sábado, octubre 07, 2006

Hispanidad: en defensa de nuestro idioma


Hispanidad: en defensa de nuestro idioma

Hernán Narbona Véliz

periodismo.probidad@gmail.com

LIDIAR CON LOS horrores ortográficos se ha convertido para mí en un esfuerzo cotidiano, que me lleva desde la risa al enojo o hasta la indignación. Profesionales, supuestamente competentes en lo suyo, cometen garrafales errores al redactar la más mínima carilla. Hay muchos que jamás distinguen la preposición “a” de la tercera persona singular del verbo haber: “ha”. En documentos oficiales incluso, se filtran este tipo de errores. Hasta venerables instituciones como la Sociedad de Escritores de Chile, son presa de estos exabruptos idiomáticos, cuando en una nota que me tocó recibir se les deslizó nada menos que “hes un placer…”. ¿Qué queda entonces para el estado llano, si en el Olimpo se maltrata la palabra?

Por eso, invocando a Cervantes, el más respetable de los conquistadores españoles, que nos entregaron la magia insondable de su idioma castellano, quiero sumarme e invitarles a adherir, a una campaña anónima, que circula en la Internet desde hace varios años, en defensa del idioma español frente a los barbarismos y anglicismos con que nos saturan indolentemente nuestros navegantes latinos de la red.

Uds. recordarán el movimiento que se inició cuando se reclamó por la eliminación de la letra eñe, “ñ”, en los dominios de la red, lo cual llevó a la corrección de tal medida, al menos en los procesadores de texto, que ahora la consideran. Parece increíble que siendo el español o castellano un idioma hablado como lengua materna por unos 333 millones de personas, lo que lo convierte en la segunda lengua con mayor cantidad de hablantes nativos tras el chino mandarín, sean los propios hispano parlantes los que degradan su lengua, que es el crisol de su identidad.

El idioma es dinámico, refleja las distintas épocas, va generando nuevas expresiones. Los creadores se permiten neologismos, "todo vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua", y eso es parte de la evolución del idioma. Pero no debe confundirse ese espacio de creatividad con el abuso que tiene raíces en la ignorancia del idioma, donde se inventan formas verbales por desconocimiento de la forma correcta de expresar lo que se quiere.

Es hasta cómico ver cómo se confunden, por ejemplo, términos como “internacionalizar” con “internalizar”. El primero nos habla de una proyección hacia el exterior, por ejemplo el inicio de una aventura exportadora; el segundo se refiere a las formas como introducir en una organización un concepto, un procedimiento, una forma de trabajo. El punto es que, en los discursos, muchos tecnócratas se enredan con las palabras porque en su afán de repetirlas olvidan su esencia. Lo que demuestra que el mal uso del idioma se da en todos los niveles sociales, sobre todo entre los soberbios que creen sabérselas todas.

El español es una de las seis lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas y llegará a ser más importante que el inglés, pero es necesario cuidarlo de los libertinajes, atentados constantes que llevan a la pérdida de su extensa forma de expresarlo todo. La poca lectura que se observa, especialmente en Chile, ha llevado el manejo del idioma a niveles de troglodismo, donde casi con aullidos y un puñado de garabatos nos expresamos en una degradación creciente de la palabra, lo que nos habla de la pérdida de inteligencia en amplios estratos de la sociedad para comprender una lectura, para conceptualizar y comunicar lo que somos, lo que hacemos, lo que soñamos. La palabra hoy es traficada por verdaderos delincuentes de la lengua, que la mutilan, la alteran, la humillan y la violentan.

Mi querida abuela Blanca Laura, dueña de una caligrafía perfecta, trabajaba como linotipista y correctora de pruebas en una imprenta. Ella me refería, en medio de sus dictados, que diarios como El Mercurio, pagaban en su tiempo a quienes descubrieran errores ortográficos o de redacción en sus publicaciones. Hoy ya no lo hacen y no creo que se atrevan ante la cantidad de horrores ortográficos que se cuelan en sus páginas.

Jóvenes periodistas, anclados a la superficialidad ambiente, se sienten creativos inventando verbos o distorsionando el sentido correcto de las palabras. Una medida de aquel tipo, donde nos pagaran por los errores detectados, en este tiempo llevaría al mentado decano a la ruina. Sinceramente creo que frente a los errores ortográficos de los medios, deberíamos demandarlos por daños y perjuicios, ya que difunden errores con una liviandad abismante, agudizando la crisis cultural de nuestra sociedad.

A propósito del 12 de Octubre y la hispanidad, recordemos que los españoles se lo llevaron todo, pero nos dejaron la palabra, defendámosla. Súmate a los guardianes del idioma español en Internet.

07/10/06



Una mirada libre a nuestro entorno

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