¿A dónde marcha el amigo?
Hernán Narbona Véliz, Valparaíso,10
de mayo 2025.
Con un carrusel de acontecimientos que
se precipitan en los mensajes que postean los personajes de una verdadera serie
distópica, se va articulando la caída o el desmonte de un sistema global, en
donde, desde 1990, tuvimos una superpotencia hegemónica, que impulsó la
globalización, la misma que ahora le pega como boomerang.
En los noventa, el orden mundial,
centrado en la Organización Mundial del Comercio, tuvo el sesgo de minimizar la
injerencia de los Estados en la economía, procurando la desregulación y la transferencia
de soberanía a instancias supranacionales en las que el Estado pierde su inmunidad
y debe ser tratado como un agente económico más, frente a las corporaciones
multinacionales, las que se aseguran así un dominio de facto, que preserve sus
intereses.
Esa ha sido crudamente la
globalización, vestida de la falacia de “libre comercio”, pero escondiendo la
concentración de la riqueza en un conjunto de agentes financieros especuladores,
que están por encima de la economía real, de la industria, la agricultura y los servicios. Nuestro país ha
sido el modelo en que se ha aplicado, dictadura mediante, el neoliberalismo a ultranza, con un cuerpo
constitucional que estableció el Estado Subsidiario, el que ha debido renunciar
a una planificación indicativa mínima, conducente a un desarrollo racional,
porque todo lo que sea negocio debe ser manejado por los privados, por el
mercado.
Sin embargo, en estos momentos
históricos, el propio EE.UU. ha emprendido el desmonte de la globalización,
porque como Estado ha sufrido el vaciamiento de su industria y ha debido
superar las crisis bursátiles sucesivas, en especial la de las sub-prime del
2008, yendo la Reserva Federal al salvataje de la banca, lo cual ha significado
imprimir papel moneda, aumentar desmedidamente el déficit fiscal, emitir bonos
de deuda y colocarlos en los mercados. Esa impresión de dólares sin respaldo,
más la deuda soberana, más una balanza comercial totalmente desequilibrada, con
un gasto en seguridad por el mantenimiento de más de 80 bases militares en todo
el planeta; ha significado que la economía norteamericana esté al borde del
colapso. Trump, en su primer mandato, inició la guerra comercial contra China,
que junto con ser el mayor proveedor de bienes de consumo es, al mismo tiempo, tenedor
de la mayor cantidad de sus bonos soberanos. Cuando en estos primeros cuatro
meses, Trump las ha emprendido con una guerra arancelaria, lo que ha producido en
el mercado interno, es desabastecimiento de mercancías de consumo masivo y el
efecto de una contracción económica interna con precios disparados que amenazan
en el corto plazo con una gran estanflación. Porque los aranceles no van a
hacer aparecer, de la noche a la mañana, una industria sustitutiva de
importaciones, porque Estados Unidos está recibiendo el resultado de su propia
medicina, haber desregulado los mercados de capitales y propiciado la
instalación de empresas fuera de su territorio, porque eso hacía más jugoso el
negocio de sus corporaciones.
En el contexto geopolítico, Trump
busca detener la guerra de Ucrania, pero con la crisis de deuda, que está allí
como espada de Damocles, lo que en definitiva busca es un repliegue estratégico,
volcarse hacia dentro, lo que significaría repatriar industrias a su país, pero
ello es una expresión de deseo, ya que las condiciones objetivas de su mercado
interno muestran una falta de personal calificado para los nuevos estándares de
automatización y uso de inteligencia artificial, donde China ha ganado una
enorme distancia.
La realidad muestra que el mundo
multipolar que quería frenar Estados Unidos, avanza sin pausa. Los BRICS van
ampliándose y China está encarando la guerra arancelaria con venta de los bonos
de deuda y la implementación de sistemas logísticos globales que evitan el
bloqueo de Estados Unidos. Las amenazas que se han escuchado en los escenarios
de la geopolítica mundial, van variando según se va desarrollando la guerra en
Ucrania, oriente medio, India-Pakistán. El Día de la Victoria del 9 de mayo, se
celebró en Moscú, mostrando un amplio respaldo a Rusia de potencias
importantes, como China, India, Eslovaquia, Brasil.
En estos momentos la invitación de
Putin es directamente a Ucrania, a iniciar conversaciones en Estambul el 15 de
este mes, pero sin un alto al fuego antes que esas conversaciones se inicien. Por
otra parte, la asunción del nuevo Papa, León XIV, Robert Francis Prevot,
norteamericano, con segunda nacionalidad peruana, incorpora un nuevo elemento
al complejo tablero mundial y, con su primer mensaje, se percibe un compromiso
por alcanzar la Paz, en la misma línea del Papa Francisco, quien también
intentó mediar para frenar la guerra en Ucrania y la invasión a Gaza.
En Chile, se advierte una falta de
debate público sobre el margen de maniobra que podrá tener el Estado de Chile
en este contexto de cambios profundos en el orden mundial conocido. Somos un
país fenicio, con tratados de libre comercio con más de 60 países, pero todo
eso es ahora incierto. ¿Qué medidas se están previendo para un escenario en
donde las cadenas de suministro se rompen y crecen la incertidumbre y los riesgos
de guerra? ¿Alguien ha explicado lo que
puede pasar con los fondos de los afiliados a las AFP en caso de un colapso en
la bolsas mundiales? ¿Cómo soportar las presiones que existirán de seguro, para
alinearnos en una guerra que no es nuestra y que rechazamos?
Abramos conversaciones desde la
sociedad civil, en este momento crucial.
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