Desplegando las celestes utopías, del brazo de mi compañera,
compartiendo la lucha popular con mis hijos, entregando lo recibido generosamente
en el largo camino, sirviendo de retaguardia para cuidar los nietos, estoy
cruzando a mi séptima década con un ramillete de violetas en la solapa de un
traje de gala y mis zapatos cómodos, gastados, me llevan en sobrevuelo a
recorrer adoquines de entonces, con el aire enrarecido picando en la garganta, recordando
a los pioneros heroicos, aún capaz de desplegar la palabra franca y rebelde y de
abrazar los sueños como si fuese la vez primera.
Hoy, sueños maduros, que no serán quizá los que alcancemos a
vivir, pero serán sí los que vivan nuestros nietos. Por este derrotero, esquivando
los estoques, protegido de fe, inflamado de paz y amor, aplaudo por la vida y
doy gracias al Padre por el tiempo concedido, llevando en la memoria la
experiencia, los aromas y risas, los buenos amigos que te dan fuelle para nunca
decaer, portando algunas lecciones dolorosas, resumidas y arrugadas, que siempre
sirven para no equivocarse de nuevo. Así, en el beso del amanecer y la
madrugada, me deleito de esperanza y sueños, como adolescente que vibra
descubriendo el amor primero, dispuesto a trepar tras volantines fugaces, de la
mano de mi compañera ejemplar, con la pausa precisa para musitar en una esquina
un gracias, Señor.
Una mirada libre a nuestro entorno
No hay comentarios.:
Publicar un comentario