viernes, febrero 02, 2007

Reflexiones desde el Norte Grande




Escribo desde el valle de Copiapó. Mi encuentro con el Norte Grande ha sido impactante y conmovedor. Ha sido la sensación de reencontrarme con episodios de infancia, es tomar palco para una visión más reposada y quizás más profunda de nuestro devenir.

Precisamente cuando las Naciones Unidas han dado a conocer su diagnóstico sobre el calentamiento global, he podido conocer los esfuerzos de la III Región de Chile, Atacama, que lucha por ganarle espacios al desierto más riguroso del planeta.

Uno puede comprobar, viendo estos valles de Copiapó, donde el agua es un tesoro, que el ser humano puede ser exitoso trabajando a favor de la naturaleza; así se perciben los mantos de verde que por miles de hectáreas cubren terrenos que eran desierto.

Como un triste contraste noticioso, vemos la soberbia profunda de un gobernante fracasado, George Bush, que sigue imponiendo su política contaminante, negándose a poner límites a las emanaciones, con lo cual afecta a su propia nación. Lo cual se explica porque detrás suyo están las multinacionales petroleras, a las que mueve una siniestra codicia que impide corregir el modo de vida post industrial que está destruyendo el planeta.

El calentamiento global afectará al hemisferio norte, se inundarán extensos territorios, el polo norte podrá quedar sin sus hielos eternos; los ciclos productivos del agro, corren riesgo de perderse tierras fértiles por tormentas inusuales. En esta semana, como un hecho que evidencia los arranques climáticos que escapan de todo lo conocido, Miami fue azotada por una serie de raras tormentas o tornados, que dejaron una secuela de muerte y destrucción.

La rigurosidad de los inviernos en un hemisferio y los grandes incendios en el otro, nos hablan año tras año de destrucción de flora y fauna que será irrecuperable.

En el Norte de Chile, en Copiapó, desde donde escribo esta nota, se agudiza la falta de agua, lo que pone en riesgo la vida que se ha ganado al más duro desierto del planeta.

¿Cómo preservar esto sino con la innovación tecnológica que busque armonía con la naturaleza? ¿No es el momento de explotar la energía de las mareas e instalar plantas desalinizadoras de agua para bombearla a los valles interiores?
¿No es un proyecto emblemático para usar estratégicamente los recursos ganados con la apertura de mercados?
¿No sería una forma inteligente de devolver al país los costos que ha implicado el crecimiento en el modelo imperante?

Obviamente, en un período de relax, en medio del descanso estival, este tipo de temas puede resultar incómodo, ya que las personas somos todos, cada cual en su medida, responsables de una alícuota de contaminación de nuestro hábitat. Chile tiene una mala conducta ambiental y la misma parece profundizarse y no parece cambiar, toda vez que se siguen batiendo records en venta de automóviles, la megalópolis de Santiago está al borde del colapso en materia de transporte urbano y los grupos de presión se hacen sentir cada vez que una medida apunta a la descontaminación.

¿Tendremos que esperar que nos alcance una catástrofe global para reaccionar? ¿Nos movilizaremos para salvar al planeta? ¿Seremos capaces de defender la vida que lucha por florecer enfrentando el desierto o dejaremos que el clima enloquecido como un caballo salvaje quiera sacudirse a la humanidad, causante de todo este descalabro en el orden natural? ¿Es el momento de inflexión o ya estamos en la pendiente inexorable del desastre mundial?

Disculpen, pero estas reflexiones no son algo abstracto, sino la convicción de que tenemos que actuar todos, aquí y ahora, antes que sea demasiado tarde.



Una mirada libre a nuestro entorno

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