Afanes gremiales para un gobierno ciudadano
INTENTAR LLEVAR A la práctica las ideas es un paso difícil, pero necesario.
Lo digo en términos conceptuales y también desde la experiencia personal. Por más de tres décadas he trabajado por ideales libertarios, tratando de mantener una voz crítica en nuestra sociedad. Fue más fácil hacerlo cuando construíamos un proyecto de rescate democrático. Ardua tarea ha sido seguir haciéndolo durante estos 17 años, principalmente porque la crítica ha debido apuntar crecientemente, ya no al adversario ideológico tradicional, sino a esos sectores que fueron alguna vez compañeros de ruta, y que, instalados y apernados al poder, fueron acomodando sus definiciones políticas hasta llegar a ambigüedades existenciales tales, que resulta fundamental ir al mensaje sustantivo del evangelio, que nos recuerda que “por sus obras los conoceréis”.
Tratando de volcar las energías en el círculo y realidad más directa que nos debería ocupar, junto a diferentes personas, que teníamos en común creer en la democracia participativa y vivir en la ciudad de Valparaíso, nos propusimos actuar en política comunal en función de la defensa de los intereses de los porteños. Un movimiento ciudadano transversal que impactó cuando logramos alertar a la UNESCO y al BID de situaciones oscuras a que llevaba un inmoral caudillismo en el gobierno comunal.
Cuando desde la ciudadanía, con una estrategia de resistencia activa, pacífica y por carriles legales, le pusimos piedras en el camino a los poderes fácticos centralistas y locales -unidos en pro de buenos negocios privados, pasando por encima de los habitantes locales-, sentamos un precedente, un hecho emblemático, que inquietó inmediatamente a los políticos. Siendo muchas de las personas que integramos el Foro Valparaíso Posible, Movimiento Confianza, Ciudadanos por Valparaíso, Valparaíso Nuestro, etc. de los partidos de la Concertación, parecía extraño que estuviéramos en confrontación con personas que también lo eran.
El punto es que la movilización ciudadana exigiendo transparencia a alcaldes que replican localmente el presidencialismo nacional; o bien luchar por el empoderamiento de los espacios locales, por la descentralización y potenciamiento de las regiones, por la exigencia de soberanía popular con elección directa de los Intendentes, son todas demandas sociales que surgen de sectores que son profundamente democráticos, pero que deben actuar sobre grupos tecnocráticos de poder, que son quienes han disfrutado de un presidencialismo centralista.
ACCIÓN GREMIAL PARA PROFUNDIZAR LA DEMOCRACIA
Cuando se observa la acción de los sindicatos y las asociaciones gremiales frente a las políticas públicas, se llega a la convicción de que la forma más cercana de hacer política, buscando ser oídos de manera efectiva por los centros de poder, en defensa de las demandas sociales que presenta la clase media chilena, es concertar una acción gremial fuerte, movilizadora. La evidencia que han dado los estudiantes secundarios en términos de haber logrado un espacio de diálogo con el gobierno, debiera ser una pauta para realizar alianzas estratégicas que conduzcan a una negociación más auspiciosa e inteligente con las autoridades y los grandes grupos económicos. En el ámbito general, la CUT y la ANEF son las instancias que es preciso fortalecer, como así también acciones federativas como la que expresa el Frente de Trabajadores de Hacienda. Sin embargo, es a nivel intersectorial y en los espacios de la ciudad, la comuna, donde deben aterrizar las acciones de coordinación, para levantar propuestas sociales concretas, que sean cercanas a las personas, a sus problemas y soluciones reales, que puedan ser colocadas en la mesa para que la clase política las deba escuchar, considerarlas y adherir a ellas. Si se ganan espacios para fiscalizar la inversión pública, para exigir una democracia en la elección de autoridades y consejeros regionales; si se logra una capacidad de participar orgánicamente en el gobierno comunal, bien se podría potenciar una acción gremial muy fuerte y legítima.
La sociedad civil tiene como actores a diversos grupos sociales. En el proceso de los ochenta, en la reconstrucción democrática, se logró coordinar en la Asamblea de la Civilidad, colegios profesionales, sindicatos que sobrevivieron a las medidas del régimen militar. Con el advenimiento democrático, los políticos con su clientelismo coparon los espacios gremiales, impusieron sus cuadros políticos y ahogaron los gobiernos regionales al designar a los consejeros y definir los cupos y nombres a representantes populares.
Los gremios vuelven a tener un rol preponderante en la democracia chilena. En la medida que abran las puertas a las inquietudes ciudadanas que la clase política ha postergado. Un gran acuerdo económico y social requiere que el tejido social se reestructure, pero sin la tutela sectaria de la política clientelista. El hombre es un animal político, pero cuando responde a bases gremiales debe subordinar su proselitismo ideológico o religioso a los objetivos que se fija en las asambleas democráticas sindicales o gremiales. Es tener un compromiso de mayor jerarquía, defendiendo lo gremial antes que lo que mande una cúpula o patrón del partido.
El gremialismo puede así ser un camino para profundizar la democracia y erradicar secretismos, nepotismos que son expresiones de corrupción creciente que nuestra sociedad debe evitar. Estoy planteando, obviamente, gremios que trabajen con una real democracia y transparencia interna. Porque de no ser así, el gremio pasa a ser un espacio más, que se contamina con las malas costumbres del poder por el poder.
Es mi visión de la relación positiva que debemos construir entre la acción gremial y social con la política de nuestra sociedad. Lo que someto al sano debate.
Valparaíso, 03 sep. 06
Una mirada libre a nuestro entorno
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