para demoler los muros de
la concentración de la riqueza, ha sido la consciencia del pueblo, que se reconoce
soberano, que pone en práctica la igualdad de género, que proclama el rescate y
el respeto de la naturaleza, que participa, debate, vigila y propone los
principios de una sociedad en que se respete la vida, por encima de la
iniciativa privada.
Se
siente en el ambiente un gran cansancio y agobio, pero acompañado de ese coraje
necesario para escribir una Constitución sin eufemismos, en donde se recupere
un Estado orientado al bien común, protector del territorio y garante de los
derechos humanos, sociales, políticos y económicos.
En
las elecciones que hemos vivido, se ha legitimado y ratificado
institucionalmente lo que se proclamaba en las calles durante la explosión social de octubre 2019, ya que,
pese a todas las argucias de la élite política, los independientes han
instalado una fuerza gravitante en la Convención Constitucional, con la clara
voluntad de cambiar el modelo, sin medias tintas, desmontando los pilares del
neoliberalismo, esa maquinaria que permitió a una minoría enriquecerse y
depredar la naturaleza, permitiendo el extractivismo sin límites.
Se
vive este domingo 13 la segunda vuelta de gobernadores y se percibe que lo
nuevo derrotará a la vieja política. En Chile se vive una experiencia inédita:
fuimos desde la dictadura el laboratorio donde se aplicó el capitalismo
neoliberal más salvaje, que permitió monopolios y abusos a todo nivel; ahora,
somos los que nos estamos sacudiendo, democráticamente, ese modelo, para
instalar reglas del juego con equilibrios de poder, desconcentración de la
riqueza, un Estado Responsable Garante de Derechos y una ciudadanía que vigile
en forma permanente el quehacer político y la gobernanza de los territorios.
Podremos
el día de mañana demostrar al mundo que hay alternativas para un país
distinto, donde se viva con dignidad, cooperación y esfuerzo. En ese nuevo Chile , la cultura
deberá ser la energía espiritual que nos permita recuperar la Memoria y abrazar
sin límites la creación de un país plurinacional y plurilingüistico, volviendo
a ser respetados a nivel mundial.
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