viernes, agosto 22, 2008

Los Parlamentarios Díscolos y la Democracia Profunda

Los Parlamentarios Díscolos y la Democracia Profunda

Hace algunos años, planteábamos en un análisis de nuestra transición que la civilidad debía recuperar espacios en el quehacer político, luego de que fuera desmovilizada por los partidos políticos, supuestamente en aras de una transición delicada. Veinte años de alejamiento de la acción política de la ciudadanía, nos han llevado a lo que hoy vivimos, la concentración del poder y también de la riqueza y a un sistema político que se gesta en cúpulas partidarias de mínima representación pero que imponen desde esas minorías las opciones de candidaturas para todas las instancias de representación popular por las cuales debe votar la ciudadanía, la cual es vista como cliente consumidor del marketing político

Este sistema usa la retórica de las izquierdas y derechas con gran ambigüedad, ya que en su accionar y posiciones reales los actores de la Concertación y la Alianza tienen mínimas diferencias. Lo que hay es un reparto tácito del poder entre la pseudo izquierda y la pseudo derecha, tomando distancia unos del Estatismo totalitario y los otros del régimen dictatorial en el cual participaron.


Han transcurrido casi 40 años de los períodos de guerra fría en que la política fue sacada del medio por el sable y el terrorismo de Estado. El contexto mundial ha cambiado. Las nuevas generaciones que nacieron después de los acontecimientos de los setenta, se alejaron de la política por temor a que se repitieran los escenarios que vivieron sus padres y por un rechazo a la corrupción que ha rodeado al poder y que ha permitido a grupos, que funcionan en función de su interés particular, generar sofisticadas máquinas para lograr mantenerse en él.


Marco Enriquez- Ominami fue entrevistado hace pocas horas por Matías de la Fuente en Medianoche y manifestó lo que muchos en Chile esperaban escuchar de la clase política. Un vestigio de esperanza de que se puede recuperar el accionar transparente de los representantes populares en función del interés general, con un corte de amarras respecto a los viejos y corruptos estilos cupulares y centralistas de hacer política, que han terminado por alejar premeditadamente al ciudadano de las decisiones más importantes, como lo es decidir el estilo de país que queremos, pensando no sólo en la especulación particular e inmediatista, sino en el largo plazo, en el país que heredaremos a las futuras generaciones..


Cuando lo escuché a Marco Enríquez Ominami sentí que esa opción del Partido Joven que postulara a través de un artículo de El Mostrador hace unos cinco años, aparecía ante mis ojos en las expresiones de estos llamados díscolos. Le escuché postular una recuperación moral de la política y creo que ha dejado abiertas las puertas para convocar, como aire refrescante, a ese desencanto popular generalizado que existe en Chile ante la mercantilización de la política y el decaimiento de los principios y valores que debieran inspirarla.


Esa Tercera Posición de un movimiento joven que veo aparecer por fin con liderazgos espontáneos que no llegan todavía a descolgarse con una identidad propia ni a reconocerse como una unidad, tiene, sin embargo, como rasgos distintivos un repudio a la visión maniquea de la política mediática, que nos habla de izquierdas y derechas, de buenos y malos, de descalificación en ocasiones y de conveniencia mutua cuando se conversa a puertas cerradas; en donde se esgrime el argumento de los derechos humanos cuando conviene y se los olvida cuando el pragmatismo lo aconseja, ese estilo oscuro de hacer política que hace vista gorda frente a los vicios ajenos en cuanto te permitan disimular los propios; en el fondo un repudio y una reacción positiva frente al decaimiento que ha significado convivir en un sistema binominal que ha servido a ambas partes, que excluye la disidencia y que está cruzado por máquinas de poder que expulsan o lapidan a los disidentes o díscolos y que impone plantillas electorales al país moviendo piezas por encima de las regiones sin el mínimo respeto a los liderazgos locales.

Frente a esa política minúscula de la cual la ciudadanía ha terminado desconfiando visceralmente, surgen hoy las voces de los diputados jóvenes Enríquez Ominami y Álvaro Escobar , lo cual marca una tendencia fresca que remueve las aguas turbias en que se mueve hoy la Concertación, llevando una oxigenación necesaria y esperada a la política. Me dio gusto escuchar a jóvenes sin empachos defenestrar a falsos ídolos con pies de barro, diciéndoles en su cara, y sin mandárselos a decir con nadie, que son ellos los culpables del empobrecimiento cívico de Chile y que los tiempos de la dedocracia y del autoritarismo están terminando.


Si estos jóvenes alcanzan la trascendencia de un liderazgo consistente, que no claudique ante las presiones que buscarán acallarlos, y si logran la transversalidad de un movimiento que rompa los esquemas heredados, puede que en nuestro país mucha gente vuelva los ojos hacia esta tercera posición. Más de un 40% de los no inscritos en los registros podrían dejar de serlo y encontrar en estas nuevas voces un

motor de recambio generacional y de recreación de la política con savia joven, con principios y nuevas utopías, que la saquen de las aguas estancadas en que hoy se encuentra. A lo que se aspira es a la diversidad de posiciones, que se expresen en un ejercicio democrático profundo, enmarcado en principios y valores, con un real sentido de servicio público.


Cuando uno escucha a jóvenes como Marco Enríquez Ominami y Álvaro Escobar plantear con valentía su repudio a la conducta repudiable de sus pares al autoasignarse mayores recursos en el momento que todo el país se aprieta el cinturón, se ve con esperanza cierta que una puerta se abre para las buenas prácticas en política.


Valparaíso, viernes, 22 de agosto de 2008



Una mirada libre a nuestro entorno

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