domingo, julio 31, 2005



Cuoteo político y desencanto
31/07/05

Que el sistema político binominal conlleva una dialéctica perversa, se ha hecho evidente al observar las pugnas por los cupos electorales que se han vivido en la Alianza y en la Concertación. La falta de respeto por las regiones, la aristocracia política nacional, los hombres corchos que han derivado desde la dictadura a la Concertación, aparecen como vicios del binominalismo, que llevan al descontento a una amplia mayoría de los chilenos.

El juego de las sillitas musicales ha dado pie a zancadillas, codazos, golpes bajos y estoques sangrientos, disimulados todos en un celofán de fraternidad y seudos principios comunes. Pero detrás de todo están las máquinas que reclutan a incondicionales, que sirven a tal o cual caudillo, que ocupan los partidos políticos y los espacios sociales para asegurar un control de parte del cacique; todos ellos son funcionales al poder de quien los instala en los cargos de confianza o simplemente les consigue una pega o un pituto, siendo leales bajo condición de que el líder se mantenga en posición de darles protección, pero se convierten en criaturas volátiles si éste se cae del escaño ganado. Es entonces cuando “se recomponen las alianzas” y los integrantes de tal o cual sector buscan acomodo bajo otro benefactor.

El punto crucial es la exclusión que provoca el sistema. El centralismo de la aristocracia política se traduce en que los ciudadanos de las diversas provincias de Chile deben resignarse a que un escuálido grupo de militantes y un aún más reducido grupo de políticos, decidan las candidaturas. Así es como llegan a las diversas regiones del país, desde las alturas, con afanes mesiánicos, personajes desconocidos en el plano local, que supuestamente acreditan vecindad en la zona, para ofrecerles representarlos. Lo mínimo que se me ocurre decir que es esto una falta de respeto sin parangón, es ofender al ciudadano de la provincia y los líderes locales, es desconocer la capacidad de las personas de defenderse y solucionar por sí mismas sus problemas. Es más, creo que la clase política que se posiciona con criterios mercantilistas frente a la ciudadanía, es en sí misma el problema de fondo. Porque son verdaderos bumerang de la democracia, que atornillan al revés y su desconocimiento de los problemas locales, hace que, ya muchos, expresen con desencanto “¿y para esto fue que peleamos por la recuperación democrática?”.

El juego de ajedrez para obtener representación partidaria en el Congreso refleja peleas intestinas que nada tienen que ver con ideas. Es mirar al ciudadano elector como un cliente potencial que debe elegir entre lo que hay, así le pese, con apellidos que se repiten, con personas que surfean los oleajes y saben caer parados en un puesto de consuelo, compensación o cementerio de elefantes. Y todo esto se efectúa con cinismo, como parte del juego, atribuyéndosele a la política un carácter prostibular que ella en filosofía no tiene.

Los jóvenes, que por naturaleza tienen ansias de cambio, aunque no tengan las vías definidas para expresarlo, repudian el sistema imperante por los vicios comentados y por funcionar con el poder del dinero y las comunicaciones. Visceralmente reconocen que hay una inmoralidad intrínseca en el binominalismo, donde las mayorías no lo son y deben compartir el poder a medias con las minorías. También rechazan el centralismo de las cúpulas políticas, la inconsistencia de los discursos, la funcionalidad de los acomodados. Son los principales desencantados y suman más de un millón de no votantes. ¿Qué ocurriría si esas nuevas generaciones propusieran refundar constitucionalmente el sistema político? Un escenario intolerable para quienes comparten y negocian el poder actualmente.

1 comentario:

Periodismo Independiente,Tribuna ciudadana dijo...

Es un placer comenzar a interactuar con estos nuevos medios.Espero que hagas llegar tus comentarios a las ideas propuestas.