Generación
del 70, con la Esperanza
Hablo
en este artículo desde los adultos mayores que fuimos la Generación de los 60 y
70. Hemos cruzado 5 décadas y hoy nos estremece la sola probabilidad de que el
terrorismo de Estado vuelva a instaurarse, esta vez, increíblemente, por la vía
electoral, por la campaña del terror y por la abstención de más de la mitad de
los ciudadanos que no entienden lo que nos estamos jugando el 19 de diciembre. La
cultura de la muerte hoy amenaza y allí sabemos que mueren las libertades
públicas y se impone una neo-esclavitud. No queremos eso para nuestros nietos y
tataranietos.
Frente
a una realidad de concentración de la riqueza y de precarización, los sectores
medios ciudadanos se deben responsabilizar de conformar, en gran medida, esa
mitad de los chilenos que se han abstenido en las elecciones, lo que significó
regalar espacios precisamente al duopolio que compartía similares malas
prácticas y servían expresa o tácitamente al modelo instaurado en dictadura. Esos
sectores “apolíticos” no se pronunciaron y su karma hoy es haber resignado su
soberanía, sin intentar siquiera corregir un sistema que ha venido en una
escalada de abusos, de concentración de la riqueza y depredación territorial.
El individualismo y el consumismo llevaron a esa despolitización o pérdida de
consciencia de los sectores medios, a personas que se centraron en un “sálvese
quien pueda”, alejándose de la vida cívica. Los sectores medios han estado
ocupados en sobrevivir al borde siempre de la pobreza, sobre endeudados,
convertidos en consumidores, normalizando el abuso, creyendo poder morigerar el capitalismo salvaje
para hacerlo menos abusivo y entendiendo, recién a partir de la explosión
social de octubre 2019, que ello pasa por cambiar el modelo y la constitución de
la dictadura que lo ha blindado para perpetuar la dominación de una minoría.
Los
sectores jóvenes que hoy representa la candidatura de Gabriel Boric, son
sectores medios que hoy lideran y ganaron su espacio en una larga lucha, representan
el grupo etario cercano a los 40 años, que vivieron casi niños los ochenta, y
crecieron en este placebo de democracia de los noventa, en esta transición que
duele y avergüenza. Son jóvenes que se abrieron camino como outsiders del sistema
binominal, en donde un puñado de militantes se movían cínicamente entre el
Estado y las Corporaciones, compartiendo amablemente el poder con la derecha.
Eso,
en la mirada de los jóvenes pingüinos, fue bajar la oreja, ser obsecuentes y
ciegos a lo que se jugaba. Aceptar un orden que ha estado amarrado al saqueo de
los fondos previsionales, al perdón de la deuda subordinada a la banca, a la privatización
del agua, las carreteras, al financiamiento ilegal de la política.
De
eso estamos hablando, de un sistema basado en la injusticia y la fuerza de las
armas que sirve a los sectores dominantes. Contra ese sistema se levantaron los
movimientos estudiantiles por una educación sin lucro, lo movimientos No Más
AFP por pensiones dignas, el movimiento feminista en contra de una sistema
patriarcal; los movimientos por
recuperación del agua, en contra del extractivismo depredador, de las zonas de
sacrificio o de la invasión inmobiliaria que destruye los barrios. Nos
referimos a una explosión social multifacética en contra de una democracia
deformada, subyugada y mentirosa, en donde los eufemismos sirven para practicar
la corrupción descaradamente, a diestra y siniestra. Contra la Constitución del
80, que legó el régimen militar y que ha
ordenado la vida política con la perversa amarra de los 2/3, con los partidos
políticos jugando esas reglas institucionales, aggiornados, pragmáticos e instrumentales,
practicando el clientelismo, cuidando sus cuotas de poder y olvidando sus
principios.
Defender
y estar al servicio de la Convención Constitucional debe ser nuestro norte. Rescatar
al Estado del cuoteo político, significa dignificar a los trabajadores públicos
de carrera, ejerciendo un liderazgo que conduzca al aparato público hacia objetivos
estratégicos que signifiquen nuevas prioridades, en un enfoque de bien común y como
garante de los derechos sociales que hasta ahora el modelo ha mercantilizado.
Como
ciudadanos debemos asumir la acción política efectiva, para ser realmente
actores de esta nueva etapa de la historia. La democracia participativa debe
articularse con los movimientos sociales ingresando a la política, como
anfiteatro donde se toman las decisiones y, en este sentido, asegurar
gobernabilidad al nuevo gobierno, sustento social para la participación desde
los territorios, levantando nuevos representantes políticos que provengan de las
organizaciones sociales. Hasta ahora los políticos tradicionales amurallaron su
feudo para impedir que dirigentes sindicales o sociales pudieran participar. En
forma práctica los movimientos sociales han pasado al sitial político para
salvar esa barrera de entrada. Despejar esas restricciones significará sanear
el sistema político, en el mismo sentido que reducir las remuneraciones de esos
servidores públicos a los niveles generales de la administración del Estado. Con
esos lineamientos profundos se puede dejar atrás la política amañada, de
cocinas y secretismo, que desde lo social hemos repudiado. Hay que sumarse a la
arena política para lograr que esas reglas tramposas se desmantelen para que
las fuerzas sociales puedan irrumpir plenamente para un nuevo sistema,
participativo y transparente.
Vivimos
hoy en Chile y el mundo una profunda crisis moral y ecológica, que ha cuestionado
todas las estructuras de poder mundial, nacional y local, con una presión
global en donde intereses supranacionales ejercen su influencia y poder fáctico.
Cuando la democracia representativa no les sirve, no tienen remilgos en usar la
fuerza y esa es hoy la amenaza que
enfrentamos, porque en esa mirada autoritaria y excluyente, mueren las
libertades públicas y surge la neo-esclavitud. No queremos eso para nuestros
nietos y tataranietos.
Soy parte
de esa generación del 70, que vivió el sueño de los mil días, con todo el
idealismo y entrega de la adolescencia y juventud, que fuimos protagonistas de un período doloroso de la historia; y puedo decir
que fuimos una generación con irreparables pérdidas, que sufrimos el terrorismo
de Estado, que asesinó a tantos de los nuestros, una generación impactada por
la persecución y el exilio. Hoy, frente a la amenaza de una ultraderecha que
tiene el ánimo de repetir el período criminal de la dictadura, vemos la
necesidad de plantearnos para rescatar a Chile de este retroceso, para defender
lo avanzado y plasmar en una nueva Constitución Política del Estado de Chile un
nuevo trato, para una convivencia en paz, con mayor justicia social, en armonía
con la naturaleza, para comprometernos como sociedad con la defensa del
planeta.
Los
abuelos, políticamente activos y que nos levantamos temprano a votar, somos esa
generación del 70 y estamos de pie por una democracia profunda y participativa,
que termine con el imperio de la codicia y el miedo en Chile y por ello votamos
Esperanza.
Hernán
Narbona Véliz, Periodismo Independiente, 04.12.2021
Una
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