sábado, noviembre 15, 2008

SIDA en Chile: Malas políticas, malas prácticas


SIDA en Chile: Malas políticas, malas prácticas

17,000 enfermos de VIH habría en Chile, de acuerdo con el Instituto de Salud Pública. 512 contagiados de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) desconocen su condición en Chile, pues no fueron notificados por los centros de salud públicos donde se realizaron el examen de detección. Así lo reconoció el Ministro de Salud, Álvaro Erazo. Si se considera el impacto epidemiológico de esta cifra, de acuerdo a parámetros internacionales, se considera que cada enfermo puede contagiar a 2 o 3 personas, lo cual significa que personas enfermas que desconocen su estado de salud y por lo tanto no han mantenido medidas preventivas en sus relaciones sexuales, pueden haber contagiado de SIDA a muchas más personas, lo que genera un cuadro alarmante, de proyección geométrica.

¿Cuál ha sido la raíz del problema?

La realidad muestra que al haberse ideologizado un tema de salud pública, por una parte se ha limitado una acción publicitaria decidida para promover un sexo seguro en los grupos étareos de mayor actividad sexual y , por otra, bajo la pretensión de proteger la intimidad de las personas infectadas por el virus, se ha actuado en desmedro de la ejecución de acciones efectivas de salud pública y control de epidemias, para la protección de la comunidad, considerando el efecto multiplicador del contagio que las conductas de las personas enfermas pudieren provocar. En algunos Estados de los Estados Unidos, por ejemplo, un enfermo de SIDA que mantenga relaciones sexuales no seguras con personas sanas puede ser acusada de negligencia criminal u homicidio culposo. En nuestro país, en cambio, como la ley privilegia la “protección de la privacidad” nada se puede hacer para alertar a una persona sobre la condición de enfermo de su pareja, lo cual abre espacios para casos en que premeditadamente enfermos han diseminado el contagio a diestra y siniestra.

Los errores evidenciados en los sistemas de salud públicos y aquellos que se desconoce del sector privado de salud, demuestran que las políticas públicas de salud han fallado y los hechos ameritan una corrección enérgica para evitar que la pandemia siga expandiéndose. El comercio sexual clandestino que no queda bajo los controles sanitarios es un foco de alto riesgo. La promiscuidad que se evidencia en grupos de jóvenes que integran la miscelánea dimensión de las tribus urbanas, es otro foco de riesgo que de alguna manera se debe afrontar.

El haber condicionado las campañas de prevención a visiones ideologizadas y no visiones expertas en salubridad pública, ha llevado a limitar un lenguaje abierto en las campañas que advierten de los riesgos de contagio. Además, se ha centrado el mensaje en el uso del condón como supuesta solución de sexo seguro lo que va apuntando a un libertinaje en las conductas sexuales, antes que a la promoción de una sexualidad responsable incubada desde el seno familiar. El resultado han sido campañas esporádicas pro-condón que no van de la mano de una educación sexual abierta, que involucre por igual a los entes de la educación y a la familia.

Cuando las cifras oficiales destapan esta caja negra en materia de VIH, con situaciones no controladas que se escapan de las manos, se percibe la vulnerabilidad de la comunidad nacional frente a este tipo de enfermedades de transmisión sexual. Las condiciones inseguras en el manejo de los exámenes de sangre, han generado adicionalmente un temor del público frente a transfusiones inseguras, lo cual debe ser enfrentado por la autoridad con señales firmes de seriedad y profesionalismo en el manejo de estos problemas de salud pública, lo cual implica, necesariamente, cambiar la legislación o generar una nueva a través de un DFL que deje el tema en manos de los especialistas en salud pública.


Atacama, 15 de Noviembre de 2008.



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