Son tantos los desastres naturales que se suceden cada día, que cuesta retenerlos en la retina.
El Danubio se ha desbordado en Europa inundando inmensas áreas rurales y urbanas de Rumania, Serbia, Bulgaria. En Colombia un aluvión arrasa poblados. Empiezan las lluvias en Chile y colapsa el servicio ferrovoario al sur, vientos huracanados derrumban alumbrado eléctrico. La Naturaleza se expresa cada vez con mayores evidencia del desorden climático mundial. En el hemisferio norte se anuncian calores de sumo peligro por los incendios forestales. Los volcanes empiezan a entrar en erupción.
Hemos conocido que en Onemi, con mucha discreción, se siguen estos temas. La posibilidad de actividad volcánica es real en el norte y en sur, por lo tanto se deben tomar precauciones mínimas. Pero, al mismo tiempo, el país mantiene una precaria capacidad preventiva y de apoyo en casos de catástrofes.
Objetivamente, sería necesario actuar de manera educativa, organizando a la gente en sus barrios, fijando criterios de seguridad, pautas para organizar canastas de subsistencia, formas de guardar agua, alimentos no perecederos, velas, linternas. Algo que es usual en los países habituados culturalmente a periódicos desastres, pero una cuestión que no se da en nuestra realidad. Como se ha perdido la cultura de barrio y cada cual vive en su individualismo, la hipótesis de emergencias se hace más crítica por la falta de una red social de autoayuda. Muchas veces hemos visto a damnificados jóvenes y sanos, tendidos en un albergue, esperando que le vayan a construir una mediagua. Esta actitud proviene del paternalismo que genera la asistencia mal entendida, que regala algunas cosas, pero no se ocupa de educar para que las personas sean capaces de organizarse para trabajar en la solución de situaciones críticas.
Las voces ambientalistas no son escuchadas, el calentamiento global avanza, los deshielos provocan aluviones, se pierden tierras agrícolas, se pierden áreas que debieran ser pulmones verdes de la humanidad. Cuando las ciudades como Santiago, se ahogan en su cemento y su soberbia, es tiempo de revisar a fondo el problema ambiental.
Sin embargo, apenas si este tema enciende algún titular. Porque las autoridades raramente recogen el guante de las múltiples denuncias. La empresa privada impone decisiones y simplemente elude las protestas.
Al abrirse un nuevo invierno, desde el plano local de una ciudad como Valparaíso, que enfrenta severos problemas de infraestructura en su relieve de añosas colinas y quebradas, propongo un debate educativo, no alarmista ni coyuntural, para pensar como atenuar los efectos de situaciones de catástrofes naturales. Al tiempo de extender un mensaje amplio para que se formen redes de defensa de la naturaleza, que es violentada a diario por quienes han olvidado que la madre tierra debe ser respetada y preservada para las futuras generaciones.
Una mirada libre a nuestro entorno
No hay comentarios.:
Publicar un comentario