Una mala noche
Me había quedado dormitando durante las noticias nocturnas. Desperté sobresaltado. Veía camiones alineados cortando la ruta 5 sur, se anunciaba la falta de productos y de combustible para la zona sur, el país estaba cortado en dos, varios puentes habían colapsado por los temporales. La Presidenta de la República había llegado al lugar de un aluvión en Chiguayante. Cercada de micrófonos era invitada por una pobladora a retirarse del lugar para no demorar el trabajo de la retroexcavadora en la remoción de escombros. La señora que enrostró a la Presidenta no era una pobladora invitada a un evento, era familiar y deudo de las familias diezmadas por un aluvión que dejó 10 personas muertas.
Al cierre de las transmisiones un honesto Ministro Bitrán, en Última Mirada, trataba de explicar la realidad de malas decisiones históricas en materia de obras públicas, la falta de un enfoque sistémico para encarar los problemas de las ciudades.
De pronto, escuchando este cúmulo de información al instante, me asaltó un inconsciente y visceral temor, la percepción de que podría estar articulándose una historia ya vista, con una peligrosa falta de fuerza en el gobierno para resolver situaciones, con el pernicioso cuoteo enquistado en el Estado, impidiendo que se rompan los estancos y se trabaje transversalmente, con esa aspiración sistémica que marcaba el Ministro Bitrán. La falta de una planificación que permita coordinar las energías públicas y las privadas, la demora en implantar una Superintendencia de Obras Públicas para revisar con alto rigor técnico la calidad de las obras, de los puentes y carreteras concesionadas. ¿Esa dilación no es el resultado de la presión que ejercieron las concesionarias españolas tan pronto se anunció esa medida? La falta de canales de participación impide que la gente pueda fiscalizar las obras, cooperar para que exista probidad y transparencia en el gasto público.
Frente a la movilización de los camioneros cortando la carretera e impidiendo la llegada de víveres a las zonas afectadas, en medio del temporal, la reacción correcta habría sido ejercer la autoridad y obligar al retiro de los camiones de la ruta, multándolos como corresponde, pero se prefirió usar un avión Hércules para evitar el problema. Este gallito que han hecho los transportistas es una pulseada que tendrá costos políticos futuros. Yo habría esperado una reacción decidida, toda vez que el gobierno ha decretado un estado de emergencia para la VII Región, que ameritaba la acción de apertura de vías, lo que habría tenido un amplio apoyo ciudadano.
Pero no fue así. La pérdida de tiempo valioso denota falta de voluntad o de fuerza política y se refleja en la percepción de una descoordinación lamentable de entes públicos, con paros y descontento crecientes, precios de bienes básicos aumentando, sensación de desgobierno, de desconcierto.
De pronto, me senté en la cama y le dije a mi mujer, la mano viene mal, el gobierno está flaqueando, a la derecha le está quedando servido el próximo gobierno y puede mover los hilos de antiguos aliados para crear la sensación de desestabilización y aparecer ellos, luego, imponiendo el orden. Es algo ya visto. Si el gobierno no trabaja bien, afirmándose en la ciudadanía, vamos derechito a los cacerolazos y a la nostalgia del régimen militar.
Esta noche me desvelé.
Una mirada libre a nuestro entorno
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