¿Dónde están los niños?
Chile envejece y las causas, aunque evidentes, parecen de difícil corrección.
Los jóvenes de hoy rehuyen el matrimonio, principalmente por la dificultad de encontrar trabajo. Conversando con una veintena de varones entre 56 y 58 años, sólo 5 de ellos ya eran abuelos, agregando que sus hijos vivían con ellos, es decir, ellos se ocupaban de los nietos para que los padres, ambos, pudieran trabajar.
Los jóvenes están pasando el umbral de los treinta años sin conseguir un trabajo estable. La precaria situación económica los lleva a convivir, evitando tener hijos. Se nota en ciudades antiguas, como Valparaíso, cómo las casas se van ampliando para recibir una familia ampliada, asumiendo los abuelos un rol de soporte económico y afectivo, mientras las parejas jóvenes tratan de juntar un ingreso que les permita vivir.
La sociedad de consumo tienta con la oferta de diferentes bienes que inconscientemente se incorporan al piso de necesidades para fundar una familia. Los electrodomésticos, la casa, el auto, son metas materiales que van obligando a las parejas o matrimonios a posponer
La clase media es la que más ha reducido su tasa de nacimientos. El censo marca que, de no ser por los embarazos adolescentes, el envejecimiento poblacional sería mucho más notorio. Las implicancias de la llegada de un hijo son complejas y los matrimonios, aunque estuvieren convencido de que quieren procrear y fundar una familia estable, por la presión de un medio que castiga la maternidad, terminan priorizando el ingreso económico que puedan juntar trabajando hombre y mujer.
Ubicar un lugar para vivir que favorezca la crianza de niños también es muy difícil. En grandes ciudades el desplazamiento al trabajo, al jardín o a las escuelas, es un martirio diario. El presupuesto familiar debe engrosarse en alimentación, salud, movilización y servicio doméstico. Muchas veces tener el transporte escolar, la alimentación para los pequeños, más la empleada doméstica, consume el ingreso de uno de los cónyuges. La situación se hace más anti niños en la medida que no hay barrios diseñados a escala humana, con parques o áreas verdes y la seguridad es el factor de máxima preocupación cuando se tienen hijos pequeños.
Podría poblarse de cifras y de testimonios esta columna, pero mi idea es dejar en el debate la necesidad de que se establezcan medidas efectivas para promover familias con numerosos hijos, que tengan posibilidades de crecer y desarrollarse en ambientes sanos, con la necesaria presencia fuerte de la madre, sobre todo en los años de primera infancia.
En este sentido, sugiero que se reestudie la asignación familiar para que ésta sea realmente un apoyo para una familia joven. Sugiero que el valor a pagar mínimo sea equivalente a un medio sueldo mínimo por hijo, actualmente unos cincuenta mil pesos, y que vaya incrementándose a medida que se aumenta el número de hijos con un tope de hasta un sueldo completo mínimo por familia. Este pago de asignación familiar podría ser con un 50% de aporte del Estado y un 50% a cargo del empleador o de las Cajas de Compensación.
Creo necesario que debiera existir en el sistema laboral una fórmula que favorezca la dedicación de la mujer a la crianza de hijos hasta los cuatro años que es el período pre-escolar, permitiendo que durante ese tiempo, la mujer trabajadora pueda acordar con su empleador un trato de “horario flexible para mujer trabajadora” manteniendo los pagos previsionales de ese tiempo con cargo al Estado. De esta forma, mujeres jóvenes podrían hacer un relativo paréntesis en su trabajo normal, talvez en una dimensión de media jornada, que podría estar subsidiada por el Estado. Un mecanismo de este tipo, daría posibilidad a las madres para desarrollar trabajos en forma remota, desde la propia casa de la trabajadora, de manera que pueda organizar su tiempo para estar mayor tiempo en casa y así cuidar los hijos, todo esto sin desvincularla de su desarrollo laboral o profesional.
Finalmente, creo que para incentivar familias numerosas deberían considerarse como desgravables del Impuesto Global Complementario los pagos que se hace en colegiatura de los hijos, de manera que se ayude así a quienes tienen el más alto gasto familiar en el concepto de educación. Porque la clase media sigue creyendo que la educación es lo único que se puede heredar a los hijos para asegurar su movilidad social.
Todo lo señalado ha sido el resultado de muchas conversaciones con personas de clase media, que ven con angustia que las familias se reducen y algunas tienden a desaparecer por las tendencias anotadas. El tiempo del “contigo pan y cebolla” ya no corre y los jóvenes se mueven en una sociedad competitiva donde llegar a 35 años sin hijos es ya parte del juego del mercado. La cruda realidad trae por resultado que nuestra nación ha entrado en una peligrosa pirámide poblacional de país viejo.
En el día del Niño se extrañan las rondas y las risas de niños en los barrios, porque no existen los barrios, los parques se llenaron de cemento y los niños, encerrados detrás de las pantallas, van creciendo solitarios, sin siquiera aprender a compartir en su casa con un hermanito menor.
Valparaíso, 06 de agosto de 2006
Una mirada libre a nuestro entorno
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