sábado, marzo 04, 2006

Hace 21 años un terremoto sacudió Valparaíso










Hace 21 años un terremoto sacudió Valparaíso

El 3 de Marzo de 1985 a las 19:47 hrs. El sismo se sintió entre la II y la IX regiones del país y tuvo una Intensidad máxima del grado VIII en la escala modificada de Mercalli, y Magnitud Richter 7,7.

EL DOMINGO 3 DE MARZO DE 1985 en el teatro Imperio de Valparaíso daban Karate Kid. Fuimos en función de matinée, mi mujer y mis tres hijos, Hernán, Natalia y Pablo. Este último tenía 8 meses y solía llevarlo colgado en un arnés. Disfrutamos la película con ese ejemplo de honestidad, disciplina y superación que ella mostraba –después se nos haría imborrable- al salir del cine había una tarde un tanto nublada, estaba abochornado. Dimos una vuelta por la Plaza Victoria y subimos a casa para la hora de once.

Relajados, comentábamos la película. A las siete y media de la noche, teníamos servida la mesa, estaba con nosotros mi madre y en la redonda mesa roja, estaban preparadas las tazas y un glorioso sándwich de milanesa con tomate y lechuga nos esperaba a cada uno. Servimos las tazas y justo nos ibamos a sentar a la mesa, cuando se inició el remezón. Ruidoso y larguísimo, duró cerca de un minuto. Yo tomé a Pablo, que tenía 8 meses, lo puse en su arnés y me lo colgué, mi mujer cuidaba que no se volcaran las tazas y mi madre comenzó a rezar el Ave María. Rosy cortó la luz y el gas y comenzó a juntar agua.

Nuestra casa, ubicada en el cerro Polanco, un cerro rocoso, lleno de vertientes, resistió sin un rasguño el sismo. Lo impresionante fue la casi inmediata explosión de la Compañía Chilena de Tabacos en calle Colón, que se levantó con una oscura columna de humo; pensamos que había explotado una bomba de bencina o algo así, una intensa polvareda cubría la ciudad, carreras y llantos por doquier. Mi madre rezando a viva voz sus Ave María debajo de un helecho colgante que se mecía sobre su cabeza. Lo simpático fue que un confundido y asustado vecino, Testigo de Jehová, le hacía el coro a las oraciones de mi madre, con especial fervor, hasta que paró de temblar, se puso rojo y partió avergonzado por su falta de compostura.

Luego las acciones inmediatas, sacar velas, comenzar a juntar agua mientras quedara en las cañerías, instalar un tambor de 200 litros en el ante jardín y empezar a escuchar radio para saber qué había ocurrido. En mi casa un perfume Old Spice cayó sobre la taza del baño y le dejó un forado. Nada más nos había ocurrido.

Cuando estábamos todavía en medio de la confusión, se deja sentir una primera réplica, tan grande como la primera. Yo había subido a la casa de mi madre, distante unas 4 cuadras de la mía, para ver cómo había quedado. Increíblemente, el adobillo y los pilotes de concreto con que la había reforzado mi viejo, habían pasado la prueba, el yeso de las murallas estaba resquebrajado, pero allí seguía la casa, valientemente en pie. La réplica fue tan fuerte como el temblor inicial y se produjo unos 20 minutos más tarde, cuando ya la noche caía.

El epicentro del terremoto se ubicó en la Latitud 33°14’25’’ y Longitud 72°2’24’’ y afectó toda la región central de Chile.

Al recorrer Valparaíso, la mañana siguiente, fuimos calibrando la envergadura del fenómeno telúrico. En el puerto, la zona de los sitios 1 al 5 se había hundido y mostraban fuertes desniveles. El espigón había sufrido deformaciones notorias. En el muelle Prat se notaba la fuerza del sismo, con pastelones levantados y áreas hundidas. La calle Pedro Montt mostraba muchas casas sin sus frontis, expuestas como casas de muñecas, los bomberos debían botar cornisas que habían quedado colgando, a punto de desmoronarse. Los cerros más blandos del centro de la ciudad, Merced, Florida, Mariposas, tenían serios desplazamientos de terrenos. El terremoto había herido a la ciudad en las mismas áreas sensibles que sufrieron en el de 1971.

Recuerdo que viajé a San Antonio a los dos días del terremoto y pude apreciar la destrucción ocurrida. El puerto estaba destruido, peor que Valparaíso, en la zona aledaña una calle completa se había venido guarda abajo del cerro y taponaba la avenida que llevaba al puerto, el puente a Rocas de Santo Domingo estaba destruido en varias partes.

El desaliento corría y se criticaba la inoperancia del gobierno militar para allegar ayuda a los damnificados. Tanto en Valparaíso como en San Antonio, que fueron los lugares más afectados, la gente fue capaz de superar las dificultades en forma directa. Recordemos que en Chile se vivía el período de protestas populares, que la conquista de la democracia y de condiciones dignas de vida marcaban la movilización social. Fue precisamente ese ánimo el que permitió generar cuerpos de voluntarios para ayudar a la vecindad que había tenido problemas. Compartir el agua, las velas, los víveres, era algo que fluía en forma natural, que orientó a los muchachos en las universidades, en las iglesias, donde se organizaron albergues y ollas comunes para los damnificados. Pese a la angustia y la destrucción en ese período había una mística en la población, que pasaba por ayudar con lo poco que había, sabiendo que el resurgir de nuestras ciudades quedaba en nuestras propias manos.

Las semanas que siguieron fueron de limpieza y demoliciones. Viejas casonas de la ciudad debieron alivianar sus pisos en altura y el laterío que era propio de los cerros, comenzó a llenar la ciudad.

El recuento arrojó el saldo de 177 muertos, 2.575 heridos y 979.792 damnificados. 142.489 viviendas fueron destruidas, registrándose además numerosos deslizamientos de tierra, rotura de pavimento con destrucción de la carretera Panamericana en varios puntos, caída de puentes y daños considerables en la infraestructura de los pueblos afectados, con interrupción prolongada de los servicios básicos.

Desde esa fecha, hace 21 años, Valparaíso no sufre, afortunadamente un terremoto. La juventud de hoy no ha vivido la experiencia y la ciudad se presenta hoy más débil para enfrentar una emergencia de este tipo, debido a la falta de mantenimiento que ha habido en materia de muros de contención y a las fallas subterráneas detectadas en diferentes zonas de la ciudad, que podrían colapsar en caso de un terremoto como el ocurrido hace 21 años. En la ciudad se han construido numerosas torres de departamentos que se sitúan en zonas altas y que no han probado su calidad estructural en un evento telúrico.

Por ello y porque la memoria graba en detalles las situaciones traumáticas que viven las personas, es necesario en un aniversario más desde el último terremoto, preguntarnos cuán preparados estamos para una emergencia de ese tipo y transmitir a las nuevas generaciones la experiencia de afrontar como barrio o comunidad la falta de luz, agua, caminos, situaciones que sólo se hacen llevaderas practicando una real solidaridad.

3 de marzo de 2006




Una mirada libre a nuestro entorno

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenía 5 años, venía del jardín, mi mamá me sujetó y me colocó debajo de un árbol a 30 metros de la casa, frente a una parrroquia. Recuerdo que las paredes ondulaban, igual que el piso. De ahí corrimos a la casa y en la vereda nos encontramos conque se había venido todo el techo de tejas abajo, quefdaban las puras cerchas (eso lo recuerdo bien, porque miraba hacia arriba, caminando encima de las tablas de cielo y las tejas). Y los muros de adobe que se cayeron pa la casa del lado...

1 minuto más y hubieramos estado dentro de la casa, y no hubiera estado contando esto.

Anónimo dijo...

yo zempre he querido vivir un terremoto pero despues de esto veo k es muy mpresionante...yo temia k ubiera un terremoto en estas fechas por k me dijieron k abian muxoz!!

tengo miedo...muxo!!