Ayer vimos en televisión una mujer de cuarta edad, 103 años que concurría a votar, dando un ejemplo
de civismo y esperanza de cambios. Sin embargo, cerca de 81% del padrón electoral
se abstuvo, no se levantó a votar.
¿Qué motiva esta abstención de 19,61% promedio? Démosle una vuelta.
¿Pobreza, miedo a contagiarse, el costo del desplazamiento a los locales
de votación?
En esta ocasión, cabe considerar que, por la alta cifra de muertos y
contagiados por el Covid, en la víspera
de esta segunda vuelta, se fijó una cuarentena total en Santiago, pero se
permitió ir a votar el domingo, con el pasaje de Metro gratis. Claro que hay
comunas que no cuentan con este servicio y la movilización en buses es escasa y
riesgosa.
Mucha gente se quejó de que las trasladaron a locales muy alejados,
existiendo otros en el mismo barrio.
¿Disposición de las mesas con un criterio de dispersión para que se
respete el distanciamiento preventivo?
Quizá, pero es notorio que SERVEL lo hizo sin tener en cuenta los
domicilios de las personas, la georreferenciación, enviándolas a votar a nuevos
locales alejados, existiendo puntos cercanos en su vecindario o donde acostumbraba
votar. Esto ha sido una torpeza, tal vez. ¿falta de dedicación para ajustar la
asignación de mesas a parámetros de geo localización? ¿acción torpe o intención
de dificultar el ejercicio del sufragio?
Otra causa profunda es la falta de educación cívica, falta de información sobre la relevancia que tendrán
los Gobernadores en la asignación de presupuestos a las comunas y planos reguladores
regionales. Pero, cómo decía el psicólogo Ángel Bustos, puede tratarse de
desesperanza aprendida, una situación psicológica en donde todo se ve negro y
sin posibilidad de cambio, es bajar los brazos en conformismo.
Nada mejor para la élite dominante que esta auto restricción de las personas
a cambiar el estado de las cosas. En términos similares, se podría hablar de
síndrome de Estocolmo, donde el secuestrado termina enamorado de su captor y lo
defiende y justifica. Debe haber algo de ello, después de 40 años de miedo
insuflado a la vena de la sociedad.
Otro motivo para restarse a votar puede ser la anomia, rechazo a lo
institucional, que se traduce
en marchar, romper los símbolos del poder, pero sin comprometerse con votar,
esgrimiendo una visión nihilista de la democracia representativa, verbalizando
revoluciones, pero en la práctica sin tener vocación de querer cambiar ese
modelo. Aparece una percepción de resistencia a participar en lo colectivo,
individualismo, banalidad, egocentrismo, escapismo.
¿Estamos frente a una degradación ética de la sociedad permeada por los
antivalores del sistema?
Vemos que la compulsión consumista es inversamente proporcional a la
cultura cívica de las personas. Largas filas en un mall, en una liquidación de
ropa o zapatillas, con riesgos mayores a la salud, por tratarse de recintos cerrados,
aglomeración, aire acondicionado, todo un ambiente que favorece los contagios.
Por otro lado, vimos ayer, casi vacíos, espacios amplios y seguros para votar,
con facilitadores que distribuyen alcohol gel y ayudan a un flujo rápido de
votantes.
¿Existió este domingo temor al hacinamiento en los buses o metro? Cada día y pese a cuarentenas que se pregonan
pero que se relativizan con permisos para empresas de primera necesidad, en
donde cabe de todo, se aprecia que el grueso de la población, por razones
laborales, por búsqueda de sustento los más, ha seguido circulando como tiempos
normales, siendo esto la principal causa de la escalada de la pandemia. Ésta ha
crecido en número de contagiados y fallecidos por la ineptitud de la autoridad,
pero también por la inconsciencia colectiva. Personas que deben salir porque nadie
las ha ayudado, y otras personas que, indolentes, se miran el ombligo y juegan
cada cual, su propia ruleta rusa, para ir de shopping o de fiesta. La verdad es
que la pandemia nos ha mostrado como sociedad en sus flaquezas y virtudes.
En cuanto a conciencia cívica hay algo claro en las elecciones de ayer: En las comunas acomodadas, la élite sí tiene
cultura cívica y defiende sus privilegios, concurre a votar, usa sus medios de masas para distraer, atemorizar, el anticomunismo entre
ellos, les funciona, imponen eufemismos, como llamar a la derecha
concertacionista, o como se dé en llamar ahora, como de “centro izquierda”, apostando
de nuevo a la ignorancia y desinformación de esos millones de habitantes que
siguen funcionando por la tele, por los matinales, y que son la caja negra de
la política actual.
Y dentro de este juego de poder, mientras la clase política sacaba sus
calculadoras, los médicos desesperados piden al Gobierno poder controlar la
gestión sanitaria de la pandemia,
gestión que siempre ha estado concentrada en un equipo obsecuente en torno al Presidente,
quien es, en definitiva el que ha conducido estos dos años de pandemia, manteniendo
un toque de queda y un estado de excepción que se contradice con esa manga
ancha que concede a las grandes empresas, para que sigan funcionando, con la
movilidad que hace imposible la trazabilidad de los contagios. Y , en cuanto a
ayuda, el gobierno fue ágil y generoso para trasladar susidios, desde el inicio
de la crisis, a los grandes grupos, a la vez que los ha mezquinado
persistentemente para el resto de la población.
En un testimonio estremecedor el Doctor Juan Espinosa Huircalaf señaló, en
Pauta Libre, que estamos en la tormenta perfecta, pronto superaremos los 40 mil
muertos y se nos están muriendo, en promedio, más de 100 personas diarias, entre ellos, jóvenes,
además, están llegando a la UCI personas que habían recibido las dos vacunas.
Reconoció que la vacunación había sido ejemplar, pero que la gestión de riesgo
había sido pésima, contradictoria, ambigua, generando en la población el falso sentido de seguridad por estar vacunados,
cuando ello no es real y se debe mantener distanciamiento, mascarillas,
precaución, evitando hacinamiento y movilidad.
Como corolario, mientras los hospitales colapsan y las clínicas privadas
cierran sus urgencias por saturación, se instala un gigantesco negocio a costa
de la pandemia: las clínicas privadas, muchas de ellas de propiedad de
consorcios internacionales, han hecho de la crisis sanitaria una gran
oportunidad de negocios, triplicando sus tarifas día/cama, llegando una hospitalización
a valores que no cubren las Isapres ni los Seguros, lo cual deja endeudados o en
la ruina, a pacientes que creían estar cubiertos ante una emergencia. Esto
muestra una vez más la perversidad del modelo, donde la especulación es parte
de una cultura de la muerte.
Desgraciadamente, los jóvenes no han ido a votar, en especial los de estratos populares y eso es peligroso, porque para gobernar se
requiere asumir responsabilidades, programas de acción, disciplina. Y esta
palabrita “disciplina” es resistida porque se la asimila a verticalidad y
autoritarismo. El individualismo, sumado al libertinaje y el clientelismo,
junto con paralizar, degrada y colinda con la flojera, la madre de todos los
vicios. Una doctrina de esfuerzo debiera motivar a una juventud que toma las
riendas de su destino, porque ha sido vulnerada y ha tomado consciencia de ser
poder; pero, el gran lastre es esa masa informe de la población, sin cultura
cívica, a la que le insuflan a diario el individualismo del sálvese quien pueda,
dejándola proclive a la corrupción, sin parámetros éticos. Reeducar para
conquistar con esfuerzo y persistencia un país distinto es la gran tarea
pendiente de la civilidad y esto es urgente para fortalecer la legitimidad de
cualquier sistema político que querramos construir.
Raya para la suma: votó
el 19 % del padrón electoral, lo que significa que los que han decidido en
materia de Gobernadores, salvo las excepciones de los que ganaron en primera
vuelta, son una minoría, con la evidencia de una gran caja negra, palpitante,
que es impredecible por su comportamiento errático o visceral. Más allá de las
marchas masivas de estos 30 años y de la explosión de octubre, caben serias
dudas sobre el compromiso de amplios sectores de nuestro pueblo por sumarse
responsablemente a la construcción y gobernanza de un país distinto, enfocado
al Bien Común.
Periodismo Independiente, Hernán
Narbona Véliz, 14.06.2021
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