Volver de nuevo la vista a la integración regional
En el
umbral del gobierno de Gabriel Boric, es oportuno rescatar experiencias exitosas
de cooperación regional, en especial con la Argentina, generando una nueva
impronta de cooperación bilateral, en sintonía con la descentralización y el
nuevo Estado Regional que se postula desde el proceso constituyente en marcha.
En el
ánimo de generar conversaciones que vayan nutriendo nuevas relaciones con
nuestros vecinos, quiero dejar este registro de una experiencia generacional de cooperación,
vivida desde la sociedad civil y los territorios.
La Argentina de Cámpora acogió
una importante corriente de chilenos perseguidos por la dictadura a partir del
73, que debieron salir del país, en búsqueda de refugio y seguridad. Fue una
mano fraterna que permitió salvar muchas vidas, estableciendo una red de protección
que permitió a miles de compatriotas partir desde Buenos Aires a Europa, Canadá,
Australia. Pero, en junio de 1974 moría
Perón y se precipitaba un negro período que llevaría en 1976 a una sangrienta
dictadura, en una doctrina de exterminio que cubrió todo el cono sur.
Fui un inmigrante en ese tiempo y
viví más de 7 años en Buenos Aires. Como todos los argentinos viví la negra
época de la dictadura, esquivando sus zarpazos. De ese inicio familiar nos
quedó nuestra hija del medio, nacida en Palermo. Desarrollé mi vida profesional
con éxito, nuestros hijos vivieron su primera infancia en torno al jardín botánico, al zoológico.
Cursé mi postítulo en Relaciones Internacionales en la Universidad del
Salvador, allí en el barrio de Once. Se generaron lazos imborrables, siguiendo
de cerca la realidad que los medios ocultaban. Chile y Argentina habían vivido
la casi guerra de 1978, etapa que viví en Buenos Aires percibiendo la escalada belicista
desde la city porteña por donde trabajaba. Cuando
la economía trasandina se vino abajo con la recesión del Ministro Martínez de
Hoz, antes de la guerra de Las Malvinas, con mi familia decidimos volver a
Chile, viviendo un duro reinicio local, ya que comprobé que formaba parte de
las listas negras de la dictadura, a quienes se nos prohibía trabajar en
nuestra área profesional. Diversificando proyectos y en medio de la profunda crisis
económica de 1982, me pude insertar en la vida académica y, en paralelo, comencé
a escribir libros técnicos en Comercio Exterior y Aduanas, lo que me abrió
espacios en la academia como profesor de la Escuela de Ingeniería de Transporte
de la entonces Universidad Católica de Valparaíso, desde 1983.
En 1985 se firmaba el Acuerdo de
Paz Perpetua entre Chile y Argentina, luego de los buenos oficios del Papa y su
delegado, el Cardenal Antonio Samoré. Con ese tratado se consolidaba una paz
que nunca debió verse amenazada.
A fines de 1985, viajé a Mendoza
para conocer del proceso de recuperación democrática que estaba ocurriendo. En
esa visita, lo oficial fue conversar con el Rector de la Universidad Nacional
de Cuyo, poeta y amigo, Luis Triviño,
primer Rector en democracia. Le propuse esa tarde la idea de formar una red de
universidades, de Cuyo y la V Región, que se comprometieran con la integración
entre nuestras regiones. Asumíamos la realidad política de un Chile que aún
luchaba por recuperar la democracia y una Argentina que en suerte ya lo había
logrado, después de la tragedia de las Malvinas. Luis esa misma tarde me llevó a
un Instituto de corriente peronista, el Insteco, donde me presentó a Rodolfo
Gabrielli y seguidamente a José Octavio Bordón, entonces Gobernador de Mendoza
y quien fuera Embajador de Argentina en Chile, pero entonces, simplemente el “Pilo
Bordón”.
Rápidamente surgió el proyecto y
regresé a Chile a plantearlo al Rector Juan Enrique Froemel, quien respaldó mi
iniciativa y formalizó la creación del Consejo Académico de Integración Chileno
Argentina, del cual fui el Secretario Ejecutivo. Se sumaron las universidades
de Valparaíso, Playa Ancha, la Federico Santa María. Del lado argentino se
organizó un capítulo que agrupaba a todas las universidades de Cuyo, tales como
la Champagnat, la Congreso, la Aconcagua, el Insteco y la UNC. El resultado de
esta aventura fue la realización de sendas Jornadas por la Integración Chileno
Argentina que se realizaron en Viña del Mar y en Mendoza, en un hecho político
sin parangón histórico, ya que, por primera vez, se articulaba un eje de
cooperación a nivel de regiones y no por la vía de las capitales.
170 empresarios, políticos y
académicos debatieron en el Hotel O’Higgins de Viña del Mar por más de una
semana. La integración física, el corredor bioceánico, la integración cultural,
la complementación de las dos economías, fueron algunos de los temas tratados.
Al proyecto se sumaron las federaciones de estudiantes y surgió una dinámica
que tuvo diversos canales. Y, lo más trascendente, por primera vez un
Gobernador de una Argentina democrática, José Octavio Bordón, compartía testera
con un Intendente Regional del régimen militar, el Almirante Pablo Wunderlich,
quien había tenido un rol importante en la crisis de 1978. Los caminos de la
paz y la democratización regional se abrieron con la mirada de futuro que
construimos a partir de esta experiencia. El hecho fue relevado por las
Cancillerías de ambos países y marcó un hito en la integración micro regional.
Con el advenimiento de la
democracia en Chile, las cosas volvieron a su realidad centralista, pero en la
retina de una generación quedó esa experiencia en donde universitarios,
académicos, políticos de diverso signo, empresarios, se comprometieron con la
paz y la colaboración en este eje de integración, que tiene un destino de integración
física común.
Posteriormente, la vida me llevó
a reencontrarme con la Argentina trabajando como Consultor del Centro
Interamericano de Comercialización de la OEA, desde donde pude colaborar con
cámaras de comercio y universidades de diversas regiones, en especial Entre
Ríos, Tucumán, Córdoba, La Rioja. En Chamical, localidad de la Rioja, en una
ocasión expuse sobre el rol de los medios de comunicación en los procesos de
integración. En la mesa académica como anfitrión del Encuentro estaba Carlos
Saúl Menem, con su mejor pinta de Facundo Quiroga, antes que viniera a recibir
las llaves de la ciudad de Valparaíso en los noventa, cuando ya lo hizo con un
look de yuppie. Durante el gobierno de Aylwin, creamos en Valparaíso el
Instituto Chileno Argentino de Cultura.
Entre el 2007 y el 2013, mis
lazos con Argentina se centraron en el eje de ATACALAR, proyecto de integración
en el que participan la región de Atacama, por el lado chileno, y las
provincias de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba, por
el lado argentino. Por 7 años viví esa experiencia, fundamentalmente impulsando
desde la Aduana chilena, el eje que cruza por los pasos de Pircas Negras y San
Francisco.
Como lo decía Raúl Scalabrini
Ortíz, fui ese hijo adoptivo de Buenos Aires, que se acodaba en Corrientes y
Esmeralda a contemplar la vida, con esa filosofía particular del citadino que
recrea sus lecturas y sus sueños, encontrando espacios generosos en la
Argentina. En distintos momentos, la idea fuerza libertaria de la integración
por la base fue consolidándose como mirada al barrio, América.
Por ello, levantar nuevamente la vista a la colaboración,
a la unidad de propósitos, debiera significar el rescate de estas experiencias
que han sido iniciativas de la sociedad civil, cámaras empresariales,
universidades, organizaciones estudiantiles y sociales, actores políticos. Para
capitalizar en la mirada democrática de los nuevos tiempos, el largo derrotero
que nuestros pueblos han desarrollado a lo largo de nuestra extensa frontera.
Pensar en que se pueda hacer
realidad a breve plazo el sueño de Gobernadores democráticamente electos, a las
dos puntas del camino, resulta emocionante. Con regiones en Chile empoderadas
se podrán construir proyectos pertinentes de colaboración horizontal a nivel de
Comités de Fronteras, lo que marcará un cambio cualitativo frente a la mirada
centralista que ha imperado hasta la fecha.
Para poder planificar, en alianzas
estratégicas, complementación energética, turismo, intercambio cultural, joint
ventures en servicios, espacios micro regionales de tráfico fronterizo, entre
otros espacios de colaboración. Tal como lo viviéramos en el eje Cuyo Valparaíso
con el CAI. Consejo Académico de Integración, donde se llegó al diseño de
programas educativos en complementación.
Espacios actuales y urgentes para
cimentar un respeto a la naturaleza, erradicando la depredación de los glaciares y
desmantelando las hipótesis de conflictos vía cooperación, con roles proactivos
de la sociedad civil y los territorios.
Soplan aires de cooperación en
una nueva era y con una savia joven que trae la misión de salvar el planeta, se
podrá superar las divisiones inventadas por intereses foráneos, que dividen
para reinar.
Esta tribuna del diario La Razón.cl nos permitirá seguir conversando, rindiendo su
merecido reconocimiento a los pioneros y motivando a los jóvenes para que
profundicen este acercamiento cultural, con el ánimo de colaboración y
complementación innovadora, por encima de los gobiernos, en esa dinámica que es
de sangre, de hermandad, de música y poesía. Por todo este cúmulo de recuerdos,
iniciemos nuestras conversaciones. La memoria debe ayudar a iluminar un futuro
común, de aprendizaje y hermandad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario