Dejamos copia de un programa grabado al conmemorarse los 50 años del triunfo de Salvador Allende. (Marque párrafo azul para abrir.)
Héctor está dando su batalla final, sus compañeros de ruta, sus amigos y condiscípulos, lo acompañan con admiración y respeto. Honor y Gloria. Compañero, marcha tranquilo, queda tu legado. Ya has vencido.
En el umbral, despedimos a un indispensable.
Alexis Yovanovic escribió hoy 3 de marzo de 2022.
Héctor Cataldo Ávila, el mejor alumno de nuestro curso (Colegio Rubén Castro de Valparaíso, 1961-1966), podría haber sido Doctor PhD en cualquier disciplina que hubiese escogido; podría haber sido jugador profesional de futbol; podría haber sido ejecutivo principal de cualquier empresa; podría haber sido un gran humorista; podría haber sido director de un colegio con centenas de pequeños cataldos como él; podría haber sido embajador, senador o presidente; podría haber sido el jefe de todos y de cada uno de nosotros; podría haber sido famoso en el mundo entero; pero escogió el camino de la indignación contra la injusticia y la pobreza, el camino de enfrentar un mal que fue uniformizado y que hoy continua de paletó y corbata sofocando la sociedad, escogió la opción de renunciar a sus merecidas expectativas personales y, ganó con eso, la prisión, la tortura y una vida llena de dificultades que hoy lo mantienen postrado en cama. Irá partir, como todos, para otro lugar, pero no quiero que parta sin que sepa, de parte de sus antiguos amigos y compañeros, que respetamos su decisión, su camino y su entrega por una causa de todos y, a pesar de no haber conseguido todos esos títulos de PhD ni cargos honrosos que podría merecer, dada su excepcional inteligencia y madurez, ocupa en mi corazón la posición de líder de mi juventud, de héroe de guerras, de referencia de todo lo que muchos de nosotros dejamos de hacer corriendo atrás de nuestros sueños personales, que algunos conseguimos justamente gracias a colegas como Héctor que, junto a otros como él, aseguró con fuerza y entusiasmo la base de la escalera que condujo nuestras propias vidas.
Alexis Yovanovic
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