jueves, mayo 15, 2025

NO NOS ACUSEN DE POPULISTAS


“NUIT DEBOUT, no nos acusen de populistas” 
El populismo es una forma de gobernar que se centra en el clientelismo, en la demagogia que permite captar electores con promesas de bienestar que son imposibles de cumplir, que busca captar adhesión de manera cortoplacista, evitando siempre hablar de deberes,  esfuerzo o sacrificio, pero sí de derechos y beneficios. 
Cuando la política partidaria está centrada en mantenerse en el poder, las ideologías o las cosmogonías de sociedad pasan a segundo plano. En vez de utopías que expresen visiones de mundo, encontramos un pragmatismo mercantilista que esgrime el marketing electoral, que acuña eslóganes atractivos, que usa discursos híbridos que admiten lecturas diversas con tal de llegar en forma atractiva o engañosa a diferentes segmentos de la población. Los partidos se convierten de ideológicos en instrumentales y controlarlos es el primer objetivo de los animales políticos, pues con ello manejan todo el andamiaje institucional del país.
El demagogo es todo lo contrario de un Estadista. Es un peón del poder que se especializa en encantar multitudes para su propuesta. Se genera así,  en el imaginario popular, un producto intangible, que se va estructurando a través de los medios y esto lleva a que se levanten ídolos prefabricados, en una comedia que dirigen los poderes reales que están tras bambalinas. La sociedad mediática es la sociedad de la imagen, la expresión superlativa del marketing político, que genera fantasías de sociedad, lenguaje oficial en el cual se mueven individuos y organizaciones, empresariales o políticas, con obsecuencia al sistema, legitimando situaciones que se alejan definitivamente del bien común o del ideario de instituciones de servicio público que apuntan a ese bien de todos, por encima de intereses particulares. 
La globalización agregó a estos escenarios la difuminación de las fronteras y la relativización del Estado Nación, con acuerdos internacionales que buscaron en las últimas décadas consolidar un sistema neocolonial, donde las potencias imperiales dejan de ser otros Estados para pasar a conformar un poder supranacional de gigantescas corporaciones, que postulan su propio modelo de sociedad global, centrada en la concentración de la riqueza, la fuerza y las decisiones políticas y económicas a nivel planetario. En este contexto, se ha ido escamoteando soberanía popular a las sociedades nacionales y su máxima expresión que era el Estado, pasa a ser controlado, ocupado, distorsionado por los poderes fácticos que integran aquel orden mundial corporativo.
Frente a esta realidad, casi desde las catacumbas surgen los movimientos ciudadanos planetarios, que, evitando el anarquismo y el nihilismo, buscan escapar del yugo corporativo, oponiendo corrientes de solidaridad, propuestas contestatarias que llegan a los fundamentos de la pirámide de Maslow, necesidades fisiológicas y de seguridad, como son la defensa de la sobrevivencia, de la tierra, de la vida, de una alimentación sana, de la salud y la educación, para lograr sociedades libres y sustentables, en armonía con el planeta. 
Hoy se está desarrollando en la Plaza de la República en París el Movimiento de los Indignados, Nuit Debout (literalmente, «noche en pie» en francés) movimiento social francés surgido el 31 de marzo de 2016 como parte del movimiento contra la Ley del Trabajo —loi travail—, y extendido a otras ciudades francesas. La agenda de puntos que consolida este tipo de movimientos es amplísima, pero, en lo medular, se resume; el agotamiento del sistema de neoliberalismo global imperante. Este movimiento, informal y «sin etiquetas», se propone construir una «convergencia de las luchas». Organizado en comisiones (coordinación, logística, recepción y serenidad, comunicación, etc.), las tomas de decisiones se hacen por consenso en asambleas generales. Estas ocupaciones de lugares públicos recuerdan a las que protagonizaron a partir de 2011 los Indignados en la Puerta del Sol de Madrid, la Generación de los 700 euros en la Plaza Síntagma de Atenas o el movimiento Occupy en Estados Unidos. 
En Chile, esta reacción ciudadana es similar, emergente a partir de los propios conflictos que ha causado el modelo y que estamos viviendo agudizados con los fenómenos climáticos que nos han golpeado. Pero, definitivamente, hay un descontento visceral que revienta por doquier.
El sistema oficial dominante, que maneja los partidos políticos oficiales y que juega a mantener el statu quo, trata en forma despectiva a cualquier movimiento alternativo emergente, arrogándose la seriedad, la estabilidad y la gobernabilidad, entre otros atributos. Sin embargo, esos partidos oficiales que comparten amigablemente el poder, participando de los mismos financistas, con vasos comunicantes entre negocios y política, no dimensionaron la fuerza solidaria que pueden alcanzar los movimiento sociales. 
La situación presente cruza el movimiento de Chiloé y de resistencia del pueblo mapuche en la Araucanía con los movimientos globales. No fue casual que en la reciente gira por Suecia e Inglaterra, se produjeran funas masivas a la  Presidenta Michelle Bachelet. Las redes sociales están actuando y podría darse una participación masiva en las próximas elecciones que se levante con la bandera de voto castigo a los políticos que han estado involucrados en actos de corrupción. Canalizar en las elecciones municipales un voto alternativo que apunte a candidatos jóvenes que tengan un historial de manos limpias, puede ser una respuesta enérgica a las élites apernadas al poder y sus malas prácticas. Así, quienes se acerquen a la línea alternativa que se define en términos globales como rupturista del sistema neoliberal agotado, podrán tener opción de poder, metiendo una cuña en el duopolio que lleva casi 30 años en el poder.
Sin embargo, para evitar la despectiva y descalificadora expresión oficial de populistas, esas fuerzas críticas de la corrupción actual, deben levantar una propuesta económica viable, anclada en el hombre y el respeto a la naturaleza. En este contexto de principios, luchar por rescatar la República, generar relaciones exteriores que recuperen soberanía para Chile, generar políticas de desarrollo dirigidas por un Estado Responsable en vez de Subsidiario, implementando una descentralización política que fije regiones empoderadas, que desconcentren el poder presidencial actual para que se generen en las regiones políticas  ambientales de preservación, desarrollo de los sectores medios con estrategias de financiamiento y coinversión público privada donde un Estado Probo vele por el bien común. 
La complejidad de consensuar los lineamientos de una alianza popular que no se disperse en voluntarismo, exige que se pueda generar para el país una propuesta de emergencia nacional, donde la unidad se alcance con un pacto social que plantee las grandes tareas  y sacrificios que haya que desplegar como sociedad para recuperar dignidad, con libertad y justicia.
 
Periodismo Independiente, 15 de mayo de 2016 @hnarbona en Twitter.Una mirada libre a nuestro entorno

domingo, mayo 11, 2025

¿A dónde marcha el amigo?


¿A dónde marcha el amigo?

Hernán Narbona Véliz, Valparaíso,10 de mayo 2025.

Con un carrusel de acontecimientos que se precipitan en los mensajes que postean los personajes de una verdadera serie distópica, se va articulando la caída o el desmonte de un sistema global, en donde, desde 1990, tuvimos una superpotencia hegemónica, que impulsó la globalización, la misma que ahora le pega como boomerang.

En los noventa, el orden mundial, centrado en la Organización Mundial del Comercio, tuvo el sesgo de minimizar la injerencia de los Estados en la economía, procurando la desregulación y la transferencia de soberanía a instancias supranacionales en las que el Estado pierde su inmunidad y debe ser tratado como un agente económico más, frente a las corporaciones multinacionales, las que se aseguran así un dominio de facto, que preserve sus intereses.

Esa ha sido crudamente la globalización, vestida de la falacia de “libre comercio”, pero escondiendo la concentración de la riqueza en un conjunto de agentes financieros especuladores, que están por encima de la economía real, de la industria,  la agricultura y los servicios. Nuestro país ha sido el modelo en que se ha aplicado, dictadura mediante,  el neoliberalismo a ultranza, con un cuerpo constitucional que estableció el Estado Subsidiario, el que ha debido renunciar a una planificación indicativa mínima, conducente a un desarrollo racional, porque todo lo que sea negocio debe ser manejado por los privados, por el mercado.

Sin embargo, en estos momentos históricos, el propio EE.UU. ha emprendido el desmonte de la globalización, porque como Estado ha sufrido el vaciamiento de su industria y ha debido superar las crisis bursátiles sucesivas, en especial la de las sub-prime del 2008, yendo la Reserva Federal al salvataje de la banca, lo cual ha significado imprimir papel moneda, aumentar desmedidamente el déficit fiscal, emitir bonos de deuda y colocarlos en los mercados. Esa impresión de dólares sin respaldo, más la deuda soberana, más una balanza comercial totalmente desequilibrada, con un gasto en seguridad por el mantenimiento de más de 80 bases militares en todo el planeta; ha significado que la economía norteamericana esté al borde del colapso. Trump, en su primer mandato, inició la guerra comercial contra China, que junto con ser el mayor proveedor de bienes de consumo es, al mismo tiempo, tenedor de la mayor cantidad de sus bonos soberanos. Cuando en estos primeros cuatro meses, Trump las ha emprendido con una guerra arancelaria, lo que ha producido en el mercado interno, es desabastecimiento de mercancías de consumo masivo y el efecto de una contracción económica interna con precios disparados que amenazan en el corto plazo con una gran estanflación. Porque los aranceles no van a hacer aparecer, de la noche a la mañana, una industria sustitutiva de importaciones, porque Estados Unidos está recibiendo el resultado de su propia medicina, haber desregulado los mercados de capitales y propiciado la instalación de empresas fuera de su territorio, porque eso hacía más jugoso el negocio de sus corporaciones.

En el contexto geopolítico, Trump busca detener la guerra de Ucrania, pero con la crisis de deuda, que está allí como espada de Damocles, lo que en definitiva busca es un repliegue estratégico, volcarse hacia dentro, lo que significaría repatriar industrias a su país, pero ello es una expresión de deseo, ya que las condiciones objetivas de su mercado interno muestran una falta de personal calificado para los nuevos estándares de automatización y uso de inteligencia artificial, donde China ha ganado una enorme distancia.

La realidad muestra que el mundo multipolar que quería frenar Estados Unidos, avanza sin pausa. Los BRICS van ampliándose y China está encarando la guerra arancelaria con venta de los bonos de deuda y la implementación de sistemas logísticos globales que evitan el bloqueo de Estados Unidos. Las amenazas que se han escuchado en los escenarios de la geopolítica mundial, van variando según se va desarrollando la guerra en Ucrania, oriente medio, India-Pakistán. El Día de la Victoria del 9 de mayo, se celebró en Moscú, mostrando un amplio respaldo a Rusia de potencias importantes, como China, India, Eslovaquia, Brasil.

En estos momentos la invitación de Putin es directamente a Ucrania, a iniciar conversaciones en Estambul el 15 de este mes, pero sin un alto al fuego antes que esas conversaciones se inicien. Por otra parte, la asunción del nuevo Papa, León XIV, Robert Francis Prevot, norteamericano, con segunda nacionalidad peruana, incorpora un nuevo elemento al complejo tablero mundial y, con su primer mensaje, se percibe un compromiso por alcanzar la Paz, en la misma línea del Papa Francisco, quien también intentó mediar para frenar la guerra en Ucrania y la invasión a Gaza.

En Chile, se advierte una falta de debate público sobre el margen de maniobra que podrá tener el Estado de Chile en este contexto de cambios profundos en el orden mundial conocido. Somos un país fenicio, con tratados de libre comercio con más de 60 países, pero todo eso es ahora incierto. ¿Qué medidas se están previendo para un escenario en donde las cadenas de suministro se rompen y crecen la incertidumbre y los riesgos de guerra?  ¿Alguien ha explicado lo que puede pasar con los fondos de los afiliados a las AFP en caso de un colapso en la bolsas mundiales? ¿Cómo soportar las presiones que existirán de seguro, para alinearnos en una guerra que no es nuestra y que rechazamos?

Abramos conversaciones desde la sociedad civil, en este momento crucial.

Una mirada libre a nuestro entorno

jueves, mayo 01, 2025

CONVERSACIONES POR LA VIDA


Hace 5 años, en medio de la pandemia, en una acción ciudadana de resistencia, comenzamos a conversar, en un podcast que fuimos compartiendo en mi canal de Youtube. Dejo ahora esta columna que contextualiza ese momento histórico y quizá hoy, de manera casi patética, este mensaje nos inste a recuperar los espacios perdidos y salir de esta desesperanza aprendida que se siente en el ánimo de los chilenos, como consecuencia de tantas frustraciones y traiciones acumuladas en el alma ciudadana. 

La intención es provocar desde la sociedad civil, una acción proactiva que parta por escucharnos y unirnos en el interés general con sentido común, deponiendo egos, sectarismos o fundamentalismos que solo nos dividen. Recuperar la política desde lo social, hoy monopolizada y mercantilizada por élites en franca decadencia moral. 

Conversaciones por la Vida.

Realizar el ejercicio catártico de conversar, de romper distancias y esgrimir vivencias, compartiendo historias comunes, inter generacionales, ha buscado romper el síndrome de la soledad, que nos puede sumir en el agobio y la pena. Significa mucho más que un ejercicio de sobrevivencia, ya que es levantar la palabra para construir nuevas realidades, sentirnos que en ese tejido de comunicaciones podemos recuperar libertades y proponer rebeldía. Porque si se sueña realidades para salir del túnel, asumiendo las dificultades y amenazas que enfrentamos, las palabras que cruzamos expresan deseos y aspiraciones que entre todos podemos viabilizar.

 Sabiendo que nada de lo que ocurre es casual y que la ciudadanía (entendida como estamento transversal consciente de sus deberes y derechos en la vida en comunidad) tiene el desafío de recuperar su poder de decisión, buscando generar desde la sociedad civil, ideas fuerza que reflejen el interés general, que se esfuerzan por no ser utópicas, sino realistas y de sentido común, aunque apuesten a escenarios que pueden ser de baja probabilidad y que siempre irrogarán sacrificios y generosidad para asumirlos.

En medio de un torbellino, lo más certero es la muerte, pero, procurando imaginar que podemos vencer los determinismos y alejarnos de la fatalidad, con energías extraídas de la fe y la templanza, nos queda el deber de intentar la construcción de un mundo que valga la pena vivir, pensando en nuestros hijos, nietos y bisnietos.

En el ciclo de Conversaciones por la Vida hemos buscado escapar del tedio conformista que puede provocar el confinamiento y compartir sueños pequeños, que en su sumatoria cobran la fuerza de ese espíritu colectivo que no se resigna a la esclavitud y lucha por causas nobles y vivificantes. El sentido común que nos llama a deponer individualismos, conveniencias, cálculos, para trenzar las cadenas de colaboración, de amistad, de valores compartidos, todo lo cual debiera traducirse en mirar a lo elemental, a eso simple que hoy nos falta, a esa libertad soberana que significa cortar amarras y bregar como comunidad por un sistema que sea digno, aunque materialmente sea mucho más pobre que el mundo que nos tenía encandilados.

El sentido de pertenencia a una pobreza digna, solidaria, justa, debe partir desde la base social, para recomponer un tejido fragmentado por el sistema neoliberal, empezando desde esta contingencia un arduo trabajo por la sobrevivencia. En esos términos, volver las miradas a lo territorial inmediato, requiere entender la política mundial y su desarrollo, cómo se están desarrollando los conflictos por el poder mundial y, a partir de allí, tratar de entender que todas las certezas con que partimos el año 2020 se han desmoronado y un tiempo distinto surgirá después de la pandemia.

Ante el surgimiento de un nuevo orden mundial

 Estamos presenciando la reestructuración del orden mundial y los países se refugian en sus territorios, asumiendo la fragilidad de la interdependencia en medio de una guerra comercial que ha escalado a una guerra sórdida, en donde se dispersa el poder mundial de los Estados y aparece la ofensiva de los intereses multinacionales, que están por encima de la dimensión intergubernamental, propiciando un gobierno mundial, en donde los países deberán subordinar aún más sus soberanías y sus procesos de integración regional, para resignarse a un orden emergente que consolidaría los intereses financieros globales, lo cual ha sido evidente en el intento por aprobar el TPP11, del cual Donald Trump se salió y en Chile se logró posponer gracias al movimiento social del #18O. Esta realidad no aparece en los medios oficiales porque las mayores cadenas noticiosas del mundo son propiedad de los grupos corporativos que se fusionan en la Trilateral Commission y el grupo Bilderberg, donde se reúnen los hombres más ricos del mundo, para planear acciones que luego implementan a nivel global.

Las masas han sido permanentemente manipuladas, a la vez que reprimidas cuando se han alzado con proyectos que amenacen ese poder mundial. Hoy estamos viviendo una pandemia, pero en sus vísperas, la ciudadanía mundial había recuperado protagonismo político, en Francia, Hong Kong, España, Colombia, Perú, Brasil y Chile. En esta etapa de pandemia, son muchas las preguntas sin respuesta que dan vueltas a nivel mundial. ¿Ha sido el Sars 2, Covid 19 un producto de ingeniería genética? ¿Es una pandemia creada para romper una burbuja creada por los capitales especulativos que son parásitos de la economía real? ¿Existe una acción malthusianista para reducir la población mundial? ¿Es la situación de excepción que vivimos un complemento que permite la pandemia para reprimir la explosión social, negando a la ciudadanía una salida soberana que genere un nuevo orden social que atienda al bien común y termine con los privilegios de las élites dominantes?


Conversar para insertarnos con soberanía y dignidad en el nuevo mundo

Ser bombardeados por el miedo podría permitir que la gente resigne sus derechos sociales y sus libertades cívicas a cambio de poder sobrevivir a la pandemia y a la etapa ulterior. En la dura realidad enfrentamos una pobreza profunda en amplias mayorías de chilenos, donde los sectores medios se pauperizan, sin tener derecho a ninguna ayuda efectiva de salvataje, es necesario conversar sobre el modo de vida que surgirá después de esto. Y acá es importante la experiencia compartida, el enfoque multidisciplinario y multivariable del problema. Ya el grueso de los chilenos veníamos organizando una salida a través del cambio de la Constitución Política, espacio que se logró en la calle y que la clase política lleno de letra chica y de trampas, pero que hoy está en riesgo, con la excusa de la pandemia y la recesión consecuente.

El gobierno se ha desnudado en su ADN más de ultraderecha y ha buscado criminalizar y apagar la protesta social. En Chile el período cuarentenario, el confinamiento, ha sido en verdad voluntario y las fuerzas sociales, como el Colegio Médico y los trabajadores de la Salud y la Educación, han llevado la voz de oposición técnica hacia medidas tardías o débiles, que han priorizado la continuidad de los negocios, antes que la vida. Y, volviendo a legitimidad del poder a los espacios locales, han sido los Alcaldes los interlocutores más confiables para la población. En términos de medidas de apoyo, las que se han implementado han fortalecido a la banca y los grandes grupos del retail, pero, al extenderse la pandemia, se viene, como pólvora seca, una etapa de desesperación de los sectores desprovistos de ingresos, que ven multiplicar sus deudas y sumergirse en una impotencia de volver a supuestas normalidades. La economía de crecimiento ilimitado ha muerto y lo que ahora se sincera y extiende, es la precariedad de la red social, principalmente para los sectores medios, comerciantes, profesionales independientes y trabajadores por cuenta propia, que arrastran la realidad de venir con una deuda que consume el 70% de sus ingresos.

En función de lo cual, la salida cívica es perentoria y hay que asumir que la reacción se escudará en el régimen de excepción y la pandemia para que ello no fluya. Conversar por la Vida significa enfrentar la cultura de la muerte donde habría chilenos desechables, en zonas de sacrificio, en el campo que sufre la sequía y la usurpación del agua, la que llega racionada por camiones aljibes, todos chilenos pobres, que podrían estar condenados a muerte. Conversar por la Vida es asumir una responsabilidad política para actuar proactivamente para que el engranaje social siga cuidando a los más débiles, preparando en los espacios comunales acciones de protección, como mejoramiento de barrios, desmalezados, sanitización, con personas cesantes que puedan obtener algún mínimo ingreso durante la crisis.

Conversar para un compromiso por la Vida en Chile.

No podemos permitir que el hambre, el resentimiento o la ira, dominen las decisiones del movimiento social, sino tratar de canalizar toda esa energía hacia sentimientos de honesta colaboración, defensa local y autocuidado, integrándonos en las Juntas de Vecinos, Colegios Profesionales, Sindicatos, para ejercer la soberanía popular en ayuda mutua y también en colaboración frente a la delincuencia en los barrios. Es decir, el movimiento social debe mutar de la marcha y el graffiti hacia la acción social responsable, demostrando que no somos una montonera sino una comunidad que asume su responsabilidad y genera espacios para ejercer un poder popular de sentido común, como interlocutores válidos  de los alcaldes, sin clientelismo alguno, de manera inclusiva, pero con disciplina, en donde las prioridades que se tomen, se respeten. Una ardua tarea es consolidar y mover de manera ordenda a una ciudadanía que viene enferma de individualismo, anomia y desconfianza. Hacer política desde la base social es un camino lleno de trampas y malas prácticas que se debe erradicar. De esto hay que conversar, con vecinos, profesores, psicólogos, sociólogos, servidores públicos, trabajadores sociales, comerciantes, gremios y sindicatos.

Conversemos por la Vida en todo el engranaje social, partiendo desde las familias, en sus diversas formas y expresiones, en cada grupo familiar, en los diversos niveles, espacios o territorios, partiendo de lo inmediato hasta llegar a un sentido espiritual y planetario de la existencia. Pasar esas dimensiones, significaba que podremos cruzar visiones, por actividades y roles, para hacernos una idea de los escenarios que deberemos enfrentar. Abrir la mente para entender el torbellino. Antes, todos teníamos ciertos grados de certeza, pese a que siempre trataron de manipularnos con el manejo mediático. Conversar significa sentirnos ciudadanos, planteando miradas desde distintas ópticas, pero todos apuntando al interés general.

Sin duda, conversar es difícil al principio, pero el lenguaje crea realidades y de nosotros depende hacerlo, con mente abierta, escuchando, formándonos cada cual su propia opinión, pero buscando comunes denominadores para ordenar la convivencia que viene. Por décadas, hemos sido movidos a la pasividad y el individualismo. Pero en períodos de emergencia, incendios, terremotos y ahora esta pandemia, somos capaces de sentarnos con el adversario y dar una nueva mirada al conflicto, para escuchar y dar razones, logrando ganar en respeto mutuo primero, y en consensos básicos luego.

Los seres humanos hemos asumido nuestra indefensión y la necesidad de recomponer nuestras relaciones humanas como seres gregarios, que debemos colaborar para convivir en paz, en equilibrio. Superemos situaciones de dominación que agobian nuestras mentes y espíritus, seamos capaces de rechazar derroteros no deseados, alcancemos la libertad de no caer más en la obsecuencia, esa doblez espiritual que nos alejaba de los valores que traíamos desde la esencia de nuestras familias y barrios, recuperemos esos valores y principios de respeto mutuo, solidaridad, colaboración y compromiso con el bien común, resignando egos y protagonismo. Conversemos para que cambie el ánimo de nuestros barrios, de nuestra ciudad, conversemos para darnos los abrazos que extrañamos, para sacar todo lo fatuo de la convivencia y forjar entre todos un país para todos, que pueda mantener su dignidad en la comunidad internacional.



Hernán Narbona Véliz, Periodismo Independiente, 26, Abril 2020.

Una mirada libre a nuestro entorno