sábado, octubre 11, 2025

El derecho a preservar el patrimonio intangible


El derecho a preservar el patrimonio intangible

Las ciudades, los barrios, los pueblos, no son sus calles, sus construcciones, sino las personas, la comunidad que vive en ellas, las familias que van generando un paisaje humano, donde los vecinos se reconocen, se entrelazan, comparten en un colectivo sus escuelas, sus juntas vecinales, sus clubes deportivos, los afectos de la buena vecindad. Los niños se amistan, crecen en redes de apoyo naturales, hay cuidado de los mayores, colaboración y buen trato. Es el barrio, en su esencia, sus aromas, sus dramones, sus chismes, sus chistes, sus anécdotas, sus funerales y sus llantos.

La humanidad se construye de manera gregaria, sirviendo, ayudando, siendo gentiles, saludando, sonriendo, en definitiva, como seres interdependientes que compartimos una ciudad y tenemos derecho a preservarla, a cuidar sus rincones, porque son parte de todos, porque son pinceladas de miles de destinos que forman un mosaico imaginario, todos como parte de los otros, de ese hombre o mujer, niños o ancianos, que transitan, viven o simplemente visitan   nuestro gran hogar.

Si hablásemos de poder, tendríamos que precisar que la gente es soberana de su tierra, protagonista de su espacio, propietaria natural de todos los lugares comunes, las calles, las arboledas, las veredas, las mascotas, la vista al mar. Como soberanos nos damos un gobierno comunal, elegimos Alcalde y Concejales. Ellos son mandatados por esta vecindad y se deben a ella. Si esos representantes traicionan su mandato y, en vez de defender a su pueblo, se venden a intereses privados, que vienen a pisotear nuestra comunidad en función de su codicia, debemos expulsarlos del municipio para siempre, por ser depredadores de la confianza y la ética pública. Si funcionarios de un municipio aceptaron coimas para favorecer intereses particulares que van en contra del bien común, deben ser sumariados y sancionados por sus graves faltas. Si un Alcalde ciudadano no aplica todo el peso de la normativa en defensa de la ciudad, faltaría a su deber funcionario.

Hacer ver a las empresas constructoras que la ciudad es algo vivo, con espíritu y esencia cultural, es decirles: adáptense a lo que queremos que se construya, rompan sus modelos de negocios invasivos y demoledores de la integridad urbanística de la ciudad y diseñen la vivienda que se adapte y sea armónica con la arcada. Como Municipio se puede favorecer la generación de proyectos cooperativos, que se integren a un Plan Maestro de largo plazo, elaborado con presencia de los ciudadanos, las universidades que quieran aportar con rigurosidad, los colegios profesionales, las Juntas Vecinales empoderadas. Puede haber una sintonía fina entre lo que la ciudad define y los agentes inmobiliarios y ello pasa por equilibrar la negociación, con transparencia, coordinación leal al interior del Estado, con racionalidad y recursos que permitan llevar adelante las obras de infraestructura, reconstrucción y mejoramiento que la ciudad necesita.

Valparaíso se incendió dos veces. Se propuso un cambio de fondo, pero el modelo mantuvo todo amarrado. Cambiar esto, parte por el diálogo entre vecinos, en cabildos que sean movilizadores y no montajes mediáticos. El modelo implantó las recetas tradicionales, subsidios que llenan los bolsillos de las inmobiliarias y cero atención a la demanda del colectivo, con el resultado de una cruel imposición de adefesios, torres inviables, que se venden como segunda vivienda a personas que nunca han vivido en Valparaíso, sin respetar las genuinas aspiraciones de los porteños a viviendas a escala humana, donde se tenga agua, alcantarillado y luz, donde los vecinos recuperen su tejido social y su soberanía patrimonial, como dueños querendones de esta ciudad maravillosa.

 

Hernán Narbona Véliz, Periodismo Independiente, 06 de octubre 2017.

Una mirada libre a nuestro entorno

No hay comentarios.: