Entre el caos y la esperanza
En el cine de catástrofe las primeras tomas muestran una vida que se
desarrolla normalmente. La gente al trabajo, los niños a la escuela, los
negocios abriendo sus locales, alguien organizando la presentación de esa
mañana, muchos saludando por las redes sociales con emoticones. El inicio de un
día más, una mañana cualquiera, hurgando en el celular quién cumple años ese
día para no olvidar saludarlo…
Tal cual, estamos viviendo este
tiempo complejo, donde estamos presenciando una guerra híbrida, cínica, que
está allí, ocurriendo. Mientras dormimos, amamos o nos lavamos los dientes, en
Gaza mueren niños, mujeres y ancianos en un campo de exterminio a cielo
abierto; en el Mar Rojo hay combates navales, drones hunden un portaaviones
israelí; en Ucrania, misiles hipersónicos de la Federación Rusa destruyen un
edificio donde se reunían tropas mercenarias extranjeras y numerosos militares
ucranianos y de la OTAN, de alto rango. Todo está ocurriendo, envuelto de
eufemismos, frente a nuestras narices. La televisión abierta apenas incluye el
tema en sus noticieros y sigue dándole con la delincuencia local, con el circo
de la política, con la carencia de ética.
En este nuevo Mundo al instante, casi
en tiempo real, nos llenan de imágenes, las redes sociales. Pero hay que
filtrar, la propaganda es un arma de guerra y se debe desconfiar. Nos informamos por canales independientes,
como Negocios.TV de España, Top de Impacto, Prensa Alternativa. Sin embargo, en esta vorágine diaria, es
reducida la población que entiende y asume a cabalidad el momento crítico que
atravesamos como humanidad. El cambio climático ya nos ha golpeado con sequía e
inundaciones; el modelo neoliberal y depredador nos ha impuesto un Estado débil
que no regula ni fiscaliza debidamente. Es algo que hemos sentido
recurrentemente y estamos aún en medio del duelo por la reciente catástrofe de
los incendios intencionados, que devastaron Viña del Mar y el Marga Marga.
Es cierto que, si uno se asoma a
diario a los escenarios mundiales, debe cuidar la cordura. Estamos en medio de
una realidad caótica. Se dice que está surgiendo un nuevo orden mundial, pero
que el viejo régimen se resiste con todo para mantener el statu quo que le conviene.
Se avizora un nuevo orden que sería más equitativo, multipolar, con mayor
equilibrio de poder entre los actores internacionales. A partir de la expansión
de la OTAN, acercando bases de misiles apuntando a Rusia, se provocó la operación militar de la
Federación sobre Ucrania; es un conflicto que se agudiza el 2014 cuando en un
golpe de Estado se derroca al gobierno pro ruso de Ucrania e instala un
gobierno neonazi que pide entrar a la OTAN. En este conflicto, que lleva dos
años, la gran perdedora ha sido Europa, en especial Alemania, con una economía
en recesión, teniendo que comprarle gas más caro a EEUU. A esta guerra se ha
sumado, a partir del 7 de octubre, la ocupación de la Franja de Gaza y su asimétrica
invasión y devastación genocida, con más de 40 mil muertos, la mitad de ellos
niños. En la escalada, Yemen defendiendo a Palestina, ha declarado la guerra a
Israel, lo mismo ha hecho Argelia. La guerra mundial está ocurriendo, tal como
lo señalara hace años el Papa Francisco. Hoy Irán, Siria , El Líbano, están
intercambiando misiles y drones con Israel y EEUU. Se ha entrado en un clima de
beligerancia maniquea, que no deja espacios para tonalidades y se impone la
fuerza por sobre la razón y el Derecho.
Un nuevo orden mundial se esboza,
está por nacer, mientras lo viejo se resiste a morir y como reacción plantea
una peligrosa huida hacia adelante, que extienda la guerra de Ucrania a toda
Europa, como palanca de crecimiento económico para el sector armamentista de la
potencia imperial, en una estrategia casi suicida. Los pueblos marchan contra el genocidio del sionismo
en la Palestina ocupada. En Europa marchan los agricultores, la Unión Europea
se convulsiona. Hay una anomia por todas partes. La lógica belicista manda que
si no estás conmigo eres mi enemigo y tengo que destruirte. Sin embargo, el
nuevo orden sigue creciendo, los BRICS se expande y se convierte en el bloque
que más población y producto bruto interno acumula; el jaque mate al orden de
Bretton Woods será cuando un nuevo sistema monetario, alternativo al FMI, abra
un nuevo sistema para los pagos internacionales, con divisas alternativas que
tengan el oro como respaldo. Los tiempos del dólar y de su emisión afiebrada
están por concluir. El tema que debe preocuparnos es cómo sobrellevar
económicamente como país pequeño, este profundo cambio, manteniendo la
integridad territorial y la soberanía, asumiendo que somos un país exportador
que tiene como principal socio a China.
Si el nuevo orden mundial cimenta la
paz en la colaboración y el comercio, para ser distinto a lo actual, debería
imponer a los poderes corporativos mundiales reglas el juego que eliminen sus
trampas y la evasión, características del orden colonial anglosajón. Con el
peso del Derecho Internacional, se debería terminar con la expoliación de sus
recursos naturales, que realizan a las economías nacionales, con toda la
corrupción asociada. El orden actual, consagrado en organismos como la OMC,
establece una preminencia de los intereses multinacionales por encima de los
Estados. Acuerdos como el TPP 11 (increíblemente suscrito por el gobierno de
Boric) han buscado consolidar los
amarres que inmovilicen al Estado frente a las multinacionales. Es algo que
habría que corregir, si se pretende que el nuevo sistema multipolar sea de
mayor equidad para los pueblos del mundo.
Los poderes globales supranacionales
y corporativos deberán resignar sus pretensiones de dominación mundial y de
concentración de la riqueza, para someterse a un orden con Estados fuertes, que
regulen y fiscalicen las economías en pro del bien común y la preservación de
la naturaleza. Esta aspiración debiera
significar que podamos erradicar la corrupción estructural de las élites y su
poder criminal, que son las que se nutren de la guerra, los genocidios y los
ecocidios, basando el modelo neoliberal en el crecimiento ilimitado.
Estamos viviendo un conflicto entre
un sistema que concentra el poder económico, financiero y militar en una potencia
hegemónica, EEUU con sus diferentes alianzas militares estratégicas, y los
BRICS, como bloque emergente que levanta una propuesta multipolar que vendría a
instaurar un nuevo orden.
En este conflicto, nos toca estar en
el patio trasero, territorio que la política estadounidense considera como
propio. La opción de neutralidad es difícil; a nivel de la política interna la
influencia o intromisión se ha hecho patente y como sociedad estamos permeados
por intereses foráneos que se han aliado a grupos de poder internos. La opción
que se jugara en los 80 de una integración regional, es hoy más difícil por la
penetración de corrientes globalistas y el renacimiento de la ultraderecha,
ambas camufladas en la mirada maniquea de izquierdas y derechas.
Por eso, educar cívicamente al pueblo
es urgente, porque un pueblo consciente es fundamental para ser un país
soberano. Actualmente, los poderes de la ultraderecha neoliberal han desplegado
su poder mediático y han logrado llevar a los países a situaciones regresivas,
como lo ha sido negar el rol conductor que debe tener el Estado y la necesaria
cooperación regional que debe existir en Sudamérica. Resulta urgente que las
fuerzas progresistas de América Latina y el Caribe puedan sumarse a la
recuperación de una nueva política, que coloque la integridad como valor
central y el bien común como norte. Señales positivas que nos llenan de
esperanza, han sido el gobierno de AMLO en México con su Cuarta Transformación y
los logros objetivos de su gobierno; el superávit fiscal que ha logrado Lula en
Brasil al aplicar un impuesto a los super ricos; o el éxito de Bukele al
erradicar las maras y dar seguridad al Salvador, incluso contra la intromisión
demagógica de los globalistas.
Frente a este momento de alto riesgo, con una
soterrada guerra mundial en ciernes, que podrá culminar en una paz estable o
escalar hasta la autodestrucción, la humanidad debe jugárselas por la Paz y la
Justicia, resistiendo la embestida de los poderes globales que buscan mantener
un estado de cosas que asegure sus privilegios, en desmedro de las mayorías.
Esas fuerzas globales que buscan consolidar su dominación y nos quieren
inconscientes, incapaces de esgrimir la crítica o levantar nuevas utopías de
paz y cooperación. Entendamos que, como pueblos soberanos, podemos echarlos del
poder y develar sus mentiras, con la no violencia activa.
Valparaíso, 9 de marzo 2024
Hernán Narbona Véliz – Periodismo Independiente