domingo, julio 20, 2008

Hacia el post feminismo

En Chile, la mujer participó activamente de los movimientos populares de los sesenta y durante las crisis económicas protagonizaron una movilización activa y desestabilizadora, utilizando ese artefacto de cocina que en ese entonces marcaba su rol clásico de dueñas de casa, las cacerolas. El gobierno de Allende supo de los cacerolazos, al igual que en las protestas del 83 debió sentirlas Pinochet. Durante la dictadura, las mujeres, con sus hombres cesantes, presos, relegados o exiliados, trabajaron con imaginación para parar la olla, para mantener el baluarte de sus hogares, con imaginación, coraje y abnegación. Las ollas comunes, las guarderías comunitarias, fueron organizadas y dirigidas por mujeres pobladoras que abrieron puertas de esperanza en medio de una época de oscurantismo.


El feminismo es una corriente social y política que busca reivindicar la participación de la mujer en la sociedad, con igualdad de oportunidades respecto a los hombres. Es un movimiento que se generó en una época en que la mujer estaba sometida a reglas que le impedían tener acceso a la educación, a la política. La lucha por los derechos de la mujer, tal como el derecho al sufragio y el acceso a cargos que eran tradicionalmente territorio de los varones, se dio con fuerza y éxito en la primera mitad del siglo XX.

El concepto de feminismo es ambiguo por su amplitud. Hay aspectos que son hoy de aceptación plena, como lo son el acceso de la mujer a todas las profesiones artes y oficios y por ende a todos los ámbitos de la producción. Sin embargo, los fundamentalismos feministas han querido explicar la historia de la humanidad como una consecuencia de la organización patriarcal de las civilizaciones, lo cual ha planteado una suerte de lucha de géneros de las mujeres en contra de los hombres.

Gracias a la apertura cultural que aportó la incorporación de la mujer a la vida económica y política de la sociedad, cambió también la forma de pensar respecto de la sexualidad, erradicándose un machismo ortodoxo que separaba el placer sexual del matrimonio, separando a la propia mujer, novia, polola, a quienes “se respetaba” y tocaba sólo a efectos de la procreación, de aquellas otras mujeres, que eran objetos sexuales para proporcionar placer.

Este pensamiento imperante hace 50 o más años, fue quedando relegado con el cambio de actitud de las generaciones de la segunda mitad del siglo XX, que se llamaron épocas de destape o revolución y que coincidieron con momentos de salida de períodos autocráticos conservadores, que manejaban ese doble estándar respecto a la sexualidad.

En Chile, la mujer participó activamente de los movimientos populares de los sesenta y durante las crisis económicas protagonizaron una movilización activa y desestabilizadora, utilizando ese artefacto de cocina que en ese entonces marcaba su rol clásico de dueñas de casa, las cacerolas. El gobierno de Allende supo de los cacerolazos, al igual que en las protestas del 83 debió sentirlas Pinochet. Durante la dictadura, las mujeres, con sus hombres cesantes, presos, relegados o exiliados, trabajaron con imaginación para parar la olla, para mantener el baluarte de sus hogares, con imaginación, coraje y abnegación. Las ollas comunes, las guarderías comunitarias, fueron organizadas y dirigidas por mujeres pobladoras que abrieron puertas de esperanza en medio de una época de oscurantismo.

Con la democracia, en los noventa, el feminismo activo se hizo transversal en las fuerzas democráticas, pero alcanzó una connotación radical en el ámbito del socialismo renovado, colocando en el tapete temas como el divorcio, el aborto, la protección de la mujer y la equidad de géneros.

Como muchas otras tendencias de la historia ha existido en materia de feminismo un efecto pendular, que va y viene, y que ahora parece traer de vuelta al fundamentalismo feminista a posiciones que fueron abandonadas por arcaicas o conservadoras. En una situación que he podido apreciar con paralelismos claros en Europa y en Chile, el afán de proclamar la liberación y autosuficiencia de la mujer, con un reclamo de espacios y de equidad frente al hombre, es mirado hoy en sus consecuencias, con reducción de los matrimonios, altas tasas de divorcios y escasa natalidad.

En la actualidad, consecuencia a mi juicio de haberse relativizado los roles afectivos y de complementación entre los géneros, se ha debilitado la visión de los jóvenes acerca del proyecto matrimonial. Se ha generalizado la convivencia a prueba y sin compromisos de fondo. Hombres y mujeres conviven y en los varones la responsabilidad de pater familia se diluye, con una clara tendencia a posponer los compromisos. A lo sumo se estructuran relaciones en base a la sexualidad, pero más que proyecto común existen “compre juntos”, “compartir gastos”, en relaciones que cuesta plasmar en un “nosotros” indispensable para fundar una familia y criar hijos de manera sólida y con seguridad para esa prole.

Muchas mujeres solas, muchas madres solteras, muchos hombres que abandonan a sus mujeres, pocos hijos, el estrés común de pertenecer a la sociedad de consumo, la angustia de afrontar un futuro como pareja, son síntomas del resultado de un proceso que toma aproximadamente 30 años y que ha llevado a que la sociedad haya cambiado y que hoy, con elementos hasta de geopolítica, se busca revertir, tratando de favorecer que haya más matrimonios, que aumente la natalidad, que el país quiebre la curva de envejecimiento. Obviamente, casarse, tener hijos y formar en ellos personas seguras afectivamente con un ambiente social que ofrezca igualdad de oportunidades, son caminos coincidentes para que el país se mantenga en el tiempo mayor calidad de vida.

Hoy muchas sociedades vienen de vuelta de esa visión maniquea del feminismo fundamentalista que ha confrontado mujeres y hombres, en vez de favorecer su complementación afectiva. Lo positivo es que el machismo ha quedado en el pasado. Por eso se habla ya de post feminismo, donde las personas vuelven a una relación equilibrada y positiva fundada en el amor, fortaleciendo la familia, el amor y respeto mutuos como base de nuevas relaciones sin machismos ni feminismos perversos.


Atacama, domingo, 20 de julio de 2008



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