Este es un espacio de periodismo de análisis y opinión, desarrollado por Hernán Narbona Véliz, Poeta y Escritor chileno. Administrador Público, Licenciado en Relaciones Internacionales, Columnista de diversos medios, miembro de Periodistas Frente a la Corrupción.
viernes, julio 29, 2005
Con el terror en la entrañas
24-jul-05
En el metro de Londres el joven fue percibido como un atacante suicida. El perfil de riesgo: ser de rasgos orientales y llevar un abrigo grueso en un caluroso día de verano. Cinco disparos a quemarropa cuando el individuo estaba en el piso, inmovilizado, eliminaron la amenaza. Policías de civil, camuflados en la multitud de pasajeros del metro ejecutaron la acción. Hoy, la policía londinense ha reconocido públicamente que el individuo no estaba ligado a los atentados y que su asesinato había sido una tragedia.
La numerosa población musulmana de Gran Bretaña está con el alma en un hilo. Cualquiera de ellos puede ser tomado por error como un atacante suicida y seguir la suerte de este joven. Pero también podría serlo un latino, un cabecita negra, un sudaca. El clima de terror se apodera de los europeos.
Una noticia tras otra, la más reciente fue el atentado en el complejo turístico egipcio de Sharm el-Sheikh, en el Mar Rojo, donde se cuentan cerca de 90 muertos, más centenares de heridos y se teme que el número de víctimas se incremente cuando puedan remover los escombros que dejaron los autobombas detonados.
¿Cuál es la lógica de una guerra santa? ¿En qué medida se legitima la acción de los terroristas a los ojos del pueblo iraquí o afgano, cuando sus acciones apuntan a una fuerza de ocupación que intervino Irak con la excusa de liberar al pueblo de un tirano y controlar armas de destrucción masiva inexistentes?
La ligazón del fanatismo religioso islámico con jóvenes que habiendo nacido en Europa se mantienen desintegrados de la sociedad europea, respondiendo al mandato de una guerra santa invocada por líderes fundamentalistas de los países de sus ancestros, es un asunto de fondo que descoloca toda labor de inteligencia. La realidad marca que occidente lleva el enemigo dentro, sin poder discriminar quien es quien. Una reacción de tinte fascista puede llevar a tensiones mayores, en medio de una sociedad aterrada que dispara y luego pregunta. Pero esa opción antidemocrática atacaría los cimientos mismos de una sociedad que se fundamentó en las libertades públicas.
Una guerra de connotaciones absolutamente diferentes a los conflictos convencionales se ha transnacionalizado, generando amenazas en cualquier punto del planeta donde el terrorismo quiera atacar. Sus objetivos son civiles, mujeres y niños, su estrategia llevar a desquiciar la cotidianeidad de los enemigos, sus armas principales, el uso de golpes arteros a través de jóvenes casi adolescentes, que se camuflan entre los escolares que llevan sus útiles de estudio a sus escuelas o universidades. La alternativa de desactivar las células terroristas que florecen en compartimentos estancos por las ciudades de Europa, exigiría ir a las causas profundas de su aparición y esto demanda un cambio de la visión fundamentalista de los halcones, que postularon el eje del mal, invocando unilateralmente a su propio Dios, en una dialéctica perversa que sume hoy al mundo en una espiral creciente de horror.
En una escalada de violencia donde la libertad es la gran víctima, los fundamentalismos se retroalimentan mutuamente y van anulando los espacios racionales para una diplomacia de paz. Mientras campea el terror en el mundo, quedan rezagadas las miserias, las hambrunas, las pandemias, el calentamiento global, las sequías y las inundaciones. La sociedad planetaria enfrenta situaciones límite que no se podrá resolver con más violencia.
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