domingo, diciembre 30, 2007

NUEVOS REFERENTES Y MAYORIA SILENCIOSA


Cuando escribí el 2003 sobre el Partido Joven imeginaba una gran reacción generacional juvenil que irrumpiría en el sistema político electoral con una energía demoledora. Pero me equivoqué al creer que esa reacción provendría de los adolescentes de los ochenta, que vivieron desde dentro el movimiento de la civilidad por la recuperación democrática, las protestas, la inscripción de los partidos, el plebiscito. No fue así, esa generación de los ochenta sufrió la frustración y pasó a ser diluida dentro del sistema neoliberal, buscando en el hedonismo y el consumismo, válvulas de escape para esta marginalidad ilustrada de clase media.

Tuvieron que ser los pingüinos, generación Siglo XXI, los que remecieron el sistema desde la secundaria, golpeando en lo medular de la inequidad, la educación. Tumbaron Ministros, impusieron agenda, debilitaron un gobierno lleno de contradicciones internas. Se sentaron en una comisión tipo "mesa de te club" y terminaron de nuevo descontentos, ahora desde un sitial universitario, reclamando por el gatopardismo que tuvo la reforma educacional, que mantuvo el negocio para los sostenedores privados entregando algunas señales de mayor fiscalización, pero en cuanto a calidad de la educación, sin solucionar la brecha entre educación privada y pública. Los secundarios del primer año de Michelle Bachelet, fueron quienes expresaron su desconfianza en la clase política, como voceros emblemáticos de esa mayoría silenciosa que no está inscrita en los registros electorales.

En general, esos líderes transitan por dimensiones paralelas a la institucional. Al sistema binominal nunca le ha interesado que ingresen abruptamente en el ruedo electoral. Los prefieren dispersos, en abstención perpetua, para no afectar los equilibrios y cuotas que estilan las cúpulas, cualquiera sea la tienda partidaria. Sin embargo, las turbulencias políticas actuales y el descontento instalado en el plano familiar, en millones de hogares afectados en su cotidianeidad por errores que tienen tras suyo una mala gestión, un desprecio por la gente, un manejo a puertas cerradas de operaciones de miles de millones de dólares, en fin el destape de situaciones repudiables que se ha conocido en los casos del Transantiago y EFE, por nombrar los de mayor impacto social, han instalado en el escenario político chileno un estado de latencia social que es como ese silencio que precede una gran explosión.

Es una sensación de preámbulo de algo diferente, con políticos rebeldes de lo estatuido, que se descuelgan altamente propositivos, buscando capitalizar ese desencanto extendido, buscando construir nuevas confianzas. En este escenario no caben maniobras comunicacionales del marketing político, la sensación de la ciudadanía es visceral, aunque no tenga claro con quienes canalizar esa bronca acumulada. Y eso no significará que puedan provenir revoluciones, nadie tiene energías ni ánimos para aventuras de ese rango, pero sí se siente que hay una masa mayoritaria, despertando, preguntándose cómo y por donde y con quienes se podrá retomar espacios para el bien común, luego de un manejo de una economía de mercado cruzada por el tráfico de influencias y la corrupción. Cómo lograr que el mercado no siga la tendencia concentradora, cómo lograr que la fiscalización sea proba y eficaz para eliminar las distorsiones y los abusos. A esa mayoría silenciosa le agrada un sistema de mercado, pero no éste que está lleno de monopolios u oligopolios que estrujan a la clase media.

Lo nuevos referentes que están por surgir competirán con el sistema de partidos que monopoliza los nombramientos de candidatos,

Creo que surgirá una suerte de transversalidad ciudadana para rechazar candidatos de nivel central que quieran aterrizar con la mayor desfachatez en comunas o distritos que no conocen ni por fotos.

La transversalidad ciudadana tendrá mucho que ver con redes de intereses y con proyectos comunes y poco con idelogismos. La dialéctica de izquierdas y derechas le ha servido a la clase política para plantear un juego electoral, pero en la prueba de la blancura el detergente termina siendo el mismo, con marcas y envases diferentes que den la sensación de que se está eligiendo, pero en los hechos más de lo mismo.

Frente a a eso, percibo que surgirá un movimiento de civilidad en donde podrán estar los ciclistas furiosos, los empleados públicos, los ciudadanos por la defensa de múltiples problemas comunales, por múltiples abusos y acciones invasivas de los niveles de poder central. Percibo un escenario político nuevo, que recoge nuevas banderas, como pueden serlo la transparencia y las acciones anticorrupción. También veo el riesgo de un nihilismo violento que se expresa cada vez que hay una movilización ciudadana pacífica, con actos de vandalismo y su consecuente represión. Esa dialéctica perversa de confrontación termina en mayor autoritarismo y en la negación de las libertades básicas de los ciudadanos.

Por eso, si la clase media no se compromete y no suelta amarras del consumismo que hoy la esclaviza con su farándula y voladores de luces, mal podrá ser en sí misma un referente político de cambios cualitativos. Si la calle se la ganan los violentistas y vándalos, se cerrarán las alternativas ciudadanas de movilización social cívica y organizada. Esto último es el desafío de esos nuevos referentes, que deberán tener el tino suficiente para no verse entrampados por las etiquetas descalificadoras que querrán aplicarles. Los líderes nuevos estan por surgir, en estado de latencia social, con una gran carga de energía acumulada. No serán productos de marketing político. Soplan vientos cruzados, estemos atentos.

30 de diciembre de 2007.


Una mirada libre a nuestro entorno

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