domingo, febrero 25, 2007

EL SUEÑO DEL DESIERTO FLORIDO


Cuando se cruza el desierto de Atacama el sentimiento es conmovedor. Desde el aire se percibe un mar de arena, con la mayor aridez del planeta. Pero bastan una gotas de agua, una llovizna leve, para que explote la vida y esos llanos inmensos se van poblando de maravillosas florecillas, algunas desconocidas, que emergen como un arcoirirs de vida que viene desde lo más ancestral de la tierra.

A partir de allí, uno se remonta en la historia y puede conocer que hubo un gran aduanero, pionero del siglo XIX, don Màximo Villaflor, que administró por varias décadas la Aduana-Puerto de Pan de Azúcar (hoy una reserva ecológica) y que propuso por allá por 1870, que Chile emprendiera la colonización del desierto de Atacama. La miopía política desafortunadamente echó por tierra esa idea; luego vino la guerra del Pacífico y detrás de ella los intereses imperiales, que mal podrían haber aceptado que inmigrantes de otras procedencias y etnias vinieran a hacer de este desierto un vergel. Poco se conoce de esto, que ha quedado en el campo de la leyenda. Pero, en el rescate de la memoria, prohombres como Máximo Villaflor necesitan ser reivindicados por la historia y por ello lo dejo como fuente de inspiración para una visión de futuro.

En esta comunidad se han cruzado ideas en pro y en contra de la energía nuclear. Al participar en el debate he comentado la factibilidad de que Chile utilice la energía de las mareas, desalinice agua y, combinando energías limpias, como la solar y la eólica, cimentar una fuente de energía que dé autonomía al Norte Grande, le permita sustentar nuevos proyectos agrícolas de cultivos intensivos y congeniar esos esfuerzos de manera racional, con las potencialidades mineras que guarda el desierto de Atacama.

Pensar en cómo países de medio oriente, como Arabia Saudita, capitalizaron su superávit petrolero comprando tecnología, dirigiendo la integración de su recurso de capital con el ingenio de los científicos, para poder implantar sistemas de producción de agua que aseguraran vida en medio del desierto, surge la pregunta ¿Por qué no, nosotros?

Si se observa los kibuts de Israel, donde las granjas comunitarias abrieron vergeles en el desierto, uno no puede dejar de soñar con megaproyectos de país que apunten a cambiar el fatalismo que parece acompañar al desierto y revertir esa visión con un espíritu de pioneros.

En esta línea de ideas y sueños, pienso que las comunidades de la provincia deben cortar el cordón umbilical que las asfixia y emprender con criterios regionales y sustentables su propia promoción de negocios, articulando valles interiores donde habitan aún comunidades nómades de coyas, para generar alimentos. Hay un proyecto de jojoba en Diego de Almagro que tiene grandes expectativas. Todo proyecto que se pueda levantar y que tenga orientación a los mercados asiáticos, augura éxito. Lo lamentable de nuestro modelo es que esas oportunidades las aprovechan los grandes grupos, dueños del país, sin que se vea una política de Bienes Nacionales para entrar en una onda diferente, que integre a las comunidades de base.

El desierto florece esporádicamente, como un gran mensaje. Hay que saber descifrarlo para la proyección profunda de Chile en estas vastas extensiones de rocas milenarias.
Una mirada libre a nuestro entorno

1 comentario:

Carlos Mesa dijo...

Artículo interesante, se puede acá hacer realidad la idea "del sueño agrícola del desierto", de Israel y Arabia Saudita. Existe la frase: "sueño agrícola del desierto" como término acuñado sobre desierto que se ha convertido en una zona agrícola. Gracias.