Nuevos referentes y mayoría silenciosa
(Reproduzco
este artículo escrito el año 2007)
Cuando escribí el 2003 sobre el Partido Joven imaginaba una gran
reacción generacional juvenil que irrumpiría en el sistema político electoral
con una energía demoledora. Pero me equivoqué al creer que esa reacción
provendría de los adolescentes de los ochenta, que vivieron desde dentro el
movimiento de la civilidad por la recuperación democrática, las protestas, la
inscripción de los partidos, el plebiscito. No fue así, esa generación de los
ochenta sufrió la frustración y pasó a ser diluida dentro del sistema
neoliberal, buscando en el hedonismo y el consumismo, válvulas de escape para
esta marginalidad ilustrada de clase media.
Tuvieron
que ser los pingüinos, generación Siglo XXI, los que remecieron el sistema
desde la secundaria, golpeando en lo medular de la inequidad, la educación.
Tumbaron Ministros, impusieron agenda, debilitaron un gobierno lleno de
contradicciones internas. Se sentaron en una comisión tipo "mesa de te
club" y terminaron de nuevo descontentos, ahora desde un sitial universitario,
reclamando por el gatopardismo que tuvo la reforma educacional, que mantuvo el
negocio para los sostenedores privados entregando algunas señales de mayor
fiscalización, pero en cuanto a calidad de la educación, sin solucionar la
brecha entre educación privada y pública. Los secundarios del primer año de
Michelle Bachelet, fueron quienes expresaron su desconfianza en la clase
política, como voceros emblemáticos de esa mayoría silenciosa que no está
inscrita en los registros electorales.
En
general, esos líderes transitan por dimensiones paralelas a la institucional.
Al sistema binominal nunca le ha interesado que ingresen abruptamente en el
ruedo electoral. Los prefieren dispersos, en abstención perpetua, para no
afectar los equilibrios y cuotas que estilan las cúpulas, cualquiera sea la
tienda partidaria. Sin embargo, las turbulencias políticas actuales y el
descontento instalado en el plano familiar, en millones de hogares afectados en
su cotidianeidad por errores que tienen tras suyo una mala gestión, un desprecio
por la gente, un manejo a puertas cerradas de operaciones de miles de millones
de dólares, en fin, el destape de situaciones repudiables que se ha conocido en
los casos del Transantiago y EFE, por nombrar los de mayor impacto social, han
instalado en el escenario político chileno un estado de latencia social que es
como ese silencio que precede una gran explosión.
Es una
sensación de preámbulo de algo diferente, con políticos rebeldes de lo
estatuido, que se descuelgan altamente propositivos, buscando capitalizar ese
desencanto extendido, buscando construir nuevas confianzas. En este escenario
no caben maniobras comunicacionales del marketing político, la sensación de la
ciudadanía es visceral, aunque no tenga claro con quienes canalizar esa bronca acumulada.
Y eso no significará que puedan provenir revoluciones, nadie tiene energías ni
ánimos para aventuras de ese rango, pero sí se siente que hay una masa
mayoritaria, despertando, preguntándose cómo y por donde y con quienes se podrá
retomar espacios para el bien común, luego de un manejo de una economía de
mercado cruzada por el tráfico de influencias y la corrupción. Cómo lograr que
el mercado no siga la tendencia concentradora, cómo lograr que la fiscalización
sea proba y eficaz para eliminar las distorsiones y los abusos. A esa mayoría
silenciosa le agrada un sistema de mercado, pero no éste que está lleno de
monopolios u oligopolios que estrujan a la clase media.
Lo nuevos
referentes que están por surgir competirán con el sistema de partidos que monopoliza
los nombramientos de candidatos,
Creo que
surgirá una suerte de transversalidad ciudadana para rechazar candidatos de
nivel central que quieran aterrizar con la mayor desfachatez en comunas o
distritos que no conocen ni por fotos.
La
transversalidad ciudadana tendrá mucho que ver con redes de intereses y con
proyectos comunes y poco con ideologismos. La dialéctica de izquierdas y
derechas le ha servido a la clase política para plantear un juego electoral,
pero en la prueba de la blancura el detergente termina siendo el mismo, con
marcas y envases diferentes que den la sensación de que se está eligiendo, pero
en los hechos más de lo mismo.
Frente a
a eso, percibo que surgirá un movimiento de civilidad en donde podrán estar los
ciclistas furiosos, los empleados públicos, los ciudadanos por la defensa de
múltiples problemas comunales, por múltiples abusos y acciones invasivas de los
niveles de poder central. Percibo un escenario político
nuevo, que recoge nuevas banderas, como pueden serlo la transparencia y las
acciones anticorrupción. También veo el riesgo de un nihilismo violento que se
expresa cada vez que hay una movilización ciudadana pacífica, con actos de
vandalismo y su consecuente represión. Esa dialéctica perversa de confrontación
termina en mayor autoritarismo y en la negación de las libertades básicas de
los ciudadanos.
Por eso,
si la clase media no se compromete y no suelta amarras del consumismo que hoy
la esclaviza con su farándula y voladores de luces, mal podrá ser en sí misma
un referente político de cambios cualitativos. Si la calle se la ganan los
violentistas y vándalos, se cerrarán las alternativas ciudadanas de
movilización social cívica y organizada. Esto último es el desafío de esos
nuevos referentes, que deberán tener el tino suficiente para no verse
entrampados por las etiquetas descalificadoras que querrán aplicarles. Los
líderes nuevos están por surgir, en estado de latencia social, con una
gran carga de energía acumulada. No serán productos de marketing político.
Soplan vientos cruzados, estemos atentos.
Hernán
Narbona Véliz, Periodismo Independiente. Valparaíso, 30 de diciembre de 2007.
Una mirada
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