35 años de amor y compañerismo.

35 años de amor y compañerismo.

Es mi noticia personal y familiar. Cumplimos 35 años de matrimonio esta semana con mi amada compañera, Rosa, en una aventura que nos ha llevado a construir un proyecto que hemos mantenido con persistencia, coraje y pasión.

¿Puede ser noticia algo tan privado y personal?

Puede serlo si esto da evidencias de la necesidad actual de fortalecer la familia y recuperar los principios formadores de personas de bien y con compromiso cívico para la vida en comunidad.

Lo destaco esta semana como una vivencia que es válido compartir, ya que es digno de celebrar que las personas puedan llegar a estas metas de afectividad, construyendo un proyecto de vida que se defiende con valentía y compromiso, permitiendo el crecimiento personal y equilibrado de ambos, en la complementariedad que lleva a ser uno solo, en cuerpo y alma.

35 años de amor que se desarrollaron en los escenarios históricos de estas cuatro décadas, con un matrimonio que nos transportó desde la adolescencia y la rebeldía militante a una aventura que nos fortaleció hasta la médula. Nos casamos el 6 de agosto de 1973. Habíamos acordado que el casamiento por la iglesia sería el 15 de septiembre. Para ese día el cura obrero que nos casaría estaba en la clandestinidad, los invitados casi todos presos y, en medio de un clima de terror, nos reunimos con los familiares para compartir la torta de novios, pero sin que hubiera ceremonia religiosa, a las tres de la tarde, de prisa, porque a las siete estaba el toque de queda. En el fondo ese día fue una despedida y el inicio de una aventura que vivimos enlazados por un amor fuerte que nunca se quebró pese a las inclemencias que vivimos.

Cuando se cuentan 35 años de matrimonio y uno puede ver ese amor extendiéndose en los hijos y nietos, surge la satisfacción de haber construido una familia sólida, con fe en Dios, que constituye una demostración para los jóvenes de un camino que deben recorrer sin miedos.

Con la convicción de que formar una familia en principios de esfuerzo y superación, significa entrega, sacrificios y renuncias y al mismo tiempo la alegría de ver plasmar en la vida cotidiana esas lecciones afecto y comprensión mutua que son el ahorro de afectividad a la que se puede echar mano en los momentos de dificultad.

Cumplir 35 años y soñar con que sean setenta, es la expresión de esa integración insoslayable del amor verdadero que soporta las tormentas y sabe disfrutar los remansos de felicidad que aparecen como instantes sencillos de emotividad, pasión, reposo y sueños. Es la alegría de comprobar que el camino transitado ha permitido forjar hombres y mujeres de bien, y que eso también se traduce en mantener una capacidad afectiva que se extiende al mundo de tus amigos, de tus compañeros de ruta, de tu ámbito laboral y esas redes de humanidad y amistad que fuimos atesorando durante este derrotero.

Rosy es una mujer fuerte, dulce, luchadora, compañera que llena mi vida y que me dio tres hijos honestos que llevan herramientas para crear su propio proyecto, con una nieta maravillosa y otro nieto en camino. Somos una familia de esa esforzada clase media de Chile, tratando de mantener en alto la esperanza y utopías de mundos mejores y contribuyendo a ello desde nuestro baluarte, la familia.

Valparaíso, domingo 3 de agosto de 2008

Una mirada libre a nuestro entorno