Política sin Ética no tiene sentido
La Presidenta Michelle Bachelet pronunció esta frase dentro de un discurso. Quizás la señal más de fondo para el segundo tiempo de su gobierno.
Quiero escribir esta crónica desde la esperanza y vaya que cuesta. La política es vocación de servicio, la entrega de los talentos en pro del bien común. El arte de gobernar, de administrar los recursos, de construir Patria, de sembrar para las generaciones futuras, Es asumir la noción de Estado que impone el interés general por sobre los intereses particulares, es servicio a la comunidad, altruismo y compromiso.
El deber ser de la acción de Estado ha sido distorsionada por un relativismo que ha roto la jerarquía de los valores republicanos y la esperanza de un fuerte golpe de timón en sentido contrario se espera con el desasosiego propio de las duras experiencias vividas.
Al escuchar a Michelle Bachelet señalar que la Política sin Ética no tiene sentido, aparece una señal clave, la esperanza de un golpe de timón. Claro, siempre que en otros niveles y tiempos esa directriz presidencial no se distorsione al pasar por filtros que están sesgados por cuoteos e intereses diferentes al gran interés de Estado que quiere colocar en el tapete la Presidenta.
Y si uno quiere esperanzarse más, debe asirse a señales más concretas que están a la vista, como el fortalecimiento de la Contraloría General de la República, el empoderamiento de las regiones y las acciones fiscalizadoras de Superintendencias, Aduanas e Impuestos Internos, que trazan políticas contra ilícitos y que buscan erradicar los vicios y los delitos en el quehacer público y privado.
Ahora bien, abusando del optimismo, uno esperaría medidas ejemplarizadoras contra quienes han montado maquinas de depredación de los fondos públicos y lo han hecho com una gran sofisticación. Triangulaciones que cuesta desenmarañar y que van quedando en la retina ciudadana, en la memoria de todos esos demócratas alejados del poder, que se sienten impelidos por una causa progresista, pero que han seguido con rabia esa verdadera ruta de la corrupción que a diferentes niveles ha venido degradando la política y colocando en riesgo el compromiso democrático.
Si la Presidenta asumiera con esa energía tan propia de la mujer la erradicación drástica de los malos elementos enquistados en la coalición, creo que podría recuperar largamente su respaldo popular. La gente de a pie aspira a verla como una alternativa efectiva de moralización de la política. La comunidad nacional no entrará en el juego maniqueo de izquierdas o derechas que reflota siempre la política partidista, pero si adherirá entusiasta, estoy convencido, a quien ofrezca y evidencie manos limpias, transparencia y compromiso de calidad en la gestión, con servidores públicos que no teman a la crítica, sino agradecidos de ella.
Atacama, jueves, 31 de Enero de 2008
Una mirada libre a nuestro entorno
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