Un día como hoy, treinta y cuatro años atrás, trabajando como Aspirante a Vista de Aduanas en
Esa mañana del 10 de septiembre los funcionarios jefes del aeropuerto viajaron a Santiago a una reunión política importante. En el aeropuerto quedamos pocos funcionarios de la planta profesional a cargo de
La asamblea de la Asociación de Empleados de Aduana comenzó alrededor de las 11 de la mañana; había una mayoría de auxiliares y administrativos. Un Vista antiguo del Partido Nacional planteó que fuéramos al paro, quisieron votar rápido, pero allí fue cuando pedí la palabra.
Las lides universitarias de la reforma me habían dejado una positiva experiencia comunicacional, que se había encaminado al Periodismo como segunda profesión. La convicción de esos años breves , pero intensos, me ayudó en esos momentos para ser elocuente, mesurado y preciso al plantear, sin posturas ideológicas, nuestro deber funcionario como servidores del Estado de trabajar y mantener abierto el aeropuerto, sin hacerle el juego a quienes buscaban agudizar la crisis que se vivía en el país. Mi amigo Manuel, compañero de universidad, estaba allí cuando dimos vuelta la asamblea y evitamos que la convocatoria al paro se concretara.
Esa tarde inicié el camino hacia Valparaíso, pues, como el fin de semana había cumplido turno en aeropuerto, me correspondía tarde libre. Todavía recuerdo que hice dedo y un señor me llevó en citroneta hacia el puerto. Fueron más de 3 horas de viaje, evitando la carretera que estaba cortada por los camioneros en paro, en Curacaví y en Casablanca. Yendo por el camino cintura llegamos a Valparaíso alrededor de las 6 de la tarde.
Esa noche me sentí mal, un poco de resfrío y mucho de tensión por el día que había vivido. Con mi compañera nos acostamos temprano, comentando el día y esa aprensión que todos vivíamos, el percibir que la crisis política iba creciendo hacia un despeñadero, pero sin pensar que estábamos precisamente en la víspera del día más traumante de nuestra breve historia de sueños y utopías.
Rosa, mi mujer, tenía recién 18 años y yo 23. Cuando observo hoy a nuestros tres hijos y los veo aún adolescentes con ya más de esa edad, me sorprende descubrir cuan maduros fuimos para enfrentar la adversidad y cómo nos repusimos de esa época de alto riesgo, para seguir juntos y por toda la vida.
Han transcurrido 34 años. Mañana serán 34 de aquel amanecer en que sentimos las botas recorrer los cerros, cortar
Escuchamos
Hace 34 años se rompió el sueño y hoy se vienen a la memoria miles de rostros, olvidados adrede, que son las vivencias de un pueblo que tuvo un sueño, que tuvo un proyecto que duró 1000 días. Hasta hoy damos gracias a Dios por habernos tenido juntos ese amanecer del 11 de septiembre de 1973.
Una mirada libre a nuestro entorno
No hay comentarios.:
Publicar un comentario