Transcurre el tercer mes del 2023. Hay una guerra en curso que puede escalar a una tercera y última guerra mundial. Hay una profunda crisis en el mercado de capitales. En Silicon Valley, Suiza y Alemania se desploma la banca; emerge un orden multilateral, mientras la potencia hegemónica se debate entre la recesión y la amenaza temeraria de escalar a niveles de los que puede resultar imposible el retorno. Vivimos un final o un tránsito. La sensación de término horada sólidos principios. El remolino de lo instantáneo expele las capas oficiales de época y va desnudando el esqueleto seco de la dominación.
En el territorio de lo falaz, se repiten las distopicas percepciones de impotencia. En cincuenta años la lengua será de los que controlen la IA. Quizá llegue el arrebato y la humanidad cambie. Las patrañas de libertad y democracia caen por su propio peso. Los imperios se sacan la careta.
En la vorágine de señales, las masas son distraídas por el entretenimiento digital y, los más, marchan sonriendo al desfiladero, absortos en conducir su carro, cambiar de zapatillas o de celular. Inútiles multitudes fragmentadas pierden su norte de cambios y se enfrascan en bizantinas discusiones que a nadie importan, mientras las élites construyen nuevos órdenes para encarrilar a sus esbirros, con sus acuerdos vergonzosos. En una dimensión minúscula, los individuos se sacan selfies mientras el mundo se cae a pedazos. Se perfecciona el control de masas con tecnologías de reconocimiento facial. El gran Hermano hoy es cuento viejo. La IA rebasa los límites y la alimentan simios amorales. El riesgo de colapso se hace inminente.
¿Cómo convencer a las personas de la necesidad de unirse en conciencia colectiva? ¿Cómo elevar los espiritus resecos para blindarnos de la banalidad que cunde?
La gente sencilla no asume la perspectiva del deterioro que se vive como sociedad, pero intuitiva acumula bronca. La anomia, la ilegitimidad de las instituciones, aflora a diario. Es el costo de la mediocridad y la falta de ética para conducir una crisis, al parecer ignorada de adrede. La corrupción que cruza la sociedad, propicia la apatía y el sálvese quien pueda. Es preciso reaccionar para recuperar sensatez, buscar apoyo para sobrevivir al caos que se viene. En medio del escenario disruptivo asoman los totalitarismos, la imposición de intereses particulares por encima del bien común. Hablar de ello ya crea el estigma al que piensa y contradice las posturas oficiales.
Estamos degustando la paz antes de la tormenta. Quién sabe si mañana habrá un espacio como éste, de sincera reflexión.
Hernán Narbona Véliz
Periodismo Independiente
Marzo 27/2023.
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