La pobreza enriquece día a día a los burócratas e intermediarios que supuestamente luchan por erradicarla. La aparición de Ministerios de Bienestar Social, de Agencias internacionales, de mil programas para estudiarla y cientos de miles de especialistas que viven de las políticas públicas para terminar con ella, evidencian que si se quiere enmendar rumbos habrá que remover pesados intereses soterrados, que están insertos en lo público y lo privado.
Del otro
lado se encuentran los protagonistas de la pobreza, los pobres, que son
contados por los actuales sistemas estadísticos y que constituyen una población
que se estima en unos tres y medio millones de compatriotas[i].
De ese universo, hay pobres que luchan día a día por surgir, que están
dedicados a trabajar con gran esfuerzo para abrirse espacios y así lograr una
movilidad social que los saque de la situación de pobreza. Familias que buscan
en la educación la opción para que sus hijos y nietos logren vivir mejor.
Pero,
dentro de esa población que vive en condiciones de pobreza, hay sectores,
lamentablemente, que esperan que vengan a ayudarlos, que han sido mal
acostumbrados por el sistema y se dedican a pedir y exigir dádivas que les
ayuden, pero sin ánimo de trabajo y esfuerzo, generando una marginalidad que se
retroalimenta con el populismo de los gobiernos que saben que esa gente
representa votos
La
pobreza en 50 años en Chile ha pasado de la digna clase obrera de los cuarenta,
que fundó poblaciones en los cordones industriales de las ciudades, a los pobres
actuales que están estratificados y donde muchos han descubierto que es
lucrativo manejarse en las redes y las diversas medidas de ayuda de las que son
beneficiarios, tales como subsidios al consumo de agua, electricidad; la leche
que entregan los consultorios, el almuerzo para los niños en las escuelas;
soluciones habitacionales. Apoyos de Iglesias, de Organizaciones no
gubernamentales sin fines de lucro y de organizaciones internacionales.
Otro
elemento de juicio, que va muy ligado a la marginalidad, ha sido la tentación
del dinero fácil que ofrece el microtráfico de drogas, un ingrediente perverso del problema, ya que
frente a una sociedad consumista el camino delictual ha tentado a grupos
organizados que se han dedicado a obtener dinero por la vía delictual,
controlando con violencia y miedo los barrios populares, arrinconando a los
vecinos que viven dignamente de su trabajo u oficio.
Así, se
han ido generando en la sociedad grupos de marginados que se manejan con sus
propios códigos, que son distintos al del resto de la población, y en los
cuales trabajar es una mala palabra que se rechaza abiertamente. El populismo
asistencialista, que practica una caridad malentendida, que lava conciencias,
pero que no llega a corregir las causas profundas de la marginación, tiene
culpas a su haber, pues se ha convertido por décadas en un círculo perverso, en
el cual la doctrina del esfuerzo, de la cooperación, de la autoayuda y la
asociatividad no figuran para nada.
La
profesión de pobre y el fracaso del asistencialismo paternalista y
clientelista.
El
concepto de vulnerabilidad permite dar cuenta de una noción dinámica de la
pobreza, como una condición presente o potencial y, al mismo tiempo, entrega
una mejor caracterización de la pobreza “dura”, de aquellos hogares que
sistemáticamente mantienen niveles de ingreso por debajo de la línea de pobreza
Los
grupos llamados “vulnerables” son
beneficiarios de una serie de subsidios directos que, en vez de motivar la
superación a través del trabajo, producen una actitud de espera que hace del
ser pobre una profesión, donde vivir de lo que entrega el Estado se convierte
en un estilo de sobrevivencia que muchas veces
descarta la búsqueda de un trabajo efectivo. La famosa ficha de estratificación
no ha resistido las trampas de los vivos que saben estrujar los beneficios para
“los pobres” y generan sus rentas no declaradas en la informalidad del comercio
ambulante o ligándose a acciones ilícitas, en lo que constituiría un lumpen que
se vende al mejor postor.
¿Sabe Ud.
qué porcentaje de un programa de promoción llega efectivamente a los
interesados?
Se
asombraría al conocer que un alto porcentaje queda como costo de diseño e
implementación, para pago a los consultores, asesores, medidores de gestión,
equipo administrativo que supuestamente da soporte a la ejecución de
actividades. Es que el sistema de promoción que durante más de 30 años se ha
aplicado en Chile para la erradicación de la pobreza y la promoción pyme ha
sido perverso, pues ha generado la intermediación, supuestamente técnica, entre
el Estado que aporta los recursos y quienes necesitan de la acción promotora.
Los intermediarios de las medidas de ayuda, llámense ONGs, Consultoras,
Profesionales Asesores, son una larga cadena en la cual se va quedando el
grueso de la supuesta ayuda, llegando a los interesados las migajas.
El
resultado ha sido que los sistemas de promoción se han llenado de consultores
registrados, con competencias dudosas,
que se supone debieran dar orientación eficaz para que las personas
empiecen a avanzar en sus proyectos, con un servicio de apoyo al emprendedor,
micro empresario, empresario pequeño o mediano que les permita romper sus
condiciones internas y de entorno para poder despegar. Es decir, los programas
de apoyo más bien sustentaron a los intermediarios, que han vivido de sus
asesorías ineficaces, sin que nunca hayan sido evaluados en profundidad.
¿Alguien podría mostrar cuantas nuevas empresas pymes han sido fruto de la
promoción que entrega el Estado?
Los miles
de millones de dólares destinados a la promoción se han esfumado en una red de
neo-burocracia externalizada en donde, entre una maraña de siglas y protocolos,
los “expertos” se supone deben entregar
su apoyo técnico a los interesados, lo cual en definitiva significó, como gran
tendencia, que se editaran toneladas de informes inservibles, de copy y paste,
llenos de premisas teóricas que quedaban en la biblioteca del beneficiario de
la promoción, sin que ninguno de sus problemas reales fuese enmendado.
No se
necesita ser genio para entender que el nudo ciego que aprieta a las personas
emprendedoras ha sido el acceso al crédito, el sobre endeudamiento, la
concentración del crédito y el menosprecio con que la banca ha tratado
históricamente a los empresarios pequeños. Nunca en 20 años se destrabó el tema
financiero para las empresas entrampadas en alto endeudamiento. Nunca se abordó
con seriedad una política de incubadoras de empresas. El sistema promocional se
llenó de malas prácticas, se dio capital de trabajo a “empresas” que instalaban
cementerios privados; los estudios se repetían y con ello los dineros públicos
nutrían un sistema de consultores registrados que tenían como principal
competencia el saber descifrar las siglas que enredaban la comprensión de los
usuarios finales, Profos, Fontec, Innova, PTI, Foncap, etc., suma y sigue.
Nunca ha habido una rendición de cuentas de lo que se ha invertido en promoción
en Chile y sus resultados efectivos.
En la
promoción de la asociatividad, los logros también han sido precarios porque las
acciones cooperativas no han figurado en el léxico de la promoción de negocios.
Hay un sesgo ideológico, neoliberal, individualista, un prejuicio instintivo
del sistema hacia proyectos que puedan buscar alternativas a los sistemas de
producción y comercialización. Las agrupaciones de productores no son vistas
con simpatía por los grandes distribuidores comerciales y el Estado no ha sido
capaz de generar un mayor equilibrio en los mercados para revertir las
tendencias a la concentración de la riqueza.
De la
educación, como plataforma fundamental para la movilidad social, mejor ni
hablar. Sería majadero entrar a reiterar que el sistema educativo,
mercantilizado, ha sido un elemento determinante de la dinámica que ha tenido
la pobreza, ya que refleja la falta de oportunidades que conlleva una educación
ligada a la tenencia de dinero antes que a los talentos personales. Cincuenta
años han transcurrido desde la premisa aquella de “gobernar es educar” cuando
muchas personas que proveníamos de hogares pobres, de raíces obreras, pudimos
avanzar en la estratificación social con el gran instrumento de una buena
educación pública.
La
dignidad de esa pobreza de nuestros padres se basó en que se nos impuso en
familia y en la escuela ser esforzados, amar el trabajo y entender que estirar
la mano para pedir limosna es lo más degradante. Que la doctrina del esfuerzo
es combatir la flojera y tener una actitud de superación constante. Ese camino
de trabajo y esfuerzo debiera retomarse como eje para replantear las políticas
públicas para erradicar la pobreza en Chile.
La
vigencia de los argumentos desplegados en este artículo, grafican la realidad
que ha vivido Chile por décadas y explican, en gran medida, la explosión social
disruptiva del 18 de Octubre de 2019, que se canalizó en el proceso
constituyente que está próximo a concluir. El Estado Subsidiario nunca buscó
una solución de fondo a las causas basales de la pobreza, simplemente la
administraba con los criterios populistas que se han planteado. Doce años
después, esta columna se deja para su relectura y debate.
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Hernán
Narbona Véliz, Periodismo Independiente.
Valparaíso,
sábado, 17 de julio de 2010
[i] Cifras al año 2010.
Actualización: Estudio
de la Fundación Sol, 2021, sitúa en un 39,9% las personas que viven en Chile en
situación de pobreza, esto es aproximadamente 7,6 millones de personas.
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