¿Qué nos pasó, Chile?
Desde mi actividad periodística independiente en forma persistente, he venido analizando la realidad política nacional e internacional. Actualmente, como corresponsal del diario electrónico La Razón.cl quiero reflexionar sobre el complejo momento que atraviesa nuestro país, en momentos cruciales que culminarán con el ballotaje del 16 de diciembre próximo.
En este propósito quiero marcar algunas variables que, a mi juicio, integran las causas profundas de la crisis del progresismo en Chile y que derivan de un contexto internacional que es disruptivo de la geopolítica global. En este sentido, debo relevar el conflicto entre el globalismo corporativo neoliberal, en el cual se observan alianzas de la social democracia (PSOE) con el mundo multinacional; y, por otra parte, una tendencia nacionalista soberanista que se expresa principalmente en partidos europeos de ultraderecha y en el trumpismo. Se ha percibido el conflicto en los últimos tres años de guerra de Rusia con Ucrania y la OTAN, donde chocan demócratas y republicanos al interior de EEUU, el hegemón norteamericano que vive su propia crisis profunda. Ese conflicto geopolítico que enfrenta a EEUU y China, la guerra comercial y tecnológica, repercute en los países de la periferia, ya que los adversarios globales buscan ganar espacios, influyendo en las corrientes partidistas locales.
La social democracia chilena lideró por 30 años a través de la Concertación y el binominalismo. Posteriormente, ha sido
el Frente Amplio el que plantea una nueva izquierda, pero nada hizo su gobierno para que el primer proceso constituyente fuese aprobado.Por el contrario, hicieron suyas las teisturas globales, tales como la ideología de género, resignando lo sustantivo, eliminando de su programa reivindicaciones que encarnaban una posición desarrollista, con un Estado fuerte y probo, que pudiera recuperar su rol de locomotora en la economía, con dientes para fiscalizar y regular el sistema económico, procurando una mayor equidad. En la farandulización del debate político tales corrientes principistas fueron desplazadas por las pautas neoliberales y eso se plasmó en una izquierda sosa que no solo administró el modelo sino que lo mejoró, sirviendo a intereses neoliberales, que fueron permeando a los partidos con episodios sucesivos de corrupción e impunidad. Huelga mencionarlos porque son voz populi.
En el marco de un cambio global hacia un mundo multilateral, nuestro país va perdiendo su margen de maniobra regional y debe enfrentar una nueva guerra fría, soportando las retorsiones de un EEUU que trata con Trump de mantener un rol hegemónico, usando la fuerza para tratar de frenar la influencia de China en el tablero global. Pero esa pelea nos tocará pues nuestro principal socio es China y nuestra posición es estratégicamente neutral.
Trump no juega con diplomacia.Esa presión política se ha reflejado en una expansión de gobiernos anarco liberales, como el de Milei, que quieren retroceder en el gasto social y vender la ilusión de seguridad, que lleva a militarizar la gobernanza y gibarizar al Estado para dejarlo como una institucionalidad inútil para conducir, regular y fiscalizar. Tras lo cual se esconden intereses neocoloniales que buscar manejar los recursos de los países del patio trasero.
El gobierno de Gabriel Boric se nutrió del izquierdismo inocuo globalista y se viste con esas corrientes internacionales. En uno de sus primeros actos como Jefe de Estado suscribió el Acuerdo Transpacifico, TPP11, con una claudicacion de soberanía frente a las corporaciones multinacionales, lo cual vino a dar protección a los intereses foráneos y significó una pérdida del poder regulador que debe tener el Estado.
La ciudadanía vive en una sociedad que presenta una altísima perdida de credibilidad de las instituciones, en especial de.los partidos políticos que se han convertido en un universo fragmentado, pragmatico manejado en función de intereses propios, antes que por principios o proyectos de pais. Súmase a ello una enorme concentración de medios y redes sociales que usan ingeniería social para manipular las percepciones de las masas.
El descontento, la desconfianza, la falta de lectura y comprensión lectora, la administración de la mentira, son ingredientes de un cóctel que emborracha el sentido común de la gente.
El efecto pendular de Chile no es racional, es visceral y producto de percepciones que son inducidas al inconsciente colectivo. Pero este fenómeno es global, porque estamos en un cambio de orden, con una nueva forma de distribución del poder mundial. Y dentro de ello, la amenaza es perder soberanía. Quienes hacen gárgaras con la seguridad son los mismos que le quitan atribuciones al Estado para perseguir la delincuencia en todas sus expresiones. Los que quieren reducir al Estado a su mínima expresión son los que venden los países a los imperios de turno. Frenar al neo-fascismo es también cerrar filas como nación para defender nuestra integridad territorial, sin vender ni hipotecar a las próximas generaciones, cuidando un país para que el pueblo sencillo, la gente de a pie pueda soñar y ser felices, rompiendo el círculo vicioso de corrupción e impunidad.
Hernán Narbona Véliz
Periodismo Independiente
Corresponsal de La Razón.cl
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