lunes, septiembre 10, 2007

Hace 34 años se tronchaba un sueño



Un día como hoy, treinta y cuatro años atrás, trabajando como Aspirante a Vista de Aduanas en la Aduana aérea de Pudahuel, viví sin saber la víspera del día que ensombrecería la historia de mi patria, enlutando familias, desgajando el alma de este pueblo. Tenía 23 años y me había casado por el civil hacia poco más de un mes. En nuestros planes teníamos fijada la boda por la Iglesia para el sábado 15 de septiembre.

Esa mañana del 10 de septiembre los funcionarios jefes del aeropuerto viajaron a Santiago a una reunión política importante. En el aeropuerto quedamos pocos funcionarios de la planta profesional a cargo de la Aduana. Los funcionarios de oposición vieron que era un buen momento para citar a reunión extraordinaria del gremio para intentar un voto de apoyo al paro que la derecha impulsaba en contra del gobierno popular del Dr. Salvador Allende.

La asamblea de la Asociación de Empleados de Aduana comenzó alrededor de las 11 de la mañana; había una mayoría de auxiliares y administrativos. Un Vista antiguo del Partido Nacional planteó que fuéramos al paro, quisieron votar rápido, pero allí fue cuando pedí la palabra.

Las lides universitarias de la reforma me habían dejado una positiva experiencia comunicacional, que se había encaminado al Periodismo como segunda profesión. La convicción de esos años breves , pero intensos, me ayudó en esos momentos para ser elocuente, mesurado y preciso al plantear, sin posturas ideológicas, nuestro deber funcionario como servidores del Estado de trabajar y mantener abierto el aeropuerto, sin hacerle el juego a quienes buscaban agudizar la crisis que se vivía en el país. Mi amigo Manuel, compañero de universidad, estaba allí cuando dimos vuelta la asamblea y evitamos que la convocatoria al paro se concretara.

Esa tarde inicié el camino hacia Valparaíso, pues, como el fin de semana había cumplido turno en aeropuerto, me correspondía tarde libre. Todavía recuerdo que hice dedo y un señor me llevó en citroneta hacia el puerto. Fueron más de 3 horas de viaje, evitando la carretera que estaba cortada por los camioneros en paro, en Curacaví y en Casablanca. Yendo por el camino cintura llegamos a Valparaíso alrededor de las 6 de la tarde.

Esa noche me sentí mal, un poco de resfrío y mucho de tensión por el día que había vivido. Con mi compañera nos acostamos temprano, comentando el día y esa aprensión que todos vivíamos, el percibir que la crisis política iba creciendo hacia un despeñadero, pero sin pensar que estábamos precisamente en la víspera del día más traumante de nuestra breve historia de sueños y utopías.

Rosa, mi mujer, tenía recién 18 años y yo 23. Cuando observo hoy a nuestros tres hijos y los veo aún adolescentes con ya más de esa edad, me sorprende descubrir cuan maduros fuimos para enfrentar la adversidad y cómo nos repusimos de esa época de alto riesgo, para seguir juntos y por toda la vida.

Han transcurrido 34 años. Mañana serán 34 de aquel amanecer en que sentimos las botas recorrer los cerros, cortar la Avenida España y controlar los accesos al puerto. Esa mañana debí partir al aeropuerto de madrugada, en el primer bus a Santiago, como era usual hacerlo; pero amanecía un día diferente, preámbulo de la epopeya y la tragedia, que significó despertar nerviosos, pero asumiendo que se venía lo temido, aunque jamás imaginamos que alcanzaría tales grados de crueldad y ensañamiento.

Escuchamos la Radio Magallanes hasta que cerraron sus transmisiones con un bombardeo, pudimos oír el discurso final del Presidente Allende y esa misma mañana del once de septiembre, comenzamos a destruir y quemar las muchas cartas y postales que le había enviado a mi noviecita colegiala desde Europa. Esquelas llenas de amor que le escribía a diario cuando recorría orgulloso, como joven funcionario del gobierno popular, diversos países para explicar a las organizaciones juveniles de Europa la vía democrática hacia el socialismo, que intentábamos construir cristianos y marxistas.

Hace 34 años se rompió el sueño y hoy se vienen a la memoria miles de rostros, olvidados adrede, que son las vivencias de un pueblo que tuvo un sueño, que tuvo un proyecto que duró 1000 días. Hasta hoy damos gracias a Dios por habernos tenido juntos ese amanecer del 11 de septiembre de 1973.

Valparaíso, 10 de septiembre de 2007





Una mirada libre a nuestro entorno

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