sábado, julio 22, 2006

No a las guerras preventivas



La invasión de Palestina, desde mi aldea.

La comunidad internacional es incapaz de presionar para que cese el bombardeo indiscriminado. Hace vista gorda frente a un nuevo genocidio. ¿Y si un día volviéramos a ser nosotros los enemigos?

Es una hipótesis válida frente al nuevo fundamentalismo pretoriano que practica las guerras preventivas y articula globalmente sus maniobras de dominación.

Lo que cuento es trivial, es la historia de mi país que ha transitado del horror a la paz. Por largos años nos esforzamos en criar nuestros hijos, creyendo en la familia, en la doctrina del esfuerzo. De jóvenes, el terror de un golpe de estado había pasado por encima de nuestras cabezas, circundando nuestros inicios como matrimonio. Sobrevivimos a una etapa de terrorismo de estado y felonía, vimos en cruciales momentos que nuestro mundo se derrumbaba, la maldad imperaba, pero no claudicamos, persistimos en nuestro amor y enfrentamos como uno solo las adversidades. Salimos adelante. Llegaron los hijos. Los formamos como personas buenas, que aprendieron a amar, a estremecerse ante el dolor de los más desposeídos, a trabajar duro, sin caer en vicios, aspirando a formar sus propias familias, como Dios – el único y de todos- manda.

Vi correr a los chicos por su barrio, saludar y ser saludados por los vecinos, aprendiendo a sentir su Patria en las celebraciones, en los desfiles, en los juegos populares de ensacados, palo encebado y volantines. En nuestro barrio ellos vieron a sus padres organizarse, protestar tocando cacerolas por la vuelta a a la democracia. Estuvimos con ellos en las fiestas cívicas y las concentraciones masivas. Hemos logrado como célula familiar, consolidar un proyecto de vida, con hijos que ahora son profesionales y sueñan con seguir creciendo como personas. Así, Valparaíso vive sus problemas, pero en paz. Así transita la vida por nuestro barrio, América, con problemas, pero en paz.

Como un bien que a veces no atesoramos debidamente, la paz es esa capacidad de salir de nuestras casas cada día con un nuevo afán, trabajando para pagar nuestras deudas, para comprar las frutas en el mercado, para educar nuestros hijos, disfrutar de algún café de risas y sueños en algún recodo de amistad, y volver por la tarde al regazo de los seres queridos y encontrarlos vivos, alegres. Es la vida en paz, una situación de simplicidad que se parece al amor. Esa paz que anhelan muchos pueblos destrozados por la guerra y por quienes se estremece hoy la conciencia humana.

Es lo que le han arrebatado siquiera como sueño, al pueblo palestino, que aspira en justicia a contar con un Estado soberano y que está hoy sufriendo los pasos metálicos de la muerte sobre sus barriadas modestas, en la dialéctica perversa de la guerra preventiva.

Para entender la profundidad del dolor que sufren los civiles del Líbano y Palestina, he mirado mi ciudad, Valparaíso, con su carácter patrimonial, con sus habitantes entusiasmados pintando sus casas en un gigantesco mosaico, con ese amigo árabe que me regalaba sus fotografías de la ciudad, y me la imaginé de pronto ardiendo, con grandes columnas de humo, bombardeada su catedral, sus colegios, sin energía, sin agua, envuelta en una enorme catástrofe, con sus fábricas y su puerto destruídos, con soldados invasores asesinando a hombres, mujeres y niños por ser potenciales enemigos. Cerré los ojos y me trasladé al horror de la ciudad del Líbano, a las casas demolidas de Gaza y sentí, más que entendí, la dialéctica perversa de la guerra preventiva, esa agresión unilateral, sin declaraciones diplomáticas previas, que implica y legaliza el genocidio temprano, para que los pueblos tildados como enemigos, algún día, eventualmente, no puedan levantarse en armas y agredir a la potencia dominante.

Frente a nuestros ojos va transcurriendo otro conflicto y sólo breves segundos del noticiero central nos hablan de esta escalada. La guerra va asolando esperanzas, llega con sus vicios, con violaciones a niñas y mujeres, con ejecuciones sumarias, con torturas, con hambrunas colectivas, pestes y gigantescos desplazamientos de población. Los mercenarios lucran de la logística bélica, si es necesario usar drogas para incentivar la barbarie, la disponen. La guerra contra un enemigo uniformado, sin una declaración formal de guerra, es una simple carnicería contra la población civil, donde todos pasan a ser peligrosos, con la lógica asesina de prevenir males mayores. No valen los Convenios de Ginebra para los prisioneros de guerra, no habrá Corte Internacional de Justicia para los invasores, el Derecho se arrumba entre montones de cadáveres, que son costos asociados de las maniobras de bombardeo y tierra arrasada. La guerra de hoy es peor que lo imaginable. La guerra está imbricada al lucro, a las ambiciones de dominación de los recursos estratégicos. Dirán que siempre fue igual, pero no. Cuando se luchaba contra un enemigo declarado, éste llevaba uniforme, se le distinguía de la civilidad, pero acá no, cualquier habitante con determinados rasgos étnicos es peligroso y debe ser eliminado, por las dudas.

Frente a la escalada de horror en medio Oriente, tal como se votó en contra de la invasión de Irak, nuestro país ha cumplido un acto efectivo de humanidad, al ir al rescate de compatriotas y latinoamericanos sorprendidos en medio de los bombardeos. Chile debe mantener una voz activa por la paz ya que el Derecho Internacional es nuestra única protección frente a la ley de la selva imperante.

Desde Valparaíso, esta reflexión apunta a que apreciemos y atesoremos la paz, que potenciemos la cooperación y rechacemos desde la civilidad planetaria el imperio de la fuerza que ha impuesto la peligrosa mentira de las guerras preventivas.




Una mirada libre a nuestro entorno

3 comentarios:

Periodismo-Probidad dijo...

La Nueva Historia de Israel

Ian Pappe es el impulsor de la Nueva Historia de Israel, una corriente revisionista -muy polémica- que ha empezado a hurgar en los mitos fundacionales del Estado de Israel para desbrozar, sostiene, "verdades y mentiras de esa historia oficial", que hoy impera.

Pappe tenía, de chico, amigos palestinos ("algo inusual hoy", aclara el historiador en la entrevista que ofreció al diario catalán La Vanguardia). De adolescente, en cambio, participó como soldado en la guerra de 1973, en la que Israel arrebató a Siria las Alturas del Golán. Pero el gran sacudón de su vida lo sufrió a los 26 años, cuando viajó a Oxford a estudiar y descubrió que hasta entonces había vivido una gigantesca mentira (sostenida con engaños por sus padres y maestros, por los libros y por los diarios) acerca del origen del Estado de Israel.

"Los archivos que consulté y los documentos que yo mismo leí demostraban que los palestinos fueron expulsados por los israelíes con terror, amenazas y violencia", dijo Pappe luego de aclarar que en Israel todos creen en otra versión: "allí se sigue insistiendo en que los palestinos se fueron por propia voluntad ¡¡a pesar de que los israelíes les pedimos que se quedaran!!", agregó el historiador.

Nacido en Haifa hace 49 años, hijo de judíos europeos, Pappe paga un alto precio por su independencia de pensamiento: lo acosan el ostracismo oficial y la amenaza.
Pero su constancia y su ideal de buscar y encontrar la verdad en la que algún día se basará una convivencia pacífica entre israelíes y palestinos también ha convocado a muchos. Hoy un importante grupo de personas de ambas comunidades lo acompaña en el proyecto del historiador de crear una Universidad Arabe Israelí en Galilea. "Ojalá el lobby pro israelí estadounidense invierta dinero en esa universidad y menos en F-18 y en el programa nuclear israelí", comentó Pappe a La Vanguardia.

El historiador es duro con la versión oficial israelí: "Israel aplicó la limpieza étnica a los palestinos. En mi investigación de Oxford descubrí que hubo un plan sistemático: había más de un millón de palestinos e Israel echó 850.000. El terrorismo israelí incendiaba y mataba. Hubo masacres terribles."

Pappe admite que hoy se ha llegado a un punto ciego. "¿Qué puede hacer el ejército israelí? ¿Aniquilarlos a todos?".

Y se responde: "No hay solución militar para la seguridad en Israel porque la seguridad no depende de muros, fronteras o alambradas. La seguridad es una sensación íntima: está en cada uno y nace de la justicia. Y sin seguridad no hay negocios ni prosperidad ni futuro."

Y los palestinos, se pregunta el historiador, que es además excelente traductor de árabe y director del Instituto Arabe Judío en Israel, "¿qué tienen? No tienen nada más que sus propias vidas para inmolarse. Pero sólo con eso han acabado con la sensación de seguridad en Israel y con cualquier esperanza de futuro en la región. El Muro de Sharon es el último absurdo: además de problemas morales, no hay dinero para construirlo."

Anónimo dijo...

Saludos Don Hernán.
Comparto con usted respecto de lo importante que es la paz para el buen vivir y para soñar con la felicidad. Al mismo tiempo revaloro a través de sus palabras lo importante que es tomar una posición activa por la justicia y por la paz; no estamos en esas dolidas tierras como para salir a las calles y enfrentarnos directamente a la barbarie, agitando banderas, levantado conciencias, abriendo caminos, tal cual lo hicimos en los años de nuestra larga noche, pero desde aquí hagamos lo que corresponda, lo que podamos, escribir hablar, levantar banderas, hacer de cada rincón de nuestra alma un territorio liberado, un lugar donde las personas pueden crecer y pensar en libertad, estos micro espacios de libertad se nos escaparán por los poros y contaminaran nuestros pasos de ganas de vivir, de ansias de justicia, de la fuerza que da la libertad..y así seguiremos andando y seremos cada día muchos y muchas más, con la capacidad de enfrentarnos a los más feroces enemigos de la vida, una ola de paz gigantesca que fundirá cañones y enviara al olvido a quienes cultivan la intolerancia y el odio.
Gracias por sus palabras Don Hernán.
Sigamos adelante ¡¡

Anónimo dijo...

cperez@redh.org

"El Consejo de DDHH (...) exige que Israel, el Poder ocupante, ponga fin a sus operaciones militares
en el territorio Palestino ocupado, se ajuste escrupulosamente al derecho internacional humanitario
y de los derechos humanos, y cese de imponer un castigo colectivo a la población civil palestina".
Consejo de DDHH de Naciones Unidas, sesión especial del 6/7/06

"El bombardeo indiscriminado de ciudades constituye una agresión inaceptable y premeditada sobre la población civil.
El derecho internacional humanitario es claro sobre la obligación superior y prioritaria de proteger
a la población civil durante las hostilidades. El derecho internacional exige rendición de cuentas.
La magnitud de las muertes en la región, y su carácter previsible, puede implicar la responsabilidad criminal
y personal de los responsables, particularmente de quienes ocupan posiciones de mando".
Louise Arbour, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los DDHH (19/7/06)