Estamos viviendo un reordenamiento del poder mundial. Pasando de la globalización bajo un sistema unipolar, con una superpotencia militar hegemónica, Estados Unidos, a un sistema multipolar de relaciones internacionales, donde convivirán múltiples actores en interdependencia y colaboración. El equilibrio del terror nuclear aparece como telón de fondo y la sensatez de la negociación aparece como camino probable. Estamos en el punto de inflexión, donde lo que termina se resiste a hacerlo y aquello que emerge va perfilando a grandes trazos un nuevo trato internacional.
Cuando escribo esta columna he
imaginado lo que vivieron nuestros padres en la década de los 30 del siglo
pasado, quizás enamorándose al ritmo del charlestón, en una época en que se
incubaba lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Desde este lejano y pequeño
país del fin del mundo, seguramente ellos vivieron esa época, ignorando los procesos del poder,
sin percibir la tragedia que se venía a la humanidad. De hecho, las noticias
llegaban tardíamente, aunque en la
cotidianidad sí se iba viviendo la influencia cultural de las corrientes que
chocaban en Europa. El nacional socialismo, el anarquismo y el comunismo eran
doctrinas que se enfrentarían en esa guerra mundial, que duraría 6 años desangraría
a la humanidad, concluiría con las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, dejando
como legado el terror nuclear y esa guerra fría hemisférica entre Estados
Unidos y la Unión Soviética, URSS, que se pensó había concluido con la
desaparición del bloque soviético.
El equilibrio del terror significó
entender que si se apretaba el botón nuclear, se entraría en un suicidio que
destruirlas las civilizaciones.
Hoy, en esta escalada de la guerra
entre Rusia y Ucrania, que en realidad es entre Rusia y la OTAN, se ha vivido
un ensayo de poder bélico y económico entre Occidente, bajo la hegemonía de
Estados Unidos, y la Federación Rusa. En este ajedrez geopolítico, las piezas
del tablero se han movido en una dinámica previsible, pero sorprendente. La
OTAN, fue instalando un cerco en torno a Rusia. Rusia reaccionó buscando
consolidar un territorio de seguridad en la república del Donetsk que le permita vertebrarse con la
península de Crimea, la que le da a Rusia el acceso al Mediterráneo.
En este posicionamiento, Estados Unidos ha buscado alinear a Europa ampliando la OTAN con la incorporación de Finlandia. La operación militar de Rusia sobre Ucrania respondió como una acción preventiva, al cerco que iba organizando la OTAN en un espacio tan cercano a Moscú. Europa alineada con la OTAN aplicó sanciones económicas a Rusia, Inglaterra congeló las reservas de Rusia en Londres, todas medidas que pretendieron debilitar su economía. Sin embargo, los efectos de esas supuestas sanciones se han revertido contra la propia Europa. Alemania dejó de recibir el petróleo ruso. Un atentado destruyó el gasoducto de Nord Stream y, a partir de ello, Alemania tuvo que abastecerse de gas mucho más caro, lo que le hizo perder competitividad y como efecto de las sanciones a Rusia, se redujeron en un 42% sus exportaciones a ese socio comercial. Todo esto tiene a Alemania en una recesión técnica. En
conclusión, las sanciones que ha impulsado EE.UU, le han significado a Europa un disparo en la pierna, ya que se ha visto empujada a una escalada que ha demostrado su vulnerabilidad, toda vez que, en el frente de batalla, se ha comprobado que los sistemas de misiles Patriot, de defensa occidentales, han sido superados por las llamadas Dagas, misiles hipersónicos rusos.
En el plano económico financiero es
donde Estados Unidos y Europa han visto en este año de guerra, sus mayores
debilidades y amenazas. Rusia fue excluida del sistema SWIFT una organización
cooperativa con sede en Bélgica que canaliza los pagos internacionales, con
la pretensión de entrabar su comercio exterior. Sin embargo, Rusia
desarrolló su propio sistema, llamado PESA e iniciando un estratégico proceso
de desdolarización que ha abierto las puertas a un sistema monetario
multipolar, donde los países miembros el BRICS comienzan a transar su intercambio
en sus propias monedas, dejando de lado al dólar estadounidense. Y, en una
paradoja que evidencia el cinismo político de la élite europea, el petróleo
ruso, triangulado a través de India, ha seguido llegando mucho más caro a los
países europeos. El bloque que se ha
venido construyendo en esta desdolarización del comercio internacional emplea
la sigla BRICS para referirse conjuntamente a Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica. Al mismo se han incorporado países relevantes como Arabia Saudita,
Irán, Irak. El petróleo que se comercia entre esos países se transa con un
nuevo referente, la Bolsa de Petróleo y Gas Natural de Shanghai. Los
países asiáticos abandonan la Bolsa del Petróleo Brent y ponen término a la
obligación de usar el dólar en esos contratos.
El dólar, que ha liderado desde
Bretton Woods el sistema monetario internacional es desplazado en el comercio
mundial por un emergente sistema multilateral que está avanzando a pie firme como
un nuevo orden mundial, multipolar.
Las élites occidentales empresariales, políticas, militares, que desde sus espacios cupulares, como lo es el Club Bilderberg, ven en estos escenarios derrumbarse su sistema de poder hegemónico, están hoy impulsando el mantenimiento de la guerra en Ucrania, desoyendo las propuestas de una mesa de Negociación para la Paz, que han puesto arriba de la mesa China, el Papa y países de Africa. Prima su ambición de poder mantener el orden de los últimos 70 años, en que esas élites han dominado por encima de los Estados.
Si observamos el plano social, tanto
al interior de Estados Unidos como de Europa, se avizora un negro panorama.
Estados Unidos está a punto de caer en default, lo que significa que no podría
servir su deuda y sus bonos soberanos amenazan derrumbarse con un efecto recesivo
sin parangón. La solución política ha
sido permitirle al gobierno de Biden seguir emitiendo moneda dólar hasta el
2025, caminando al borde de un colapso. Los síntomas de depresión y
estanflación se extienden por Europa. Alemania, la gran locomotora está con cifras
rojas, Francia está en una extendida convulsión social, España ha dado un voto
castigo al PSOE y ha llamado a nuevas elecciones, Gran Bretaña se debate con
una crisis económica profunda después de dejar la Unión Europea.
Los únicos sectores que han ganado
con la guerra han sido los sectores industriales armamentistas de Estados
Unidos, y los que han manejado el gas y el petróleo que compra Europa.
Militarmente, los hechos han demostrado que Rusia y China estarían superando
tecnológicamente a la OTAN y el Pentágono.
La nueva Guerra Fría se está
imponiendo y la neutralidad de los países es una opción que tendrá poco margen
de maniobra. En América Latina, Brasil, con
Lula Da Silva, comienza a liderar una estrategia de mayor autonomía
regional. México, que ha sido amenazado
por republicanos de EE. UU. con una intervención militar en su territorio para,
supuestamente, combatir los cárteles del fentanilo, ha recibido el respaldo de
China, que le ha ofrecido su apoyo frente a esa amenaza.
El escenario es altamente complejo,
con múltiples vectores encontrados. La integración regional de los Estados se
ve dificultada por la intervención armada de fuerzas norteamericanas, como ha
sido el caso reciente en Perú. La hipótesis de conflicto que se perfila es por
el control de recursos estratégicos. Uno de ellos nos acerca al triángulo del
litio, donde confluyen Chile, Bolivia y Argentina. Este recurso valioso puede resultar un
objetivo geopolítico en esta dispersión del poder mundial, lo que llama a
seguir con atención lo que sigue ocurriendo minuto a minuto y que constituyen
acontecimientos que nos impactarán profundamente.
Invitamos a establecer conversaciones
sobre estos temas, que los medios oficiales, sesgados por los intereses de sus
propietarios, nos ocultan o tergiversan. Levantemos la mirada más allá de los
matinales, para leer, mientras sea posible, los hechos globales que determinarán
nuestro futuro próximo, para así prevenir lo que pueden significar para nuestra
cotidianidad. Vienen tiempos difíciles para la humanidad. Los vientos de guerra
son terroríficos, pero nadie debiera esconder la cabeza como un avestruz.
Hernán Narbona Véliz, Periodismo
Independiente,
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