Viajero Frecuente
Entregados totalmente a un riesgo que, aunque muy improbable, no podemos manejar, uno puede apreciar a los demás pasajeros que están allí, cerca de uno y por esas casualidades del destino cumpliendo el mismo rito del viaje. Qué absurdo cuando te clasifica la compañía aérea en preferentes y normales, que hilarante es ver que algunos se creen el cuento de la preferencia y asumen luego, con la misma resignación que los demás, que no te den el diario y que te extiendan como de favor esa cajita paupérrima que se llama servicio a bordo.
En medio de este escudriñar introspectivo, mientras el avión carretea hasta el extremo de la pista, se vive un tiempo especial para hilar ideas y sueños. Siempre pienso en lo aburrido que sería caminar al más allá acompañado de extraños, quizás el camino y la antesala que debamos cumplir nos dé tiempo para conocernos. Me pregunto que tan expedita habrá de ser esa atención clasificatoria por la que tendremos que pasar, donde no se toma número ni reserva porque nadie parte en la víspera. Si a uno le toca salir cascando, como decía mi abuela, no habrá tiempo de enchular el currículum, partirás con lo puesto y, como dice el adagio funebrero, de aquí nadie se lleva nada. Lo embromado es que en esa entrevista no podrás blufear ni hacerte el lindo. Alguien te tiene la ficha mental completa, peor que la que te saca a diario el Gran Hermano, En la celestial están incluidos los pecados callados, esos que son pura imaginación, esos que estuvieron siempre conectados con la libido, por ejemplo, cuando divisabas alguna compañera de oficina que estaba en situación de merecer. Allí arriba, al momento de los quiubos, no hay tiempo para ponerse serio por fuera.
A partir de allí dicen que se borran los registros, que alguien se ocupa de formatear tu disco duro y te colocan de nuevo en la línea de innovación tecnológica, quizás con el ombligo más perfilado, las orejas más grandes y corregidas esas pifias que fuimos acumulando con el correr de los años. Quizás con apéndice nuevo y con vesícula, te dejen en condición de remontar tus experiencias pasadas en una nueva caminata, en una nueva libertad de decidir tus acciones.
Cuando se viaja en pareja, estos instantes previos activan la empatía mutua y son instantes tiernos, de manos enlazadas, como que se respira una tregua silenciosa de la vorágine diaria en toda la cabina. Una vez que el avión alcanza su altura de crucero y las nubes son una alfombra idílica, las cumbres nevadas se empinan para mirar el pájaro plateado que proyecta su sombra sobre laderas inexpugnables, uno se acomoda y suspira hondo,
El tema es saber si uno está preparado para una partida definitiva de manera abrupta. Duele pensar en los trabajos pendientes, respecto a los hijos, a la pareja, las promesas no cumplidas, las veces que empañamos un día diáfano por una discusión intrascendente.
Mucho se comenta de almas en pena que no se asumen en la otra frontera y siguen articulando acciones de este lado, confundidos, perdidos. Cuando estoy en momentos límites en donde, de ocurrir lo temido, no habría tiempo de nada, uno se permite revisar como en un rayo toda una vida, poniendo en el tablero las trampas, las caídas, los anhelos, los logros y las frustraciones.
Es un momento para separar lo urgente de lo importante, es el momento en que muchos celulares mandan besos de despedida, besos de preembarque que están azuzados por esas agujas inconfesables del temor a no tener otra chance. Al arribar el vuelo, todos encienden de nuevo sus coleópteros electrónicos para comunicar estoy aquí, llegué bien.
Y, a los minutos, peleando por un carrito para sacar el equipaje, esquivando a los taxistas que te invaden con sus ofertas, se rompe la burbuja y seguimos el ritmo de siempre, jurando que tenemos toda una vida por delante. A partir de allí lo único que te interesa es que te hayan registrado el millaje como pasajero frecuente.
15 de septiembre de 2007
Una mirada libre a nuestro entorno
1 comentario:
16 de Septiembre de 2007
88 muertos y 42 heridos provocó accidente aéreo en Tailandia
La máquina se estrelló mientras aterrizaba en el aeropuerto de la isla de Phuket.
Al menos 88 personas han muerto y 42 han resultado heridas al estrellarse un avión de la aerolínea tailandesa de bajo coste "One To Go" cuando aterrizaba en el aeropuerto de la turística isla de Phuket, al sureste de Tailandia, según el balance oficial.
El vicegobernador de Phuket, Worapoj Randima, indicó en rueda de prensa, que en el avión siniestrado viajaban un total de 123 pasajeros y siete tripulantes, no cinco como se había dicho en un principio, según dijo el vicegobernador.
El aeropuerto internacional de Phuket ha sido temporalmente cerrado para facilitar las tareas de rescate.
En cuanto a los heridos, el hospital General y el Siriraj, ambos en la ciudad de Phuket, confirmaron que hay ingresados unos 30 tailandeses, ocho británicos, dos suecos, dos australianos, tres italianos, un alemán, un iraní, un holandés y un irlandés.
Las autoridades del aeropuerto señalaron también que en el avión viajaban 74 tailandeses, siendo el resto extranjeros que se dirigían hacia ese popular centro turístico.
El avión aterrizó en medio de una incesante lluvia, pero se deslizó fuera de la pista para estrellarse contra un conjunto de árboles y muros.
A continuación se escucharon varias explosiones que resquebrajaron el aparato en dos mitades.
"El avión se incendió inmediatamente después de quedar detenido", relató Nong Khaonual, uno de los supervivientes, al canal ITV.
EFE
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