Recuperación de la Naturaleza, un nuevo paradigma
Es un
tema transversal que mantiene en ascuas a la humanidad, el estar atravesando
momentos de alta conflictividad, con la guerra entre Rusia y Ucrania, las
guerras en África, las tensiones entre China y EEUU por Taiwán, la amenaza de
una hambruna mundial, todo ello en medio de una escalada que evidencia el
agotamiento del orden mundial de pos segunda guerra mundial, perfilándose una reestructuración del poder mundial, con una
ocurrencia creciente de situaciones límite, que nos han regresado al equilibrio
del terror que imperó durante la guerra fría en el Siglo XX.
Siendo
resultado de una realidad económica centrada en el crecimiento ilimitado, en
los combustibles fósiles y la concentración de la riqueza a nivel
supranacional, el cambio climático nos está golpeando cada día con mayor
fuerza. La agudización de eventos extremos, con una destrucción dramática de
los ecosistemas, altísimas temperaturas e incendios en Europa, África,
California, sequías e inundaciones, gigantescos desplazamientos humanos,
fenómenos extremos que conforman un escenario anunciado por décadas, pero que
los países desarrollados que más contaminan, no han querido ver.
Remecer
a la dirigencia que controla el poder, para que atienda el momento crítico que
atraviesa la humanidad, demanda, primero, una mirada holística que intente
escudriñar en la complejidad de esta interdependencia en que vivimos; y
segundo, movilizarnos individual y colectivamente, para intentar frenar las
tendencias entrópicas hacia la destrucción y procurar un golpe de timón, que
permita la sobrevivencia y procure una convivencia armónica con la tierra para
las futuras generaciones.
En
este contexto, pienso que la civilidad del planeta está reaccionando desde las
bases sociales de manera disruptiva en contra de una institucionalidad
deslegitimada, que ha sido responsable de un modelo global, que se ha basado en
una economía anclada a los combustibles fósiles, la concentración de la riqueza
y la búsqueda de un crecimiento ilimitado, que ha instalado un extractivismo
depredador en diversas regiones del planeta, que han sido condenadas como zonas
de sacrificio.
Chile
es un país pequeño, que tuvo una naturaleza generosa en flora y fauna, con
recursos minerales abundantes y un mar que permitía el sustento abundante de
productos del mar. Sin embargo, la realidad actual muestra una pérdida
alarmante de los ecosistemas, de los glaciares, con un avance del desierto y
una mega sequía que ha afectado por 10 años la región central, la más populosa
del país,
A
partir de la explosión social de octubre 2019, Chile canalizó esa energía
social hacia un proceso constituyente que concluye el próximo 4 de septiembre
cuando se deberá votar el plebiscito de salida. Las sensibilidades de la
ciudadanía frente a la realidad reseñada, se vieron reflejadas en la propuesta
de Nueva Constitución que da un giro profundo al modelo implantado en Chile por
la dictadura cívico-militar, a partir de 1980. Y, lo más trascendente y
espiritual, es que el texto propuesto consagra a Chile como un Estado
Ecológico “Artículo 1.
Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural,
regional y ecológico.”
Chile:
la Naturaleza será sujeto de derechos y
el Estado se obliga a su protección y recuperación
De
cara a los desafíos del Siglo XXI, la nueva constitución estaría innovando al
plantear una pertenencia del hombre a la Naturaleza. Sigue éticamente el
espíritu de nuestro himno patrio, en ese poema de Eusebio Lillo, que deja una
impronta histórica: “Puro, Chile, es tu cielo azulado, puras brisas te
cubren también, y tu campo, de flores bordado, es la copia feliz del Edén,
Majestuosa es la blanca montaña, que te dio por baluarte el Señor y ese mar que
tranquilo te baña te promete futuro esplendor”
Chile
fue premiado en bellezas naturales, pero ha sufrido un modelo de capitalismo
salvaje y Estado subsidiario, que ha abusado e irrespetado de los bienes
naturales, en un derrotero nefasto. La nueva constitución explícitamente asume
la crisis climática del planeta, consagrando principios rectores que plantean
un reencuentro profundo del hombre con la Naturaleza, subordinando todo el
quehacer político económico a un respeto por territorio y el maritorio, este
último, un moderno concepto jurídico que fija el deber del Estado de legislar
en protección de los océanos. Establecer el principio de pertenencia a la
Naturaleza es de una profundidad y pertinencia sustantivas. Así, el Art. 17 de
la propuesta constitucional señala:
“1. Los derechos
fundamentales son inherentes a la persona humana,
universales,
inalienables, indivisibles e interdependientes.
2. El pleno
ejercicio de estos derechos es esencial para la vida digna de las
personas y los pueblos, la democracia, la paz y el
equilibrio de la naturaleza.”
Frente a la sinrazón
de la codicia y la fuerza, Chile está levantando una mirada de cordura en pro del bien común, para accionar
colectivamente a través de la integración regional, sumando voluntad política
para salvar el planeta, dejando un mundo vivible a las futuras generaciones.
“Artículo 8
Las personas y los pueblos son interdependientes con
la naturaleza y forman
con ella un conjunto inseparable. El Estado reconoce y
promueve el buen vivir
como una relación de equilibrio armónico entre las
personas, la naturaleza y
la
organización de la sociedad.”
Para sostener
una posición de paz y de medidas concretas de supervivencia frente a la crisis
climática, Chile se compromete a educar para generar una conciencia de respeto
a la Naturaleza.
Artículo 39
El Estado garantiza una educación ambiental que
fortalezca la preservación,
la conservación y los cuidados requeridos respecto al
medioambiente y la
naturaleza, y que permita formar conciencia ecológica.
Que
una constitución política, desde este pequeño país de Sudamérica, formule una
convivencia centrada en los derechos humanos y en armonía con el medio
ambiente, puede ser una señal ética al colectivo planetario, para obligar a las
instituciones, al poder, a asumir a tiempo compromisos concretos para frenar la
extinción de la especie. Creo que, con su nueva constitución, de ser aprobada
el 4 de septiembre próximo, Chile compartirá con el mundo una esperanza genuina
de recuperar humanidad, en la medida que nos asumamos con humildad navegantes de
una misma y única nave, que debemos cuidar para nuestros descendientes.
Hernán
Narbona Véliz, Escritor, Poeta, Periodista Independiente, 05.Agosto.2022.
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