viernes, marzo 24, 2006

A 30 AÑOS DEL GOLPE EN LA ARGENTINA, UNA HERIDA ABIERTA


30 años se han cumplido desde el golpe de estado en Argentina. Un momento oportuno para desempolvar recuerdos y dar a conocer a las nuevas generaciones los alcances que tuvo el régimen militar en el vecino país.

Una crónica personal que había empezado cuando llegué a Buenos Aires, procedente de Lima, en un vuelo de madrugada, para mayo de 1974, cuando aún gobernaba Perón. Llegar a Buenos Aires y ver amanecer a los porteños, con sus veredas limpias, con el olor a café desplegándose temprano cuando recorrí por primera vez la peatonal, desde Córdoba por Florida hasta Lavalle, como un inmigrante más que recalaba en esa ciudad cosmopolita y amable.

En mi morral de sueños portaba mi ansiedad por encontrar un espacio donde poder juntarme con mi adolescente compañera, que había quedado en Chile, encinta, mientras yo buscaba la seguridad del trabajo y la libertad que en mi país me habían quitado.

Recorrí Buenos Aires así, curioso, fascinado por el despliegue del debate y del discurso. En calle Corrientes me abalancé sobre las librerías abarrotadas de palabras aún libres, así como el teatro y el cine; todo mostraba una ciudad que respetaba al distinto, que tendía la mano, que ofrecía oportunidades. Fui un inmigrante más de Corrientes y Esmeralda y aprendí a querer al país que me recibió desde esa primera madrugada como un hijo más, como esos miles que traían en su historial la planchada de un buque y un atado de ilusiones al desembarcar en la Argentina.

Cuando murió Perón y desfilaron las muchedumbres frente a su féretro, yo recibí un telegrama: "nació varón, Rosy y el niño bien". Fueron varios días de fines de junio en que el país se paralizó. Comenzó la preocupación por la sucesión, María Estela Martínez de Perón, una enjuta mujer de moño elevado y mirada aguileña, comenzó a aparecer en los medios junto a un oscuro personaje de la historia trasandina, José López Rega. Se comentaba que manejaba el poder tras bambalinas con las artes de un Rasputín tenebroso, que había organizado su ejército paramilitar para combatir dentro del peronismo a los Montoneros y a la derivación armada que se llamó el ERP. Los crímenes comenzaron mucho antes de 1976, como expresión de una guerra sucia que iba quebrando a la Argentina. Fue el tiempo de la Triple A, la antesala del terrorismo de estado.

Los argentinos nunca imaginaron el terror que se venía encima. Quizás el haber vivido los episodios de 1973, me ayudó a mantener una constante seguridad, ya que la situación política iba escalando en violencia y los extranjeros estábamos en la mira. Muchos compatriotas pasaron por Buenos Aires durante 1974 y 1975; ACNUR, la Cruz Roja y las iglesias protestantes ayudaron mucho a que esas personas migraran fuera de Argentina. Y lo hicieron en buena hora, ya que a partir del golpe se desplegaría un infierno subterráneo, mientras en la superficie el "no te metás" pasaba a ser la tónica del terror de estado que había calado hasta los huesos en el vociferante porteño.

Afortunadamente, pude instalarme rápidamente en un buen empleo, en mi profesión, postulando por el diario Clarín, como cualquier hjo de vecino. El país me había abierto y facilitado los trámites migratorios y eso me permitió el anhelado encuentro con mi familia. De allí en más, dedicado a ellos, pude integrarme al quehacer laboral, conociendo a lo lejos de hechos que iban creciendo en violencia. Los argentinos reían frente a la posibilidad de un golpe, decían que eso siempre terminaba con los militares de bandos opuestos, sin disparar un tiro, que eran los golpes a lo argentino, sin llegar a mayores.

Cuán errada estaba esa visión. La Triple A, los comandos de exterminio metódico, las máquinas militares que vaciaban departamentos de Palermo, Belgrano, Vicente López, Caballito, para ir deteniendo y desapareciendo a jóvenes peronistas, a familias enteras, para luego saquear sus bienes, quedarse con sus propiedades y repartirse los hijos menores entre las familias de la ultraderecha golpista. Mientras eso ocurría, el comentario cobarde que cundía, era "en algo andarían metidos ¿viste?".

En la Argentina, a diferencia de la nuestra en Chile, la Iglesia Católica fue una vergüenza, salvo sacerdotes y religiosas que fueron las primeras víctimas que fueron eliminadas. Pero la jerarquía fue servil y obsecuente, colaborando en esa limpieza que impulsaba el fascismo con sus mil tentáculos.

El miedo caló en lo más profundo. La juventud fue desmantelada, asesinada metódicamente. La resistencia de jóvenes ingenuos que se esperaban la dictablanda de otros tiempos, se encontró con la peor organización criminal imaginable, coordinada a través de los gobiernos militares que eran promovidos por la política exterior norteamericana del momento. Los setenta fueron en Argentina de dolor callado, mordido en los rincones, sin poder aflorar, como llanto censurado que cierra la garganta.

Yo viví de cerca esa época y conocí del heroismo de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. Ellas abrieron espacios con coraje y amor. Hacia fines de esa década, bajo el alero jesuítico de la Universidad del Salvador, tuve ocasión de sincerar la historia fresca, en las confidencias cautelosas de amigos con quienes estudiaba Relaciones Internacionales. Detrás de la masacre sórdida que se produjo en el país, vino la receta liberal de Martínez de Hoz, que fue estrujando a la clase media - numerosa en esa época- con su política económica, hasta la crisis financiera que dejó quebradas grandes empresas al iniciarse la década de los ochenta.

A partir de allí la pendiente de la locura. Coronada con el loco Galtieri llevando a lo que había quedado de esa generación de los setenta, a la muerte, en las Malvinas. Cuando se observa la historia de este período corrupto y se recuerda ese Nunca Más de Sábato, nos damos cuenta de haber sido víctimas de la misma organización malévola que implantó la cultura de la muerte.

Se han cumplido 30 años desde el inicio de esa locura. El dolor pesa aún en un país fracturado, en el cual el terror que inyectó en las venas el régimen militar, aún sigue pesando en las conciencias. Y aunque hoy corren vientos nuevos, permanece esa tendencia cobarde que deja el miedo, ese sálvese quien pueda que aún es un lastre para un esfuerzo nacional de recuperación. Algo en lo que también nos parecemos con los primos argentinos, en esta historia paralela que nos ha marcado y de la cual no podemos aún desembarazarnos.


Una mirada libre a nuestro entorno

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ARGENTINA:
Nuevas pruebas de apoyo de Kissinger al golpe
Por Jim Lobe

WASHINGTON, 24 mar (IPS) - Dos días después del último golpe militar en Argentina, perpetrado el 24 de marzo de 1976, el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, ordenó a sus subordinados "alentar" la dictadura y ofrecerle apoyo financiero.

La noticia salió a la luz 30 años después del golpe de Estado, al difundirse la transcripción de un diálogo oficial cuyo contenido había permanecido en reserva durante todo este tiempo, revelado por el independiente Archivo de Seguridad Nacional (NSA) con sede en Washington.

El documento muestra a un Kissinger nada interesado en el alerta del entonces secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, William Rogers, quien le advirtió que la junta militar intensificaría la represión contra disidentes de un modo que el apoyo estadounidense se volvería muy embarazoso.

Aunque la junta militar "hoy tiene buena prensa, la línea básica de toda la interferencia es que debieron hacerlo (el golpe) porque ella (la depuesta presidenta Isabel Martínez de Perón) no podía gobernar el país", dijo Rogers a su jefe.

"Por eso pienso en que no podemos en este momento apresurarnos a abrazar al nuevo régimen, que dentro de tres a seis meses será menos popular con la prensa", agregó.

"Pero no podemos hacer lo contrario tampoco", insistió Kissinger. "Sean cuales sean las posibilidades que ellos tengan, necesitarán un poco de aliento nuestro."

"Quiero impulsarlos", continuó Kissinger, al tiempo que pedía revisar las instrucciones al embajador de Estados Unidos en Argentina, Robert Hill, para su primera reunión con el aún no designado canciller de la dictadura.

"No quiero darles la impresión de que son hostigados por Estados Unidos", explicó. Al mes siguiente, Washington aprobó una partida de asistencia militar para Argentina por 50 millones de dólares.

La transcripción del diálogo del 26 de marzo de 1976, obtenida por el analista del NSA Carlos Osorio, fue uno en una serie de documentos publicados en el sitio web de la organización (http://www.archive.org), algunos de los cuales habían sido adquiridos también por el diario argentino Clarín y el investigador John Dinges, autor del libro "The Condor Years" ("Los años del Cóndor").

Entre ellos figuran una serie de escalofriantes documentos recogidos por Osorio de varias fuentes sobre los primeros días del Plan Cóndor, un esquema de coordinación entre los aparatos represivos de las dictaduras militares en el Cono Sur en los años 70 y 80 para silenciar a disidentes dentro de la región e incluso fuera de ella.

Los documentos detallan el rastreo y desaparición en Buenos Aires de la pareja uruguaya integrada por Jorge Zaffaroni y María Islas de Zaffaroni entre mayo y octubre de 1976. Ambos figuraban entre 62 supuestos miembros de la organización armada OPR-33 identificados por la inteligencia uruguaya a sus colegas del Cono Sur.

Los documentos publicados en las últimas horas incluyen varios memorandos del Departamento de Estado (cancillería) y el de Defensa de Estados Unidos sobre la cantidad de víctimas de la represión argentina. Uno de ellos indica que desaparecieron 15.000 personas entre 1975 y 1978.

Otro documento chileno obtenido por Dinges y también publicado en el sitio del NSA ubica los muertos y desaparecidos por la dictadura argentina en 22.000 entre 1975 y mediados de 1978.

El golpe de 1976 fue impuesto tras un año en que la sociedad estaba conmocionada por violencia entre escuadrones de la muerte progubernamentales y guerrillas izquierdistas.

Osorio recordó que el golpe fue considerado por muchos ciudadanos argentinos, el gobierno estadounidense y la comunidad empresarial internacional un paso inevitable para restaurar la estabilidad del país.

Tal suposición se refleja en otro pasaje de la transcripción del diálogo entre Rogers y Kissinger.

"Esta junta está poniendo a prueba el presupuesto básico de que Argentina es ingobernable", dijo Rogers, para quien el régimen se disponía a hacer "un considerable esfuerzo para involucrar a Estados Unidos" en la dictadura, "particularmente en el campo financiero.

"Es nuestro interés" que se consolide la dictadura, observó Kissinger. Pero Rogers acotó que el gobierno de Estados Unidos debería "esperar una gran represión, probablemente un buen baño de sangre" en Argentina.

"Creo que deberán reprimir no solo a los terroristas sino también a los disidentes de sindicatos y partidos", añadió.

La política marcada por Kissinger hacia Argentina es consistente con la dispuesta para el caso de la dictadura del chileno general Augusto Pinochet y de la del indonesio general Alí Suharto.

Pero la represión en Argentina fue tan dura que incluso el embajador Hill, quien originalmente aplaudió el golpe "más civilizado de la historia" del país, llegó a disgustarse con el régimen e incluso con Kissinger, quien no hacía nada por cuestionar las violaciones de derechos humanos.

Hill urgió a Kissinger a advertir al canciller argentino, almirante César Guzetti, que recortaría los fondos de asistencia si no mejoraba la situación de los derechos humanos.

Pero en su siguiente reunión, Kissinger se limitó a preguntarle a Guzetti cuánto tiempo más se prolongaría la represión. Cuando Guzetti dijo que hasta fines de año, el secretario de Estado no hizo cuestionamientos.

Hill le advirtió a Guzetti, según un telegrama transmitido a sus superiores, que "asesinar sacerdotes y arrojar 47 cadáveres en la calle no será, dentro de un tiempo, visto en el contexto de una derrota a los terroristas, sino que, por el contrario, esos actos serán contraproducentes".

Pero Kissinger no criticó en ningún momento a Guzetti cuando el canciller argentino visitó Washington días más tarde. (FIN/2006)

Periodismo Independiente,Tribuna ciudadana dijo...

Primo , recién hoy leí tu nota, realmente muy buena, con claridad relataste lo que nos pasó a los argentinos en aquella época. Tal cual , vivimos muchos con ignorancia y desprecio hacia los que estaban muriendo, sí ... escuché más de una vez eso de "en algo estarían"..muy duro pero es así..No teniamos ni idea de lo que estaba sucediendo... gracias primo!