miércoles, abril 11, 2007

Presidenta Bachelet: jugando contra reloj.



Cuando Michelle Bachelet asumía como Jefa de Estado, en este mismo medio, expresé mis aprensiones por el alto costo político que le significaría cargar con la mochila Lagos.

La sumatoria de acciones impropias, contratos leoninos que han repetido en el Transantiago la tónica de los contratos de las carreteras concesionadas, que están ligadas a esa caja negra, que no se termina de develar: los procesos MOP con todos sus cuadernos en poder de la justicia. El alerta ciudadano fue temprana y leal con la Presidenta, pero, lamentablemente no fue recepcionada oportunamente. El entorno del poder suele ser empalagoso y para nada sincero. El efecto de caminar un primer año a los tumbos, con asesores heredados y condicionados con el gobierno anterior, le significó a la Presidenta tener que gastar su capital político de adhesión popular, en continuas explicaciones a errores de gestión, algunos como consecuencia de las ataduras y otros tantos como errores de visión política, donde no se llegó a dimensionar ese concepto ambiguo de gobierno ciudadano, que nunca llegó ni a medias a una participación efectiva y crítica de los actores sociales.

En estos momentos, la explicación agrava la falta y el desgaste lleva a mayores dosis de pragmatismo, antes que a una corrección conceptual profunda respecto al gobierno derechista de Lagos. Cuando aparece un atisbo de corrección del modelo, en el proyecto de nueva ley de educación, al plantearse una educación a través de corporaciones sin fines de lucro, el efecto inmediato es de una amplia reacción de la derecha para oponerse a ese cambio cualitativo del sistema. Y dicha oposición está utilizando todos los medios que controla con financiamiento del Estado y lo hace enfrentando a un gobierno a la defensiva, lleno de incoherencias y desgastes en múltiples frentes.

A Chiledeportes y el desvío de fondos para generación de empleo, se ha sumado EFE, Empresa de Ferrocarriles del Estado, donde se adquirieron trenes de segunda mano que al poco rato quedaron inservibles. Se destapan los contratos del plan emblemático para una capital irracional por donde se la mire, y se ve que en una negociación transparente todas las cláususlas contractuales jamás habría podido aceptarlas un organismo público.

Se percibe que todo huele mal en esa mochila que pesa como una catedral sobre las espaldas de una Presidenta que, pese a las evidencias, sigue pensando que su carisma puede ser inagotable y suficiente como para reencantar a la gente.

Es el momento de emergencia y los espacios de maniobra parecen escasos si el gobierno no rompe con su pasado y se recrea en nuevas alianzas y compromisos. El centralismo aparece en toda su dimensión perniciosa cuando uno se asoma a las cuentas de este proyecto mal gestado que fue el Transantiago. Volcarse al regionalismo, desconcentrar el gasto público, crear nuevos polos de desarrollo regional en el norte y sur de Chile, son hoy medidas que le penan a este gobierno reactivo.

Frenar el desencanto y tratar de parar el voto castigo inminente, pasaría por un golpe de timón. Nuevos rostros, pluralismo, ruptura del cuoteo pernicioso, inmediata concursabilidad de todos los niveles directivos, fin a los feudos que buscaban financiar campañas. Requerimientos que no se vislumbran priorizados en la agenda de la Presidenta. En cambio, aparece un paladín del pragmatismo, el MAPU Ministro Viera Gallo conduciendo un acuerdo para amurallar el sistema electoral y lograr con un maquillaje totalmente superficial, que se mantenga el sistema binominal que significará perpetuar una aristocracia política transversal, en la cual las derechas o las izquierdas son apenas cuestión semántica, para la galería.

Levantar ahora esta voz crítica no lleva el ánimo de un francotirador sino de un analista comprometido con los valores democráticos y con la probidad. Alguna vez lo dije: la corrupción fue la que tumbó al imperio soviético, es la que tiene a Estados Unidos en una de sus peores etapas políticas; es lo que ha ido empantanando a nuestra sociedad en el descreimiento, el abstencionismo y el desencanto. Si Michelle Bachelet tomara estos ejes valóricos para conducir el país, estaría a tiempo de recuperar ese voto silencioso que mira y espera y que ya no comulga con mesianismos faraónicos ni con proyectos de bicentenario.

Presidenta, el capital de confianza está por agotarse.


Una mirada libre a nuestro entorno

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