La decadencia de las izquierdas
La social democracia ha resignado los principios identitarios y movilizadores para someterse, sin cuestionamientos, a las políticas globales del neoliberalismo, lo que ha implicado jibarizar al Estado, corromperlo, quitándole sus funciones de regulación de la economía y la debida fiscalización para prevenir y erradicar la evasión.
En un contexto internacional se aprecia el desgaste del socialismo europeo, sometido a conducciones globalistas que sirven a intereses de las multinacionales. La Agenda 20-30, liderada por las élites, ha minimizado la soberanía de los miembros de la Unión Europea. La denominada ultraderecha ha crecido y en su planteamiento se apunta a recuperar soberanía europea. La caída de la izquierda, refleja un voto castigo y refleja percepciones de cansancio por el comportamiento de las élites en esos espacios ampliados, donde están tomando decisiones, tecnócratas que se han burocratizado y obedecen lineamientos globales, lo que tiene a la Unión Europea en una profunda crisis económica y política, con una enorme dependencia de lo que dicta EEUU. La guerra de Ucrania ha dejado a Europa al borde de la recesión y las recientes elecciones europeas, demuestran esta tendencia.
En una mirada a la izquierda nacional, se la advierte entrampada y sin voluntad política para mantener principios básicos. El gobierno en ejercicio ha dejado de lado su propuesta electoral de reformas para alcanzar una desconcentración de la riqueza y que configuraba un camino desarrollista, con el Estado realizando una planificación indicativa.
Por la esquizofrenia que evidenciaron las urnas, los partidos que se visten como izquierda tradicional, han resignado todo lo que moleste al modelo, partiendo por la vergonzosa suscripción del TPP11. El querer salir en la foto junto a Zelenski genera una sensación de desconcierto, porque la tradición diplomática de Chile siempre ha sido de neutralidad.
Se advierte que el discurso interno recurre, siguiendo la estrategia del PSOE, a temáticas globales, como la doctrina de género, que focaliza la energía social en la reivindicación de la mujer frente a la presencia histórica dominante del hombre. Esto ha llevado a una tergiversación de las luchas sociales, toda vez que se centra la discusión en temas secundarios, eludiendo comprometer cambio a las bases estructurales del modelo global. a sus asimetrías, al neocolonialismo extractivista, manteniendo con ello a buen recaudo las relaciones asimétricas que existen al interior de los países.
El impacto cultural de este planteamiento de género, ha significado que la izquierda se haya encandilado con supuestas políticas de fortalecimiento de la presencia femenina o de las minorías LGTB, sin actuar sobre la brecha social que castiga a los trabajadores, independiente de su género.
Otro tema en el que se ha venido dando similar distorsión, es en materia de medio ambiente, con un sobrevuelo declamatorio de una supuesta agenda verde y de reconversión energética lo que, en la práctica, ha resultado totalmente inconsistente en la medida que se mantiene un statu quo que privilegia los intereses que han impuesto los intereses globales, tras los combustibles fósiles.
La izquierda no ha sido capaz de sostener prioridades programáticas para salir del modelo depredador, donde todos los derechos sociales se manejan por el mercado, No hay en el discurso de las élites una convicción de cambio, sino que se subordinan a lo imperante, manteniendo, en el caso chileno, inmutables las bases del sistema, confiando los poderes económicos en el manejo de masas que les da la concentración de los medios de comunicación social.
La deslegitimación de los partidos políticos se ha evidenciado en las encuestas; la corrupción transversal ha significado saqueos descarados del dinero público, pero las causas comienzan a entrar a la vía muerta y de eso hay una dolorosa y vergonzosa experiencia. El contexto de inseguridad frente a la escalada del crimen organizado, es funcional a la aplicación de medidas de control social, nuevas amenazas, nuevos confinamientos; la manipulación mejora con uso de nuevas plataformas en ciernes. Todo lo cual, lleva a las fuerzas sociales más conscientes, a una sensación de desprotección, sin que, desde lo social, se logre alcanzar un planteamiento que permita priorizar una unidad programática en base a consensos sociales mínimos, que aglutinen una ciudadanía desencantada, frustrada, sin creer en los partidos, pero también sin que se visualice un liderazgo que mueva mayorías a una resistencia cívica al modelo que se endurece.
Dejar atrás dogmas o catecismos que dividen, requiere como lo han planteado pensadores como Maturana o Soublette, una actitud cívica inteligente, autocrítica, que sea capaz de escuchar y esbozar una forma de convivencia que entienda la grave crisis que debe cruzar América Latina en un mundo en guerra.
Obviamente, la autocrítica en las élites políticas es un tema delicado, por los tejados de vidrio que abundan. Desde la sociedad civil debiera surgir esta gran conversación, mirar el mundo y a Chile en el largo plazo.
Hernán Narbona Véliz