viernes, agosto 04, 2006

Economía Humana: ideas contra la soberbia



Economía Humana: ideas contra la soberbia.


Hernán Narbona Véliz

periodismo.probidad@gmail.com

En la institucionalidad de la economía y del comercio mundial, representada fundamentalmente por la Organización Mundial del Comercio, ha parecido consolidarse el neoliberalismo, pero son cada vez mayores los disensos y las reacciones frente a los daños que provoca: desigualdad, empobrecimiento, exclusión, deterioro ambiental.

Un orden neoliberal en sus límites

Se ha vivido una fuerte pugna entre el dogmatismo neoliberal y las posiciones antiglobalización. Mientras los sectores dominantes de la economía mundial han postulado una desregulación máxima, que dejaría en manos de operadores privados del mercado casi todas las actividades humanas, ocupándose el Estado sólo del ejercicio de la fuerza, justicia y, subsidiariamente, actividades de carácter social para sectores marginados del mercado; los sectores sociales, intelectuales y productivos medianos y pequeños postulan la defensa medioambiental y tratos laborales justos.

La presencia de un mundo corporativo integrado por multinacionales que tienen un peso político superior al de los Estados, se ha hecho sentir en las negociaciones económicas internacionales, en las cuales han hecho manifiesto su interés por liberalizar todos los ámbitos de las economías, pero manteniendo en los países centrales pesadas estructuras protectoras.

La ronda Doha de la OMC se ha estancado, principalmente por el rechazo de los países menos desarrollados productores alimentarios a las pretensiones de los países mayores de imponer producciones transgénicas a la comunidad internacional y de mantener los subsidios a su agroindustria. En este aparente agotamiento de las negociaciones económicas internacionales, se aprecia la dificultad de alcanzar posiciones menos asimétricas, de mayor equidad. Es así como surgen las ponencias contestatarias que vuelven los ojos al desarrollo, como equilibrio entre crecimiento económico, medio ambiente y justicia social. En el plano político se ensayan nuevas experiencias de integración regional, que toman distancia de la posición oficial que defiende principalmente Estados Unidos.

Es así que ha surgido como una mega tendencia la reforma a la economía de mercado. Abandonada la utopía de la economía centralmente planificada del comunismo ortodoxo, aparece con fuerza y con un realismo político peculiar, la alternativa de un sistema de mercado, pero dirigido por un Estado Responsable en vez de Subsidiario, que regule debidamente y fiscalice de manera efectiva, resistiendo las presiones de los agentes económicos privados transnacionalizados.

La alternativa de una Economía Humana

Encontramos así a crecientes sectores políticos y sociales que se manifiestan partidarios de una economía humana, con una propuesta de relaciones económicas que sin ser rupturista con la concepción de mercado, subordina la propiedad privada a valores de mayor apreciación, como los derechos humanos básicos, la calidad de vida y el respeto al medio ambiente.

Es decir, sin caer en nostalgias de utopías estatizadoras, sostiene que el mercado es un instrumento necesario para la racional asignación de los recursos. Sin embargo, la diferencia cualitativa está en que pese a aceptar las bases de una economía de mercado, establece claramente la necesidad de restablecer una adecuada regulación, una fiscalización efectiva y nuevas formas de participación en los mercados, dándole poder a la ciudadanía para proteger sus intereses, morigerando así los poderes económicos que priman en los mercados y que apuntan a la concentración monopólica u oligopólica.

Además, la fiscalización honesta y eficaz de un Estado que se fortalece en calidad de gestión, sumada a la participación social, abre posibilidades reales para romper las asimetrías crecientes que ofrece el panorama mundial. Es allí donde la economía humana se conjuga en una nueva utopía política democrática que defiende la probidad y la ética pública y privada, en una visión que coloca en el centro al ser humano y potencia la asociatividad, la cooperación y la distribución del ingreso en la economía.

En Chile se ha vivido la implantación de un sistema neoliberal ortodoxo, que se impuso con el respaldo inicial de un régimen dictatorial, extendiéndose hasta la fecha a través de las negociaciones de la transición política. La Constitución de 1980 buscó consolidar el sistema con amarres en materias claves, cuyas reformas se han dificultado, además, por la falta de convicción de las fuerzas gobernantes para idear alternativas al régimen económico heredado.

Esta debilidad ha profundizado en los dieciséis años de gobiernos democráticos, las inequidades. Es innegable que el crecimiento logrado es exitoso al trasluz de los criterios liberales, pues ha hecho más poderosos a los mayores grupos económicos, propiciando su internacionalización. Sin embargo, al trasluz de la economía humana se aprecia una creciente desigualdad, marginalidad de sectores que van conformando una bomba de tiempo para el sistema, cuestión que ya han alertado algunos lúcidos empresarios de la derecha económica chilena.

El capitalismo salvaje y depredador ha sido declarado por la Iglesia Católica como un materialismo que constituye un pecado social. En la medida que se profundiza la injusticia y la exclusión, las sociedades pueden caer en graves convulsiones sociales que pueden poner en peligro la estabilidad misma de los Estados. El divorcio entre los políticos y la sociedad civil es una tendencia que también debe corregirse, pues el Estado y la sociedad civil deben ser aliados para poder realizar los cambios que demanda el sistema imperante.

Es necesario traer a los representantes populares al debate de fondo, que permita aunar criterios para levantar un proyecto de país que lleve a un modelo de economía humana, que respete al hombre y a la naturaleza.

Valparaíso, 5 de Agosto de 2006




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